El Ordenanza

El disputado voto

El Ordenanza. Capítulo 202

Escena 1

  • Buenas noches. ¿Se puede?
  • ¡Qué sorpresa, Rafael! ¿Qué te trae por aquí?
  • Pues mira, Avelino. Estaba en Madrid, con todo el follón postelectoral y me he dicho: Rafa, necesitas un respiro. Así que, he cogido el coche, he avisado a Lidia de que venía a veros y… ¡aquí me tienes!
  • También la podías haber traído…
  • Ha preferido quedarse con Emma, nuestra hija pequeña, que sale de cuentas en breve y…
  • ¡Enhorabuena, Rafael!
  • Gracias, Avelino.
  • ¡Pero no te quedes ahí, hombre! Seguro que vienes cansado del viaje.
  • No creas, es muy relajante planear sobre el asfalto conociendo las bondades del final del camino.
  • Pero sí que tendrás un poco de hambre. Pasa, por favor. ¡Aurora! ¡No imaginas quién ha venido!

Escena 2

  • ¿Así que sigues en la brecha?
  • No, no. Estoy mayor para la primera línea. Me llamaron de Ferraz para echarles una mano en la campaña… ya sabéis: conviene tener a mano a la vieja guardia para mostrar que seguimos siendo el tradicional «partido del pueblo», que quiere evitar que el monstruo del armario nos suma en el miedo. Ya no estoy en primera línea. Hace demasiado que dejé de vibrar al mismo ritmo que el partido. Estoy casi retirado.
  • ¿Por qué no lo dejas?
  • Porque me vuelve a dar la oportunidad, Aurora.
  • ¿La oportunidad?
  • Sí. La oportunidad de intentar cambiar las cosas. Aunque han pasado muchas desde que empecé en esto, sigo pensando que las necesidades prioritarias de la gente siguen siendo las mismas. Pese a todos los adelantos tecnológicos actuales, realmente la comida, el techo y el entretenimiento siguen siendo los únicos pilares vitales de los humanos. Solo se ha transformado el entorno, que ahora es virtual.
  • No me imagino al señor Cayo con un smartphone.
  • ¿Para qué lo iba a necesitar? Él se contentaba con oír los trinos de las aves, con ver cómo las abejas siguen a la reina… con contemplar la nieve posarse en los farallones del río. Recuerdo que, aquella noche, cuando Laly le preguntó si no tenía tele, casi le pareció gracioso. A mis 23 años, no entendí que alguien fuese feliz con apenas nada. Incomunicado. Creo que, a los 69, he aprendido a valorar esa nada frente a la avalancha de imperiosa conectividad que, no nos conecta… incluso diría que, cada vez, nos aliena más. Y… los políticos… si entonces no le hacíamos falta… ahora…
  • Alguien tiene que tomar decisiones…
  • Sí, Avelino. El pueblo. Es el único que merece gobernar. Aunque en Madrid sigamos armando rompecabezas para acceder a la presidencia del gobierno, lo que el pueblo necesita es, realmente, bastante sencillo: que no lo jodan o, al menos, que no sea mucho. En otras circunstancias, os seguiría dando la murga con lo de que espero que el retroceso de Vox sea consecuencia de que la gente quiere seguir avanzando en bienestar, que quieren decidir si se casan con su novio de toda la vida o con la vecina del portal contiguo, que si se queda embarazada y decide que no quiere tener al bebé, lo haga sin dar más explicaciones que las científicas y, por supuesto, que no tenga que aguantar sermones moralizantes. Que, si decido que, al final de mis días, soy un caso abocado al más agónico y clínicamente trágico de los finales y quiero acabar conforme a mis creencias, no vengan jodiendo a mis hijos con que son unos asesinos según la Ley de Moisés. Creo que, hasta las hijas de papá que votan a Vox, tienen la ventaja de poder decidir si abortan en la Seguridad Social o en Boston. Pero no os quiero aburrir con mis divagaciones sobre el Estado de Bienestar. Al fin y al cabo, Vox son los mejores diccionarios de latín-español que se han editado jamás.
  • ¡Y unos amplificadores magníficos!
  • ¡Sí!
  • ¿Os apetece que destapemos una botellita de vino?
  • ¿Tú qué dices, Rafa?
  • Por mí, estupendo.
  • ¡No se hable más! Brindaremos por el señor Cayo.
  • ¡Qué tíos, los romanos! ¡Todavía no entiendo cómo conquistaron el mundo con un idioma tan enrevesado!
  • ¡Ja, ja, ja!
  • Plubio Claudio, dic eos catapultas statim mittere.
  • Imposible de descifrar.
  • ¡Pues el arameo, todavía más!

Escena 3

  • ¡Tienes que venir a verlo, Most!
  • ¿Tiene que ser ahora, que me he decidido a colocar nuestras insignias de los Amigos de Domingo Savio por orden alfabético?
  • ¿No lo entiendes? ¡Es él! ¡Alberto Núñez Feijóo!
  • ¿Qué?
  • Nú-ñez Fei-jóo.
  • ¿Cómo?
  • ¡Joder, Most! ¡Qué cortico de entendederas eres! ¡Parece mentira que seas mi alter ego!
  • Pues explícate como es debido.
  • Que Alberto Núñez Feijóo está en mi cuarto.
  • … como lo oyes…
  • Are you serious?
  • Yes.
  • Has pronunciado ‘yes’ con doble ‘l’, Roque.
  • ¿Y?
  • Que no se dice «lles», se dice «yes».
  • Lo has pronunciado mal… no es mi culpa.
  • O sea, que vengo a contarte que el flamante vencedor de las Elecciones Generales del pasado 23 de julio está acostado en posición fetal, lloriqueando sobre la colcha de lagarterana que cubre mi cama, y tú no tienes más huevos que decirme que pronuncio mal en inglés.
  • … bueno, si pasaras más tiempo conmigo y menos con Mazón, a lo mejor yo tendría menos tiempo libre y no me dejaría la vida con el Duolingo…
  • ¡Oh! ¡Estás celoso!
  • ¿Celoso yo?
  • Sí. Celoso de Carlos.
  • ¡Oh! ¡Ahora es Carlos!
  • ¿Y cómo quieres que le diga? ¿Diego Armando?
  • No sé cuál es tu grado de confianza con él.
  • Bueno… tenemos una relación… amigable.
  • ¿Cómo de amigable?
  • Amigable y punto. ¿Ves? ¡Estás celoso!
  • Debes reconocer que las conversaciones que se filtraron antes de las elecciones le quedaron muy LGTBI… you know… lo de chupársela a alguno de Vox…
  • ¿Te atreves a poner en duda la hombría de nuestro President?
  • ¡Dios me libre! Yo solo digo que, para terminar como ha terminado, es decir, chupándosela a los de Vox, debería haber medido sus palabras, porque ha manchado su credibilidad.
  • Esa es tu opinión.
  • Por supuesto.
  • No te reconozco, Mostoboy. Te estás volviendo un comunista.
  • Mejor comunista que alinearme con los terraplanistas solo por cuatro años de poder. Cada vez te alejas más de mí, Roque
  • Entiendo que no vendrás a consolar a Alberto.
  • No. Creo que estoy saturado de vuestras estúpidas intrigas palaciegas. Sigo con las insignias.
  • Buenas noches, Most.
  • Buenas noches, Roque.

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