Vida de perros

Feria de muestras 2018

Acabo de comprobar que han pasado ya tres años desde que escribí alguna palabra acerca de este vetusto evento que da inicio a la temporada otoñal en nuestra ciudad. La Feria de Muestras –Feria del Campo, C.A.M.P.O., o Muestras Villena– cumple veintitrés años en esta ocasión, y como muchas cosas nacidas a mediados de los noventa, todavía no encuentra su lugar en el mundo. Cosas del milenarismo, supongo. Aunque en este caso, La Feria de Muestras parece tomar más poso del pasado siglo que del presente milenio. Es algo así como que sin oler a rancio tampoco traiga aromas de modernidad.
Hay quien piensa que las cosas, los espacios, los eventos, se van formando una personalidad a lo largo de sus años de existencia. Que las personas que los han poseído, el trato que han tenido, las vicisitudes por las que han transcurrido, les impregnan una especie de carácter. Nada más lejos de la realidad, me temo. Porque aunque la idea no sea desacertada, ese carácter no es propiedad del objeto, no es algo que él pueda transmitir, sino que proviene de nuestra mirada sobre él. Mirada cargada con ese conocimiento sobre su historia. Y en este caso hablamos de una Feria que ha pasado por las manos de cinco equipos de gobierno locales, y que ha sobrevivido a grandes momentos económicos como la entrada del euro o la crisis de 2008.

Pero si miramos su historia más cercana, más cutánea si lo prefieren, percibiríamos cierta inseguridad, falta de identidad, apreciable quizás en esos continuos cambios de denominación. Algo que también reflejan esos continuados cambios de amistades: Feria de Artesanía Festera, exhibición ecuestre, concurso canino, conciertos nocturnos… Amistades que en cualquier caso no dan la impresión de intimar con el evento para crear un todo, sino que aparecen como los factores de una suma en la que no se presenta un resultado final.

Y así aunque este año dediqué unos momentos cada día a la Feria, sin acudir a ninguno de los eventos paralelos, tampoco conseguí encontrar una homogeneidad que dotara de una personalidad perceptible a este evento. Y no descarto que quizás quienes sí sientan esa impronta sean esas empresarias y empresarios que junto a su personal han pasado mañanas y tardes ocupándose de sus espacios, de sus expositores, que han visto pasar por la Feria a miles de personas y han visto desarrollarse las decenas de actividades programadas. En tal caso el planteamiento continuaría siendo confuso para el público ocasional, al que parece demandársele de alguna forma mayor presencia y participación. Un público que quizás también pueda estar necesitando alguna pista sobre el evento en el que participa, para que se dé eso: participación, y no se convierta en una mera visita.

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