Vida de perros

En ocasiones veo… ¿muertos?

No voy a ser yo el pervertido que venga ahora a intentar sacar los colores a la última y lucida Feria del Campo. Aún advirtiendo que lo de Campo ya no trata de eso, de campo, sino de un conjunto de siglas buscadas con acierto a posteriori para incluir todo lo que de verdad se aglutina y para prevenir comentarios sobre intromisiones debidas al concepto unificador.
Aún advirtiendo la razonable edad de la actividad, doce años dan para más que para comprar únicamente el pan a la salida del colegio. Aún advirtiendo el interés despertado en las empresas susceptibles de participación, la creciente capacidad de convocatoria, la satisfacción visible tras su realización. Aún advirtiendo todas y cada una de las razones enunciadas así como alguna más que dejo de destacar. Aún advirtiendo que con semejante titular e introducción no haga otra que inducir a la desconfianza y a la batalla. Aún así, aún alegrándome de que no se efectuara el recuento de asistencia para batir el tuntún que supusieron las 135.000 personas del año anterior. Aún así, desdigo queridas personas, algo tengo que decir de la Feria del Campo.

No creo que semejante monstruo, permítanme el uso cariñoso, pueda perecer con un mal frío temprano. Lo que sí creo es que algunas cuestiones comienzan a escapar a nuestro entendimiento. Creo que quizás nuestra popular feria debería ya dar paso a un proceso de estudio adecuado a su configuración. Hemos sido capaces de parir una idea que ha ido tomando cuerpo, engordando, haciéndose carne, sustancia, y ha llegado (ya llegó hace tiempo para el gusto de éste que escribe) el momento en que la criatura necesita recibir una educación, el momento de encaminarla a buen puerto (que dijo aquel). Nuestro fruto ha sufrido procesos que mayoritariamente consistieron en absorber o excluir otras pequeñas iniciativas; artesanía festera, feria del vino, asociación de comerciantes, e incluso mini ferias realizadas por alguno de los participantes. Las innovaciones, aportaciones del ayuntamiento o de particulares han tomado cuerpo en pequeñas atracciones o en concursos. En la presente edición se ha llegado más lejos al dar cabida dentro del evento a una fiesta con idénticas características a las que se han venido realizando a lo largo del verano. Fiesta que no entro a criticar ni en su sentido ni en su ejecución, pero que como las fiestas anteriores parece haber entregado las palabras mágicas a quienes responden en materia juvenil y cultural ante la ciudad: fiesta, música, luces, premios, gogós…

No voy a ser yo el pervertido que tras el éxito de la Feria en su conjunto venga a decir que el evento comienza a pedir a gritos alguna ayuda profesional para continuar adelante. Y si un año disfrutamos de un concierto y otro de una fiesta, si este año nos entregamos a las palabras de Maldonado o a las catas de vino, tales sucesos tendrán que ser estudiados, previstos, buscados. Porque aunque no sea yo quien lo diga, en ocasiones parece y sucede que la suma, la acumulación, funciona, pero que otras veces no, y otras al tiempo deja de funcionar. La tarea de configurar y guiar la presente Feria del Campo comienza a necesitar un proyecto concreto, abierto y participativo. Un proyecto de estudio como el que requiere la construcción de un edificio o el diseño de iluminación de un espectáculo, trabajos para los que solicitamos la intervención de personal cualificado. Un personal técnico que sea capaz de enfocar nuestra idea, nuestro boceto, para crear un producto sólido sobre el que ya sobre nuestro gusto elijamos materiales o colores, un producto no menos nuestro y de nuestra responsabilidad. Sí seré yo quien diga que tenemos una idea ya materializada y bullente, un atractivo para nuestra ciudad que contempla un amplio abanico de alternativas, adhesiones e intervenciones. Tendré que decir también que espero y deseo que tal iniciativa comience cuanto antes a conducirse hacia el futuro.

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