El Diván de Juan José Torres

El Diván de Juan José Torres

Atenazado por el miedo y la indecisión, mis escritos no iban a ningún lado, se quedaban en mi carpeta sin estrenar…

El día tres de septiembre le sugerí a mi paciente amigo Carlos Prats volver a El Periódico de Villena en una nueva sección, titulada “El Diván de Juan José Torres” y, aunque sé que puede levantar más de una suspicacia mi osadía, no me arrepiento de ello. En realidad, mis hijas, a las que siento tanta adoración desde el día que nacieron hasta hoy y las seguiré queriendo más allá de mi muerte, que espero que tarde un poco, mi invitaron a escribir en un blog, eligiendo yo el epígrafe del “El Diván del Desencanto”, en octubre de 2009. Mi incapacidad manifiesta para las nuevas tecnologías imposibilitaba cualquier indicio de esperanza, por lo que fueron ellas quienes me animaron primero y me empujaron después para publicar modestos escritos, sirviéndome de gran ayuda para su puesta a punto mi entrañable amigo Martín López.

De pequeño solía escribir anotaciones en viejas libretas y para mí era un reto rellenar una cuartilla, en blanco, de palabras y frases para darles un sentido. Así lo hacía en el colegio igualmente, así como más tarde en el instituto. Trabajo reconfortante sólo para mí, pues cuando el profesor o la profesora de turno solicitaban leer en voz alta las libres redacciones o textos temáticos, yo me bloqueaba incomprensiblemente, invadiéndome un complejo de inferioridad que me duró años, aterrado en esos momentos de hacer el ridículo y convencido de que los trabajos de otros alumnos iban siempre a resultar más brillantes y, aunque pensase que era lo suficientemente digno, no me atrevía bajo ningún concepto.

De modo que, atenazado por el miedo y la indecisión, mis escritos no iban a ningún lado, se quedaban en mi carpeta sin estrenar y luego, absolutamente frustrado, me deshacía de ellos. Hasta que transcurridos ya muchos años y con mis hijas pendientes ya de estos deslices, me convencieron ellas de no desprenderme de nada que acabara en la cubeta de la basura, como he comentado antes. Inicié así el citado blog, siempre con enlaces musicales, pues he de confesar que me resulta difícil escribir sin que me acompañe una buena música, porque en cierto modo me inspira, ya sea su letra, relacionada con la historia que pretendo contar, o su propia melodía, que en ocasiones me seduce de tal modo que logra abducirme completamente.

En el año 2010 me comprometí a publicar artículos en EPdV para su edición en papel, hasta que dejó de imprimirse para reconvertirse en soporte digital. He estado colaborando en este medio con la lealtad suficiente y la mejor dignidad posible durante ocho años, desligándome luego por razones personales y remitiendo crónicas ya muy puntualmente. La gran mayoría de estas gacetillas versaban sobre temas políticos, nacionales o internacionales, procurando siempre, más que incendiar el debate, instigar a la reflexión y sin perder nunca la certeza de que eran artículos de opinión, sujetos siempre, sin embargo, a las críticas y a las discrepancias; unos, lógicamente, con cierto acierto, y otros, los más, con imperdonables torpezas.

Pero donde siempre me he sentido más cómodo, más a gusto, más libre, ha sido en el blog, El Diván del Desencanto, al huir con frecuencia de la evocación de temas de actualidad, casi siempre de índole política, que encorseta, etiqueta y en ocasiones consigue que se pierda la imparcialidad. Por eso la mayoría de mis entradas en esta ventana, ya en desuso en las nuevas tecnologías, por más que irrumpieron con mucha esperanza, son de temas cotidianos, de la observación de la vida misma, de cosas que nos pasan y ocurren todos los días, respecto a sentimientos, estados de ánimo, expectativas o fracasos. La pretensión inicial era consolidar un blog intimista y que abandoné en 2015 por una crisis personal.

Con el gusanillo siempre latente, con el rabillo del ojo desempolvando esos viejos relatos, deseaba retomar esa esencia, pero no en el blog ya casi caducado, sino en El Periódico de Villena, al que tanto debo por su confianza desde hace tantos años. Es por eso que le pedí a Carlos, su alma mater, la oportunidad de redimir textos arrinconados, absolutamente ocultos en el olvido y readaptarlos en formato de artículo en estas páginas digitales; eso sí, con los correspondientes enlaces musicales para respetar la antigua configuración del blog. Gracias a la permisividad del director de este diario digital y a la confianza que me otorga una vez más, vuelvo al EPdV con esta nueva sección.

Y mientras esto escribo, escucho “Ave Mundi”, del compositor y músico portugués Rodrigo Leao. Sólo deseo que les agraden las lecturas y disfruten de sus músicas.




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