Vida de perros

Habrá corrida el Día 7 (y 2)

Me siento raro leyendo todos esos debates que parten de la manifestación que se realizó en nuestra Plaza de Santiago por un grupo de personas con la intención de exponer unas ideas frente a la Junta de Gobierno Local, que coincidiendo en lugar, fecha y hora, se reunía y trataba el asunto de la celebración de una tarde taurina durante nuestras fiestas locales, el día siete. Pero bueno, decía que me siento raro escuchando todas las opiniones que en la calle, el bar o los foros, argumentan a favor o en contra. Las variantes son complejas: fiestas populares, tradición, aficiones personales, respeto, sufrimiento animal, respeto…
La mezcolanza que además se crea cuando al tema del evento taurino se añaden los costes de la plaza, las declaraciones de Podemos, el modo de alimentarse de cada cual, la ideología, la Historia, la historia, la estadística, la cruenta y desproporcionada masacre en la Franja de Gaza, los datos nacionales de Empleo, el mismo concepto de Libertad y las mismísimas expectativas del PIB… La mezcolanza, decía, presagia mínimas posibilidades de entendimiento. Ya no de eso, es decir de posibilidad de éxito, sino de concluir el tema en cuestión, de sacar conclusiones. Creo que dentro del grupo de las cosas que no deberían someterse a cuestionamiento está la oposición a las corridas de toros: como lo que son más que en lo que representan. No digo por ello que quienes manifiestan esta oposición tengan la razón. Digo que parten de un sentimiento verdadero y vital: el objeto es el animal, no la celebración ni la ceremonia. Lo que debería centrar la conversación hacia este asunto primario.

Que alguien no desee, que desee evitar las fatalidades que un destino impuesto le reserva a un animal, no parece encerrar nada maligno. Que a alguien le parezcan brutales las heridas que el picador infringe al animal hundiendo varios centímetros de acero en su piel. Ver la sangre a borbotones. Que alguien se sobresalte al ver asentarse las banderillas en el cuerpo de la bestia, y se muestre aprensiva al pensar en la punta de flecha dentro de la carne que debe desgarrar para salir, no parece esconder ningún sentimiento nocivo. Y si alguien cierra los ojos cuando un señor se acerca al majestuoso animal ahora tumbado, sangrante, con la lengua fuera de la boca, y hunde la “puntilla” en el cráneo del cuadrúpedo, y los cierra para no ver la enorme y regia cabeza de imponente cornamenta caer a peso al suelo, vacía, abrazada por aplausos y miradas hacia el palco que juzga la labor torera… Que alguien cierre los ojos no es un artificio.

No me mezclen, queridas personas, ya lo he dicho, alguna salida de tono en la discusión. Sería de provecho una discusión limpia entre quienes apoyan la tauromaquia y quienes se posicionan en contra con un espíritu movido por la defensa del animal. Sería interesante, me gustaría escuchar todos los argumentos. Y digo todos haciendo justicia a ambas partes. Todos los argumentos, que nos harían enriquecernos, que no quizás convencernos. La tradición contra la razón, una vez más. La liturgia frente a la objetividad. Porque si nos limitamos a describir los acontecimientos que suceden en una plaza de toros, con una mirada ajena al ritual, como miramos a las mujeres jirafa por ejemplo, entonces, fuera de “religiones”, sería una postura natural oponerse a esa larga agonía del animal, a esa encerrona, a esa traición. Pero si ustedes lo ven de otro modo, lejos de argumentos sobre la extinción de la raza, o de argumentos que suman a sus filas el falso fulgor popular que ustedes mismos desprecian (somos cuatro mil pero solo cien se salvan de la infamia), entonces afrontémoslo cara a cara. Puedo entender que ustedes amen y defiendan la tauromaquia, que sean personas de honor y honra, y se vean en medio del populismo y del contrario.

Seré presuntuoso y diré que esto se acaba. Seré respetuoso y les respetaré acabar con honor y honra. Todo lo demás, lo saben ustedes y yo, es una exaltación en manos de la ignorancia festiva y de los intereses políticos, ninguno realmente les ayuda ni les vale, vivirlo así creo que tampoco es lo que ustedes quieren.

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