El Diván de Juan José Torres

El “Brexit”, síntoma de una Europa poco saludable

Como una bofetada en la boca de la UE ha supuesto la salida del Reino Unido de este organismo europeo. El temido “brexit”, Britain+exit, ha sacudido las entrañas de la tranquila estabilidad del viejo continente y ahora sus dirigentes se rasgan las vestiduras. Para el que firma esta columna no es una buena noticia, para Unidos Podemos, coalición a la que voté el domingo 26-J, tampoco; por más que los demás partidos políticos se hayan desgañitado en la campaña electoral acusando a esta alianza de izquierdas de querer salir del euro y de Europa. Nada más lejano a la realidad, pues lo que UP ha dicho por activa y por pasiva es que esta UE no nos gusta y hay que transformarla para que cumpla las expectativas por las que fue creada.
La salida del Reino Unido de la UE, una de sus principales potencias, no hace más que desentrañar las enormes contradicciones de la Unión Europea y, más allá de criticar a los votantes británicos por su separación, habría que responder qué profundos motivos han causado esta desbandada. Porque la filosofía original de la UE, esa utópica unidad monetaria y política, ha fracasado. En el año 1993 se culmina la creación del mercado único con las cuatro libertades que se empiezan a implantar: mercancías, servicios, personas y capitales; elementos estos prometedores, siempre y cuando estén fiscalizados por un control de vigilancia, algo que no ha ocurrido.

Los servicios y mercancías han circulado a su libre albedrío y amparados por una mal entendida Globalización, pues la entrada de productos que hacen competencia desleal a artículos nacionales y europeos no ha hecho ninguna gracia; géneros más económicos y en ocasiones de peor calidad, que han castigado sobremanera a empresas europeas al no existir restricciones aduaneras ni aranceles obligados. Por no entrar al trapo de que la mayoría de estas manufacturas han sido fabricadas o trabajadas bajo el imperio de la explotación infantil o, en su caso, por los bajos salarios de trabajadores sin protección sindical. Lo sensato hubiese sido tratar comercialmente con países que respetan los Derechos Humanos y en condiciones de igualdad, no con multinacionales piratas.

La libre circulación de capitales siempre es bien recibida, pero con una condición sine qua non: que la transparencia que tanto publicita la UE respecto a la lucha contra la evasión y la erosión de las bases imponibles sea sincera e inapelable. Pero resulta que todo es mentira al decir con la boca grande que se va a controlar la presión fiscal y, con la boca pequeña, permite la UE los paraísos fiscales en países miembros. No es de recibo que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker, haya estado dieciocho años protegiendo acuerdos tributarios ventajosos para grandes empresas. No es asumible que Europa se haya decantado por las reformas laborales y los ajustes para controlar el déficit y, al mismo tiempo, beneficie a poderosos financieros en el blanqueo y evasión de capitales.

No. Esta Europa no es la que dijeron que iba a ser, en absoluto. Como tampoco se entiende, por todas las maneras que quieran justificar, que el BCE, nutriéndose de capital público de sus países miembros, rescate a la Banca privada en vez de a sus Estados en situación de debilidad, como ha hecho en Grecia, España, Italia o Portugal. Siendo veintiocho los países miembros de la UE, no es aceptable que no se hayan respetado los distintos ritmos de crecimiento de muchas de esas naciones, pues nada tienen que ver las economías alemanas o francesas con las letonas o chipriotas, por ejemplo, agrandándose las diferencias en cuanto al desarrollo de unos y otros.

Y por último, el problema migratorio ha estallado por falta de previsión y de voluntad política. Mientras los inmigrantes realizaban trabajos que los ciudadanos europeos no pretendían realizar no había conflicto. El choque de intereses ha surgido con la entrada masiva de refugiados que huyen de guerras y hambrunas, contiendas violentas que Europa podría haber evitado si no obtuviera elevados beneficios con la venta de armas, pues ya es notorio que Alemania y Francia expenden armamento a Turquía que el gobierno turco revende al ISIS para combatir a la jefatura siria.

Por eso el auge del nacionalismo, de la ultraderecha y de la xenofobia. Por eso los campos de refugiados, las vallas de la vergüenza y la hipocresía de una Europa para los poderosos, no para los pueblos.

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