El Diván de Juan José Torres

El Tribunal de los Cuentos

La última inocentada macabra ha sido obra del Tribunal de Cuentas, que gracias a una investigación se ha sabido que de sus 700 empleados, por lo menos un centenar lo eran por enchufismo del duro y del puro. Cuñados, hermanos, primos, sobrinos allegados… Increíble pero cierto. Resulta que este Tribunal es el supremo órgano fiscalizador de las cuentas y de la gestión económica del Estado y del sector Público. Además, todos los miembros del Tribunal son nombrados por el poder legislativo, seis por el Congreso y otros seis por el Senado.
Esto, parece ser, les da derecho a que ellos mismos y entre sí se hagan favores mutuos: yo te coloco a tu cuñado y tú a mi mujer. Luego tienen la desfachatez de expedientar a partidos por vulnerar la Ley de Financiación, que estará muy bien si han incumplido las normas, pero que empiecen por cumplir con códigos éticos y morales sus propios reglamentos internos, sin vulnerar la ley.

El problema ya no es que este Tribunal no haya hecho las cosas bien, es que ha sido consentido por ignorancia o por complicidad. Si quienes debían vigilar a este Tribunal no lo han hecho, o son cómplices o son tontos. Sean una cosa o la otra manifiestan una incompetencia escandalosa. Si son tontos y les puede la ignorancia no deberían ocupar sus funciones por expresa ineptitud; si lo sabían y callaron es una complicidad denunciable.

El caso es que su Presidente, Ramón Álvarez de Miranda, hijo y nieto de valerosos personajes de la política española, acaba de decir que aunque han existido irregularidades van a poner todos los mecanismos que hagan falta para que no se vuelvan a producir. Y el PP y el PSOE dan por buenas las explicaciones y la declaración de intenciones. Ya está. Asunto archivado y a pasar página.

Yo, que sigo indignado por muchas cosas y confieso que sin ninguna gana, no acabo de comprender cómo este señor no ha dimitido de su cargo. Pero me entristece más que el Presidente del Gobierno, Rajoy, no le haya cesado fulminantemente. Estas cosas sólo pasan en este país y me avergüenzo de ello.

Y si esto pasa en el Tribunal de Cuentas ¿qué pasará en otros Organismos o Instituciones del Estado? ¿Quién controla? ¿Quién vigila? ¿Quién fiscaliza? Si el Tribunal que está para eso, para controlar desmanes y desmadres no lo hace en su propia casa, ¿qué esperamos que haga para los demás?

Pues eso, que vivimos en un país de sinvergüenzas que nos avergüenza a las personas de bien. Por eso, si salen Albertos Garzones o Pablos Iglesias que corten de raíz estas tonterías y abusos no seré yo quien se lo impida, es más, les ayudaré para que lo que huele a podrido, porque está necrosado, se limpie bien para que se regenere la ética y la honestidad política.

Yo sé que esta confesión no le hará gracia a mucha gente, pero es que a mí tampoco me hace gracia tantos años de ineptitud y ceguera de los partidos que nos gobiernan o nos han gobernado. Necesitamos instituciones inteligentes, ágiles y eficientes, no museos de familiares y amigos. Porque si estas cosas no se cambian por dentro habrá que cambiar los nombres: El Tribunal de los Cuentos.

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