El Diván de Juan José Torres

Frente al poder del bipartidismo, el poder de la gente

Sí, ya sé que la segunda parte del título corresponde al slogan de una formación política que concurre a estas elecciones europeas y que, por supuesto, votaré. Pero no es mi pretensión en este artículo expresar mi intención de voto, sino argumentar el problema, para los ciudadanos de a pie, del poder del bipartidismo. Desde que Adolfo Suárez gobernó en el país con UCD y le forzaron a dimitir desde la Casa Real y desde su propio partido, porque la crecida de enanos desde dentro gestaba el ingreso de militantes a las filas de Alianza Popular y lo dejaban solo, se han ido sucediendo los gobiernos del PSOE y PP. Felipe González, José María Aznar, Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy.
Muchas frases célebres he escuchado desde entonces, desde el “puedo prometer y prometo” al “y por consiguiente o por el cambio”, desde “España va bien” al “no hay crisis, sino desaceleración económica”, o la última “no subiré ni el IVA ni los impuestos”. El caso es que Felipe nos metió en la OTAN cuando se manifestó en contra de los bloques militares, más tarde reventó su gobierno por los escándalos de los Fondos Reservados y con las manos llenas de dinero y de sangre su cúpula de Interior. Aznar nos implicó en una guerra absurda, la de Irak, llevado por la codicia de Bush cuando no había armas de destrucción masiva. ZP no se enteró de la película de terror que nos venía encima y Rajoy incumple su programa y se pliega a las exigencias de una Europa neoliberal y una Banca ambiciosa.

Y miren por dónde estamos jodidos y desesperados, rodeados de recortes, de subidas, de futuros inciertos, de imposiciones por reales decretos, con menos dinero, menos trabajo, menos expectativas y con más miedo. Mientras, aquellos políticos que por su irresponsable gestión arruinaron las arcas siguen en las listas y dispuestos a repetir, y otros que metieron la mano donde no debían siguen riéndose de la Justicia porque es benevolente con ellos, lenta como una tortuga y con penas, en muchos casos, administrativas, no penales.

Lo único que sé es que populares y socialistas se han turnado en la gobernabilidad de este país y esto no está ni mejor ni peor, está horrible. Y también sé que utilizan distintos lenguajes dependiendo si están en el poder o en la oposición. El PSOE diseña un lenguaje radical y de izquierdas en la oposición y cuando gobierna obedece las mismas consignas económicas e internacionales que dictan desde fuera. El PP cuando gobierna, como ahora, no cuenta con nadie y ejecuta una política conservadora, y cuando no está en el gobierno gira hasta posiciones centristas.

Julio Anguita, hace veinte años, ya dijo que uno y otro estaban en la misma orilla y casi lo crucifican. El tiempo le está dando la razón. Vean si no los últimos discursos de Felipe González, refiriéndose a un pacto entre PSOE y PP en los asuntos de Estado. ¿Es casual? No. ¿Es gratuito? No. ¿Es una opinión a la ligera? No. ¿Por qué lo dice entonces? Porque lo que no desea, bajo ningún concepto, es que se rompa el bipartidismo, porque saben que es la única forma de gobernar, alternándose, colocándose, asegurando sus privilegios. Ningún líder de ambos bandos critica “las puertas giratorias”, esas que permiten salir de la política para fichar por un Consejo de Administración de los bancos, de las eléctricas, de las aseguradoras… Salen de la escena pública y entran a la escena privada, con sueldazos, con privilegios, con influencias de poder.

Y ni Rubalcaba se opone a estas prácticas ni tampoco Rajoy. Ni Cañete ni Elena Valenciano. Lo mismo de lo mismo. De acuerdo ambos lados hasta en la Amnistía Fiscal, para protegerse ellos mismos mientras sablean a los ciudadanos. De acuerdo los dos partidos hasta en los viajes en clase preferente desde Bruselas a Madrid. Hasta están de acuerdo en proteger los escándalos de la Corona y en no modificar la Ley Electoral, porque les beneficia por secula seculorum…

Así que, como ya está bien, será necesario romper la baraja para que no jueguen ellos solos, porque hay otras alternativas con pensamientos distintos y planteamientos más honestos. Me cuentan que si éstos gobernaran harían lo mismo. Puede ser, porque el poder es tentación y dice que corrompe. Pero yo mantengo el margen de la duda, porque a favor de otras opciones puedo argumentar que si tuviesen ambiciones de poder no estarían en formaciones más pequeñas, sino en caballos ganadores.

Y yo, como sigo siendo un soñador utópico y romántico, seguiré optando por aire fresco, por gente noble, por personas honradas. Y ya no miro por mí, sino por mis hijas o por mis nietos si los tengo. Porque es necesaria una regeneración política y que regrese la ética, la decencia y la dignidad perdida.

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