El Ordenanza

Día 8 de enero que fuera

El Ordenanza. Capítulo 176

Escena 1

  • ¿Qué tal, chicos? ¿Cómo fue la Nochevieja?
  • ¡Buffff! ¡Mejor no hablar de ello, alcalde!
  • ¡La Gabriela cada día está peor, tío!
  • ¿Y eso?
  • Porque, según parece, en cada país se monta una pirula para recibir el año y la Gabriela las aglutinó todas.
  • Así que, ahí nos tienes, maleta en mano, quemando papeles con deseos, saltando de la silla con una moneda en el zapato, tirando cubos de agua y muebles viejos por la ventana, bañándonos en hielo…
  • Le tuve que pedir a mi madre dos pares de pendientes para brindar con algo de oro en las copas.
  • ¡Lentejas! ¡Cenamos lentejas, tío! ¡Un puto infierno!
  • Rompimos media vajilla, como en Dinamarca.
  • Pintamos la puerta de rojo, estilo chinorri.
  • No imaginas el miedo que pasamos al hacer la danza tailandesa del león, subidos en un poste de diez metros de altura…
  • Dimos 108 joya no kane (campanadas) a un fuurin, que no sé de dónde salió, la verdad.
  • Tiramos pulseras al retrete, que era lo más parecido a la orilla de la playa de Copacabana que teníamos a mano, para honrar a la diosa Lemanjá.
  • Lo curioso fue saltar la taza siete veces cada uno, como si fueran olas.
  • Sí.
  • ¡Comimos uvas, tío! ¡Comimos uvas!
  • ¡Qué barbaridad!
  • Llevábamos ropa interior amarilla para atraer el dinero, verde para la salud, roja para el amor y blanca para la armonía. ¡Cuando acabé de ponérmelo todo, no me entraban los pantalones!
  • ¡Por no decir lo que nos costó encontrar una vaca y subirla a casa para susurrarle al oído los deseos de año nuevo!
  • ¡Joder!
  • Para no aburrirte, terminamos de hacer el indio a las 2:45, que ya no era plan de ir a ningún sitio a pegarnos unos dancings.
  • ¡Acabamos esclataos!
  • La Gabriela es de traca mora.
  • Eso sí, estuvimos entretenidos.
  • ¡Peor despedida de año tuvo Ratzinger!
  • Es curiosa la cantidad de gilipolleces que somos capaces de hacer los humanos para pasar de un día a otro.
  • Pues sí.
  • ¿Y vosotros, alcalde? ¿Cómo fue la Nochevieja?
  • En casa, de tranquis.

