Vida de perros

Vergüenza valenciana (o nacional, o europea)

Hagan ustedes el favor de pagar de una vez los sueldos que adeudan a las asociaciones asistenciales. Hagan ustedes el favor de ponerse al día de una puta vez con el pago al personal, las asociaciones y las empresas que trabajan en el ámbito de la discapacidad. ¿Por qué? ¿Cómo que por qué? Porque a quienes ustedes (no) representan, quienes con su salario y sus impuestos mantenemos este-nuestro país así lo queremos, así lo hemos decidido. Y ustedes, a pesar de todo, a pesar de intentar aparentar sordera, de pretender confundirnos, de hacer lo que les da la gana, tienen la obligación ética y legislativa de atender nuestros intereses.
Que por qué nos debieran de hacer caso. Por la vergüenza que nos hacen pasar: cuando nos encontramos con una manifestación del personal de APADIS, del CRIS, reclamando el sueldo de tres meses, cualquier ciudadano o ciudadana no podemos menos que pensar: si yo he dado el dinero que me corresponde para que estos centros funcionen, para que esta gente cobre, por qué me los encuentro reclamando su sueldo. ¿Dónde está el dinero que yo he dado para que estos servicios funcionen? Y si hemos tragado en multitud de ocasiones, resulta que ahora ya no está el horno para bollos (sí, tal y como dicen ustedes desde la poltrona política), ya no está la magdalena para tafetanes y decimos que por qué narices el señor Dívar va a cobrar ocho mil euros al mes durante dos años cuando ha dimitido por gastarse nuestro dinero en hoteles y restaurantes de lujo. Decimos que sí, que podríamos pagar un dos por ciento más de IVA para que algún millón de personas en paro encuentre trabajo, pero no para que ustedes se lo gasten en coches y dietas, en salvar a gente que ha hecho mal su trabajo, en eventos elitistas. ¿O tendremos que llegar al punto de retirarles nuestra confianza? ¿Exigir que por inutilidad, ineficacia, interés propio, cobardía y traición, dejen ustedes de representarnos? Porque a todas luces, sin vericuetos ni sutilidades, saben ustedes lo que la gran mayoría opinamos del trabajo que realizan. Lo sufrimos. Nos avergonzamos con el rubor del que ustedes carecen.

Así que hagan ustedes lo que deben de hacer: primero el pan, luego la ideología. Antes de protagonizar a larga distancia aquellas escenas que vimos en El pianista o La lista de Schindler; antes de que nos veamos en la obligación de ensamblar guillotinas en las plazas de todos los pueblos. Porque ustedes saben que las merecen, si no por traición por indolencia, y si no por engaño, por dejadez de funciones, por robo, por estafa… Y no. No son esos misteriosos mercados los que sufrimos: son ustedes, con nombre y apellido, desde el ayuntamiento de Villena hasta el Congreso, quienes nos deben protección y obediencia. Les queda honrar su responsabilidad, porque la vergonzosa mancha ya queda para la Historia.

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