El Volapié

La gripe de los hipócritas

La hipocresía es el fingimiento de sentimientos contrarios a los que verdaderamente se experimentan y que apenas se diferenciaría en nada de la mentira si no contásemos con el matiz de la incoherencia.
Las opiniones deben ser respetables, los sentimientos son sagrados y las obras son amores. Tan sólo hay algo que objetar cuando alguien defiende lo contrario de lo que cree, cuando alguien emplea diferentes varas de medir y cuando se sale del ordenamiento jurídico, pero para eso ya está la legislación vigente con sus gozos y sus sombras, contra la que nada podemos hacer.

Uno de los sentimientos más contrapuestos a los míos puede ser el antitaurinismo. El antitaurinismo por sí solo es de lo más natural, porque tan natural es que yo disfrute con la lidia de un toro como que otro resulte herido en su sensibilidad. Otro sentimiento igualmente contrario a los míos es la disposición favorable que algunos tienen por el asesinato de seres humanos cuando se encuentran en el vientre materno. Tal cual se podría aceptar Biescas como parque acuático, podríamos considerar como igual de natural el parecer de los abortistas como el de los que defendemos a ultranza la vida humana en cualquiera de sus manifestaciones y fundamentalmente la de los más inocentes, la de los que de verdad carecen de culpa.

Fusionando ambas opciones, resulta sencillo encontrar dentro del gremio de los antitaurinos, aquellos que por un lado sienten como propios los puyazos que reciben los toros delante del morrillo, y por otro lado se manifiestan favorablemente y sin reparos ante lo delicado de un aborto. La incoherencia es la débil trama que diferencia a la hipocresía de la mentira, y resulta muy útil para descubrir a los tramposos. Cuando se sigue investigando y atando cabos, se llega a la conclusión de que una facción de estos antitaurinos son también favorables a la eutanasia y contrarios al exterminio de los mosquitos, favorables a la inmigración ilegal y contrarios a la caza, amantes de la colectivización y propietarios de bienes muy interesantes, amantes de la ecología y consumidores de aire acondicionado, amigos de la flora y la fauna pero conductores de vehículos de gran cilindrada, fomentan las zonas paisajísticas y transigen con la explotación de canteras en dichas zonas… Hipócritas, mentirosos e incoherentes que forman una pandemia imposible de combatir. Para llegar a esta conclusión sólo me falta contarles que también acuden a ver corridas de toros cada vez que tienen ocasión.

Como a veces tengo la pesadumbre de que alguien pueda pensar que no me estoy expresando con claridad, recalcaré que existen otros tipos de antitaurinos formados por quienes defienden la vida de cualquier ser vivo, cualquiera que sea, incluidos los nonatos y cargando sus actuaciones con las especies protegidas. Consagran su vida a esta causa y, aunque en lo referente a los toros discrepo con ellos, se merecen todo mi respeto por su coherente compromiso vital.

No así, insisto, los otros, porque alaban o fustigan a capricho según se les apetece.

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