Escena 2

  • Auuuuunque la Virgen sea blanca, píntame angelitos negros, que también se van al sielo, todos los negritos buenos. Pinnnnntooooool si pintas con amoooooooool, pol quéeeee despresias su coloooool si sabes que en el sieeeeeeeeeeelo… ¡A la pas de Dios, Avelino!
  • Majestad, ¿cómo va la noche más mágica del año?
  • Con demasiao tlabajo, ya tú sabeh. Mucha integrasión, mucha multiculturalidad pero, a la hora de agachal el lomo, que tlabaje el moreno. ¡Más de dos mil años con la misma cantinela, mi blódel! ¡Pidan regaloh a Baltasal, que se los llevará con una glan sonrisa, mihijo! ¿Y ensima me sacan un villansico que dise «el Rey Negro que pol dentro blanco ehtá»! ¡Menuda vaina, mi bródel! ¡Debería denunsial·loh pol dihcriminasión rasial!
  • Veo que viene usted… calentito, don Baltasar.
  • ¡Ehtoh doh hijueputah me tienen neeeeegro!
  • No sé qué decir…
  • En un prinsipio tó era fásil: nadie sabía si éramoh tleh, dose o sinco. No había número ni colol de piel, mihijo: «¡Mira, Baltasal, una ehtrella! ¿Qué hasemoh? ¿La seguimoh? ¡Yo no sé tú, Melchor, pero yo voy ahoritica mihmo a preparal el elefante pa emprendel el viaje! Mándale tú un sms al Gahpal y salimoh mañana en cuantico salga el Sol. Pelfecto, Baltasal, pero no vayah a llevat·te el elefante, que consume mucho, blo. Mejol llevamoh loh camelloh. Como tú digah, bródel».
    Luego llegó la Iglesia con su afán de sel univelsal y ahí empesamoh a cagal·la. Se establesió, por convensión, el dogma de que éramoh treh, uno por continente conosido; que éramoh de diferente rasa y que éramoh reyeh, cuando en realidá éramoh unoh flipaoh de la ahtronomía.
    La Iglesia siempre ha tenío loh tiroh mu altoh. ¡No me ehtraña que haya tanto cura progre!
    Ahora tó eh diferente, mihijo. Incluso me han cambiao el asento: yo, que soy egipsio de pura sepa, parehco un cantante de reggaeton, bródel.
    Y luego ehtá lo de la mirra. ¿Qué vaina eh la mirra? En mi contlato consta que yo llevo el oro, bro. ¡Cómo le han dao la vuelta a la toltilla! ¡La mirra! ¡M’han dao el cambiaso, mihijo! ¡Y tó polque no se fían de la gente de colol, los mu mamahuevoh! Pué sel que haya influensiah de siertah suhtansiah, si interpretamoh la vaina esa del profeta Isaíah: «Una multitú de camelloh te cubrirá; vendrán a ti de Madián y de Efa, y todoh loh que hay en Sabá, cargaoh de oro e insienso, y se proclamarán alabansas al Señol».
  • Creo que, bien podría usted hablar con el Sindicato de Reyes Magos…
  • ¡Ni modo, chico! La Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana eh una ehtafa piramidal, mihijo. Ahí no hay quien pueda reclamal nada.
  • ¡Toda la kulpen la tiene Pablo de Tarrrrrso!
  • Pero, ¿quién vainah eh ehte hueón, Avelino?
  • ¡Oh! Disculpe, señor Baltasar, le presento al vehemente bigote de Friedrich Nietzsche.
  • Y, ¿qué tiene que ver San Pablo con loh magoh de Oriente, mihijo?
  • Pablo de Tarrrrrsen, el gran chandala, se asegurrrró die Unvergänglichkeit (la inmorrrrrtalidat) apostando por la divinidad de Krrristen y ajustando los dogmas parrrra que, die kristianismennn, se konvirtierrrra en lo que es a día de heute: una amalgamenn de interpretatzionen, halbe Wahrheiten (o komo ditzen in Spanien, medias verrrrdades) y mentirrras aprrrennndiden. ¡Dios est morten!
  • ¡Olselva el énfasis que le pone a la vaina el chamaquito!
  • Ich warne dich ke, en su afanen de inmorrrrrtalideit, el hábil charlatanen de Tarrrrrrsen no dejó caben suelten y…
  • ¿M’ehstáh llamando cabo suelto, pelúo?
  • Mi kerrerrr ayudarrr a usted a desalienarsennn, herrr Balthasar…
  • ¿M’ehtáh disiendo qu’ehtoy alienao? ¡T’ehtáh metiendo con lo máh sagrao, mohtachúo!
  • ¡Señores, señores!
  • Gott ist tot!!
  • ¡Mamahuevoh!
  • ¡Señores, conténganse!

La humanidad asume chorradas gigantescas como dogmas irrefutables y es capaz de matar por ellas. Tristemente, los contrarios a los dogmas no son mucho mejores: solo son opositores a ultranza.

Así pues, los personajes de El Ordenanza deseamos que, para el año que acabamos de empezar, las cosas no empeoren demasiado (que no es poco) y los Reyes Magos (los tres) les traigan mucho amor, mucha suerte y mucho dinero (o, en su defecto, unos calcetines calentitos).

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