El Volapié

Asuntos de familia

El día que tomó la alternativa Ángel Luis Bienvenida, su hermano Pepe fue el padrino y Antonio, otro de sus hermanos, el testigo. Durante la corrida, algún aficionado se levantó en el tendido y gritó: “¡Ésta es una corrida familiar. La organiza el padre, la torean los hijos y pagamos los primos!”.
En efecto, con semejante organización familiar funcionan también en muchas ocasiones los asuntos relacionados con los toros, el boxeo, la cosa nostra y la política. Nadie interprete al llegar a este punto que pretendo comparar los toros y el boxeo, la política con la cosa Nostra o cualquiera de las diez restantes combinaciones posibles, porque en estas actividades existen héroes, villanos, acciones épicas, hechos miserables, santas e hijos de puta.

En el planeta de los toros para nadie resultan sencillas las cosas, y mucho menos si no te han salido los dientes entre las barreras de este apasionante gremio. En el boxeo, que es un deporte bastante desconocido, siempre hallamos connotaciones de bajos fondos y el recuerdo Mike Tyson, cuando en la mayoría de los casos los combates se desarrollan en términos estrictamente deportivos.

La política debería ser siempre una actividad noble y un acto de servicio si nos ceñimos a su exacta etimología. Sin embargo, dada la propia esencia del ser humano, se convierte con frecuencia en un conflicto de intereses donde los que más ruido meten son los que más necesitan para vivir el maná que brota de las arcas públicas. Es obvio y casi tonto tener que repetirlo, pero esos salarios tienen su origen en la contribución solidaria de todos. El temor de los políticos a perder sus abrevaderos y sus privilegios aumenta de forma geométrica cuantos más de su familia dependen del cargo.

Durante los últimos días estamos viendo por toda la provincia de Alicante la tremenda pugna que se ha planteado por el control del Partido Popular. En Villena esta situación la habían llevado con bastante aseo, lo que me parece muy meritorio. Mientras todo parecía bajo control ha estallado el polvorín y los enfrentamientos han salido a la luz. El otro día un destacado miembro de este partido, a nivel local, me relataba la tremenda división que existía entre unos y otros, que si la una antes era de Zaplana y ahora se pasa a Camps, que si algunos concejales están siendo injustos con la Alcaldesa, que unos y otros se dan el tratamiento de enemigos y que están ante una crisis que será difícil de controlar. Claro, este hombre omitió decir que todas esas preocupaciones obedecen al interés que cualquier político tiene por servir a su ciudad y también que varios sueldos a su alrededor pueden quedar caminando sobre la cuerda floja.

Siempre que un político pierde su poder es buena noticia para mí: por el democrático axioma de la alternancia, porque las derrotas electorales son muy instructivas y para que nadie se acostumbre mal. En este caso, a pesar de mi estricta condición de ojeador, me alegro de que en Villena hayan triunfado las tesis de la Alcaldesa, porque el apoyo a José Joaquín Ripoll la muestra como una mujer leal, y éste es un valor poco habitual cuando la otra opción aparenta mejor futuro. Rajoy, por ejemplo, debió haber mostrado lealtad a heroínas como María San Gil en vez de dedicarse a agradar al señor de la cumbre.

La pena es que cuando lleguen las elecciones, los votantes sólo podrán escoger entre aquellos que se nombren en los despachos y entre ellos seguramente estará Vellido Dolfos. Unos gobernarán, otros opositarán y los primos a pagar. Todo queda en familia.

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