Vida de perros

Zona Cero (feedback y fin)

Si consigo apartar lejos de los dedos el veneno almacenado tras el silenciamiento mediático de las primarias de la formación Unidad Popular donde se integra Izquierda Unida. Si consigo apartar la rabia contra esos medios de comunicación españoles que han sido arrastrados a los últimos puestos de todas las listas en cuanto a objetividad, imparcialidad y rigor. Medios de comunicación más proclives a los fines de semana de caza en cotos de grandes empresas anunciantes, o a las noches en lupanares para negociar anuncios de contraportada, que a la información redactada por las profesionales y los profesionales que parecen no reivindicar su profesión por coacción o amenaza. El caso es que las Primarias de Unidad Popular se han celebrado y con los resultados delante solo me cabe celebrarla candidatura de Ricardo Sixto por Valencia, la de David Rodríguez por Alicante y la de Alberto Garzón para liderar la formación y traer a nuestro país verdaderas soluciones.
Pero dejando la bilis aparte, queridas personas, me gustaría atenerme a algunas consideraciones que algunas lectoras y algunos lectores me han hecho llegar al respecto de las dos columnas dedicadas a la Zona Cero Villenera de Las Cruces. Opiniones con mayor o menor rigor, con pruebas o sin ellas, que quiero sumar a las mías. La primera, por ejemplo, controvertida, afirmaba que alguno de los actos vandálicos sufridos en las instalaciones del skatepark ha sido llevado a cabo por gentes del vecindario en represalia por las molestias que ocasiona. Una acusación directa y contundente a la que no puedo responder y que únicamente reflejo aquí por el respeto que tengo a la persona que realiza la confidencia. En cualquier caso se trataría, de haber sido así, de un acto incívico e insolidario que reflejaría la cobardía o la pereza de quien hubiera realizado tal despropósito: no podemos tomarnos la justicia por nuestra mano.

Otro comentario más o menos directo tenía que ver con el fiasco –en primer y segundo intento– del concurso de graffitis para animar visualmente esta instalación que a priori podría parecer una oda al hormigón. El caso es que mal por la primera convocatoria y peor por la segunda, aunque por motivos personales no diré nada puesto que decidí estirar hasta doscientos los días de gracia a las concejalías de Juventud y de Cultura. Después hablaremos.

Y por último me queda un comentario que queda un poco en el extrarradio de las zonas citadas en las columnas. Se refiere a las minas –heces caninas– que cubren los senderos más usuales que bordean la montaña al otro lado de la autovía desde la altura del castillo hasta la calle Tambor de Granaderos. Un territorio donde parece que al “pertenecer” a la montaña no requiere ni bolsita para recogida de excrementos ni siquiera la consideración de apartarlos a un lado del camino o senda. Ante estas actitudes queda sumarse al dicho popular: ¡ojalá el que la deje acabe pisándola!

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