El Ordenanza

Canción de Navidad

El Ordenanza. Capítulo 25

Escena 1

Está siendo una mañana espesa en el Ayuntamiento. A la prisa que nos entra a todos en estas fechas (tan señaladas), donde parece que el mundo se vaya a detener, como en los días negros aztecas, se le une la sempiterna amenaza de huelga de la Policía Local que, como los controladores aéreos, nos tienen en ascuas todo el ciclo navideño. En esto va pensando Avelino cuando es abordado por el alcalde de la ciudad.

-Avelino, ¿me he dejado el móvil por aquí?

-No, que yo sepa, señor Alcalde.

-¡Pues no sé lo que he hecho con él! Lo llevaba hace un momento y no lo encuentro por ningún sitio.

-Aparecerá, no se preocupe.

-Subo arriba a buscarlo. Si lo encuentra, avíseme, por favor.

-Descuide... e intente volver sobre sus pasos, que a veces funciona.

-Gracias, Avelino.

Escena 2

La mesa del despacho del alcalde está patas arriba. La primera autoridad local ha revuelto todas sus cosas y no ha sido capaz de encontrar su celular cuando llaman a la puerta, que se abre sin esperar respuesta y tras la que aparece Juanjo Alcañiz con una carpeta amarilla en la mano derecha.

-Ho, ho, hoooou!

-¡Vaya, hombre! ¡El fantasma de las navidades presentes!

-¡Madre mía cómo tienes esto! ¿Qué ha pasao aquí? ¿Un grinch?

-Que no sé dónde he dejado el teléfono.

-Pues me tienes que firmar estos papeles pero, viendo cómo tienes la mesa y del humor que estás, mejor no dejo que firmes en mi espalda, que te veo capaz de hincarme el boli.

-Haces bien. Anda, trae.

-¿Vas a firmar sin leerlo?

-¿Es una trampa?

-Si fuese una trampa, ¿crees que te lo diría?

-¿Lo leo?

-No, no, pasa. Es para desviar caudales públicos a mi cuenta en un paraíso fiscal.

-Sí, tú tontea con esas cosas que, como te oiga Acevedo, te arruina las Navidades, reno.

-Va, que si me firmas, te digo dónde tienes el móvil.

-¡Trae!

-Lo llevas en el bolsillo trasero del pantalón, que parece que andes enamorado.

-Pues va a ser eso. Oye, ¿y tú qué hacías mirándome el culo?

Escena 3

Nos vemos a las cinco entonces?

Elisa

Sí. En el BurlesQué!

Perfecto. Llevaré un clavel en la solapa.

Elisa

Hasta esta tarde, pues.

Escena 4

El BurlesQué! es una acogedora y coqueta tetería del casco antiguo de la población. Ya su fachada tiene un encanto especial, sensación que se confirma nada más entrar: un cálido olor a gofre casero, chocolate y café sobrevuela un espacio que se abre armoniosamente a ambos lados. A la izquierda hay un pequeño mostrador, justo lo que ocuparían dos bandejas de camarero, pues Lola, la dueña, piensa que aquel espacio es una brecha en el tiempo y no importa la velocidad, así no instaló una barra donde tomarse un café rápido.

El local cuenta con varios espacios, a los que se accede por una escalera que va desgranando estancias por alturas (ahora una sala de lectura, ahora una con alfombras y cojines, ...) ya que está construido sobre la piedra de monte que sirve de soporte al urbanismo más añejo de la ciudad.

Elisa está sentada junto al pequeño escenario que preside la primera sala, justo en frente de la minúscula barra. No ha pedido todavía: prefiere esperar y disfrutar de su bebida en compañía. Suena el agradable tintineo del pequeño carillón de la puerta de entrada y aparece por ella el alcalde con cara de prisa. Se quita el gorro de lana y se dirige a la mesa ocupada por la profesora de inglés, que sonríe al recién llegado.

-Buenas tardes, Elisa. Perdona el retraso, pero he llevado un día...

-Tranquilo, este es uno de esos sitios en los que da gusto esperar, aunque creí que ibas a llevar un clavel en la solapa.

-Lo hubiese traído, pero prefiero que las flores sigan en la planta.

-Es donde mejor lucen, sí.

-¿Has pedido?

-Todavía no, pero me ha venido un aroma a chocolate a la taza que me hace imposible pensar en otra tomar otra cosa.

-Por favor, Lola, ¿nos traes dos chocolates?

-En seguida os los llevo.

Una vez las humeantes tazas se posan sobre la mesa de la pareja, el alcalde se decide y, aunque tímidamente, se atreve a decir:

-Elisa, tengo una pequeña sorpresilla para ti.

-¡Oh!

Y dicho esto, se pone de pie y se dirige al pequeño escenario en penumbra, donde le espera una banqueta. Una vez sentado, le cae una guitarra en las manos, comprueba la afinación y comienza a tañir una sucesión de acordes (re mayor, fa sostenido menor y sol mayor) mientras la magia de la Navidad hace que se ilumine la escena y empiece a expandirse el escenario, de cuyo suelo se va formando una escalinata de luz por la que empiezan a bajar, encabezados por Avelino, todos los personajes que forman parte de esta locura que es El Ordenanza, con sus respectivos atuendos de burbujitas doradas (sí, las del anuncio del famoso cava, pero reales).

Mientras todos bajan y toman posiciones en la escena, por un ala del escenario aterriza un objeto volante no identificado del que salen cuatro tipos vestidos de negro y con gafas oscuras, que se parapetan tras sus instrumentos y comienzan a implementar la canción que empezase nuestro alcalde, que lanza la guitarra hacia las bambalinas, se pone de pie y comienza a cantar aproximándose al grupo, consumiendo cada nota de la copla. En el momento del estribillo, todo el coro de burbujitas acompañan a los músicos en un cénit de voces dulcemente afinadas y melodiosas.

Y así poco a poco, la canción va concluyendo, Elisa sube al escenario, abraza y besa a la primera autoridad local y, todos juntos le desean un mágico año nuevo a usted, amigo lector.

¿Se pregunta qué canción sonaba?

(Votos: 6 Promedio: 5)

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