El Ordenanza

Flannagan

El Ordenanza. Capítulo 83

Escena 1

Para ser un Flannagan tienes que haber vivido cosas, pero no cosas cualesquiera, sino cosas que ponen los pelos de punta. Ser un buen Flannagan, un Flannagan en condiciones (al menos), es algo… cuántico: cuando uno viene a este mundo puede ser o no serlo. Sería algo así como… el Flannagan de Schrödinger. El resto depende un poco de los factores que, a lo largo de los primeros años de la vida del Flannagan, influyan en ella de una manera u otra. Normalmente es de otra.

En el colegio, por ejemplo, sería aquel que le da el bocadillo al abusón antes de que se meta con él. Luego, cuando crece, el vocablo está más definido: un pinfloi.

¿Saben que hay padres (unos 600 y pico), en este planeta, que tienen los santos huevos de poner Flannagan a sus hijos varones? ¡Como lo leen! Es el nombre número 8.984 de los nombres más populares en una prestigiosa revista de puericultura. Claro que, históricamente, ha habido Flannagans muy conocidos, como Rodríguez-Sahagún.

Si tiramos de etimología, Flannagan viene de un apellido irlandés, algo así como “Flannagáin” y que deriva de “Flann” (rojo) y un sufijo diminutivo. Significa “rubicundo” (rojico). Yo también flipé.

El mismísimo e irrepetible Gustavo Adolfo, podría haber explicado, mejor que nadie, qué es un Flannagan. Imagínenlo:

¿Qué es un flannagan?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul;
¡Qué es un flannagan! ¿Y tú me lo preguntas?
Un flannagan… eres tú.

Escena 2

  • Buenos días, Avelino. ¿Entra?
  • Sí, señor alcalde. He salido un momento a buscar un café al bar y estaba disfrutando del solecito antes de retomar la marcha.
  • Buenos días, ¿para pedir un permiso de obras?
  • Buenos días, pase conmigo y le indico.
  • Muchas gracias.

Escena 3

  • Verá usted, es que hace unos cinco años que me divorcié. Mi mujer… era muy fogosa. Al principio estaba bien, no crea, pero luego se volvió peligrosa. El caso es que, un día, le sorprendí hablando por teléfono con una amiga… le decía que estaba insatisfecha. ¡Insatisfecha!¡Tras veinte años de matrimonio! Y, digo yo, si fingía todos sus orgasmos, ¿para qué me arañaba y mordía? Una vez, me dio tal sopapo que me estuvo pitando el oído quince días. ¡No le digo más!
  • … me hago cargo pero…
  • Pues hace dos semanas, estaba yo afeitándome y, de pronto, me vino su imagen a la cabeza. Me distraje por unos segundos, con tal mala fortuna por mi parte, que me corté justo aquí, encima del labio y comencé a sangrar en abundancia. Me fui a curar con alcohol y gasas. Sin darme cuenta, me apoyé en la pared, justo en un azulejo que estaba falso y, al reincorporarme, se me quedó pegado en el codo y, con él fueron detrás todos los de esa pared y…
  • Disculpe un momento. Santiago, ¿puedes atender a este señor?

Escena 4

  • … entonces, se me cayeron todos los azulejos de esa pared, rompiendo la cisterna e inundando todo el cuarto de baño. Es una casa antigua, ¿sabe, señorita?
  • A los pocos minutos, aún no repuesto, oí un ruido en el garaje. Bajé rápido la escalera y, al mirar hacia arriba, vi que una humedad salía en la escayola del techo y, antes de que pudiera santiguarme, éste cedió junto con la bañera, que fue a caer encima del coche, que si me pilla bajo, me cepilla.
  • Señor, puede trasladar toda esta información en su solicitud…
  • Fue entonces cuando el armarito del baño se precipitó sobre el lavabo, con tanto tino que, una de las bombillas impactó contra el algodón lleno de sangre y alcohol, que se incendió como un ninot. Por si fuera poco, las cortinas de la ducha ardieron como la tienda de campaña de un boy escaut de esos y prendieron la puerta. Ya sabe lo que ocurre cuando una puerta, de esas que llevan el panel de cartón dentro, entra en contacto con las llamas…Pues... ¡yavestruz! A estas alturas, yo andaba subiendo para salvar las pocas pertenencias que poseo, cuando me di cuenta de que una grieta sesgaba la escalera: los escalones de la parte de abajo cayeron como fichas de dominó, impidiéndome retroceder. No podía bajar.
  • ¿Estaba atrapado?
  • Efectivi Wonder.
  • Y ¿qué hizo?
  • Pues subir. ¡No me iba a quedar en la escalera!
  • ¡Claro, claro!
  • El caso es que llamé a los bomberos, me dijeron que venían pronto y que me tranquilizara. Así pues, me fui a la cocina, me destapé una cerveza e intenté pensar. Llegaron los bomberos. Lo controlaron todo rápido y pudieron bajarme sano y salvo. Bueno, con el corte del afeitado.
  • Entonces, ¿usted viene a por un permiso de obra mayor?
  • ¿Podríamos dejarlo en “intervención”? Es que, como mi mujer me dejó más tieso que la mojama con el divorcio, no pude pagar el seguro.
  • ¿Esto es en serio?
  • Totalmente.
  • Lo intuía. Ya le vale a Santiago.

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