El Volapié

El Bonillo es una nación

Con cierta frecuencia voy a Toledo por motivos de trabajo y desde que han terminado la Autovía de los Viñedos, prefiero este itinerario antes que pasar por Ocaña. A mitad de camino entre Barrax y Tomelloso hay una venta semiderruida en cuya tapia reza un lema escrito sin duda por alguna ingeniosa mano manchega: “El Bonillo es una nación”. El autor tiene más razón que un santo. La aprobación por parte del Congreso de los Diputados de que Cataluña es una nación sienta un precedente que abre, Andalucía aparte, otras muchas aspiraciones.
Imaginemos que los cantonalistas de Cartagena vuelven al activismo, en cuyo derecho están tanto antes como ahora, aunque ahora parece que nada podría impedirles salirse con la suya. Imaginemos que en Alicante cobra fuerza la idea sobre ¡qué coño pintamos nosotros en Valencia! Sobre la realidad actual de Cartagena poco conozco, pero sobre la situación presente de nuestra estupenda provincia podemos hablar, escribir, soñar y presumir tanto como queramos. Desde el norte hasta el sur, desde un lado hasta el otro, tenemos todo aquello que una nación precisa para serlo: Un hecho diferencial, una identidad histórica, una pluralidad de comarcas y de gentes, riqueza natural, industria, pesca, alimentación, turismo y un sol dorado, idiomas nativos y otros que provienen de cualquier parte del mundo, el mar mediterráneo con sus puertos y aeropuerto, playas y montañas como ningunas otras desde Algeciras hasta Estambul y una innegable hospitalidad.

La provincia de Alicante ya tenía todo esto en 1978 y a partir de aquella fecha ya pudo haber aspirado a la autonomía pues encaja perfectamente en lo dispuesto en el Título VIII de la Constitución, al igual que Murcia, Madrid, Logroño, Santander o Asturias. En aquel momento Valencia acaparó el territorio y el nombre, pero ahora la veda está abierta. El Bonillo tiene derecho a ser reconocido como una nación, y Cartagena, y Alicante, y El Alto Ampurdán dentro de la nación catalana, si se lo propone. Soñar es gratis. Los mármoles de Novelda, el vino de Monóvar y Pinoso, el turismo de la costa y del interior, alfombras de Crevillente, el calzado de Elche y Elda, la huerta de la Vega Baja, la marroquinería de Petrel, las persianas de Sax, los textiles de Alcoy, Bañeres y Biar, las industrias del plástico de Ibi, Onil y Castilla, dulces de Villajoyosa, turrones de Jijona, desaladoras virtuales que no existen ni en el forro de la cartera que utilizará Narbona cuando los socialistas ganen las próximas elecciones, figuras del toreo como Manzanares y Esplá, equipos de fútbol históricos como el Hércules y el Elche que destacarían en la Primera División Alicantina, donde también saldría bien parado el Villena, que nunca bajaría de Tercera.

Y dentro de la nación alicantina, ¿no les parece que Villena podría aspirar a algo más?, Fiestas de Moros y Cristianos de Interés Turístico Universal, Congresos Festeros, Mercado Medieval, carnavales, ruinas de interés cultural, buen vino y agua para regalar, industria, agricultura y servicios, por no hablar de Villena promesas: Centros de ocio y comerciales, institutos, comisarías, soterramientos, hospitales para monos, agencias tributarias, institutos de la seguridad social... Gran comarca y linde con las importantes poblaciones de Yecla y Caudete que podrían ser anexionadas para aumentar el espacio vital.

Lo malo de todo esto sería que algún chiflado optase por copiar los métodos con los que ETA logró que ZP, presuntamente antes de llegar al poder, se sentase a “negociar”. Que éste es un procedimiento miserable aunque a ellos les haya resultado eficaz. Que sólo de pensarlo consigue cambiar el tono esperpéntico de esta columna. ¡Viva El Bonillo!

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