El Volapié

Elena de Borbón “Niña de la Zarzuela”

El pasado fin de semana tuvo lugar la madrileña Feria de Otoño, lo que significa que sólo restan las Ferias del Pilar –en Zaragoza– y la de San Lucas –en Jaén– para que se cierre la temporada española 2011 la próxima semana.
Cuando un aficionado tiene la ocasión de asistir a los festejos que se organizan durante estos ciclos –incluiré la pasada Feria de la Merced en Barcelona– se da cuenta de lo absurdas que son las discusiones sobre si el día 7 debe haber toros en Villena.

Excepto en nuestra ciudad, en todos los lugares citados –e incluso en los pueblos con plazas de tercera– las corridas de toros se anuncian de la siguiente manera. Una buena mañana, uno se acerca a la cafetería de costumbre y se da cuenta de que en la cristalera del escaparate hay un cartel anunciando toros para el domingo. Y ya está.

Lo que viene sucediendo aquí no tiene nombre y además para que luego no pueda verse el espectáculo en su integridad. En lo que se refiere a los toros, porque en los tendidos las flamencas y toreros sí que dan la nota con sus sorprendentes, originales y nada previsibles disfraces, mientras en el ruedo hay unos hombres jugándosela. Y si no que se lo pregunten a Rafael Rosa, que vaya paliza se llevó y menudo susto nos dio.

Cuando se está entrando en la Plaza de Las Ventas, siempre se tiene la certeza de que la estampa y el trapío del toro serán irreprochables. Luego ya se verá si tiene clase, casta o bravura, porque eso es harina de otro costal.

El sábado tuvo lugar un esperado mano a mano entre Iván Fandiño y David Mora –los dos toreros revelación de la temporada– y la empresa Taurodelta los quiso poner en competencia ante una corrida de Gavira. Previamente se hubieron encargado de que los aficionados nos tragásemos aquello de que las reses iban a ser cuidadosamente escogidas. Sin embargo el ganado resultó brusco y peligroso, lo que convirtió lo que debía ser una corrida organizada para premiar a los meritorios diestros, en una mirada al pasado, a la antigua lidia de comienzos del siglo XX donde se juntaron el valor y el honor de los toreros, los toros de instinto asesino y el miedo frente a la vida o la muerte, que no anduvo muy lejos.

Pasamos auténtico miedo mientras Iván y David se jugaron la vida sin posibilidad de lucimiento pero demostrando que diestros de esta raza son las verdaderas figuras del toreo.

Como buena figura resultó la de Doña Elena de Borbón presenciando la corrida en el Palco Regio acompañada por sus hijos Froilán y Victoria Federica. Y digo yo que ya que no podemos prescindir de los servicios de Su Majestad, sería un detalle que este diese tratamiento de igualdad a sus hijos –como hacemos el resto de los españoles– e hiciera la pirula para que al menos tuviésemos una reina aficionada a los toros en vez de otra aficionada al bótox.

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