Desde el acantilado

La puntilla

A punto de dar las cinco tarde y con un sol abrasador, nos dispusimos a contemplar la que suponía gran corrida de la “legislatura”. Los sones de la Banda Municipal resonaban en la plaza al compás de Amparito Roca y el lleno era tal que parecía que iba a ser la última vez en la que se iba a poder ver el coso de Villena.
En primer lugar hizo su paseíllo la alcaldesa Dª Vicenta rodeada de sus subalternos, entre los que se encontraba el afamado Pepe Ayelo, “el de la Casa de la Cultura”. Tras la gran figura del cartel aparecieron Los Verdes e Izquierda Unida con Antonio Pastor a la cabeza y Montilla y Rosario Belda como miembros principales de la cuadrilla. El mano a mano entre ambas cuadrillas se nos antojaba histórico, algo no visto en los últimos años por estos lares.

Tras el saludo reglamentario a la presidencia, ambas cuadrillas se dirigieron al callejón y los burladeros para ver aparecer a los diferentes morlacos que les habían caído en suerte. Se abrieron las puertas de los toriles y Dª Vicenta se aprestó a recibir a su primer toro al que con agilidad y firmeza en sus manos toreó sin apenas inmutarse. El animal recibía por nombre Centro de Ocio y tenía unos cuernos que parecían sacados de la ganadería Miura. Tras la suerte de varas, ejecutada con maestría por Andrés Martínez, el archiconocido Antonio Pastor realizó el primer y único quite de la tarde y tras recibir una calurosa ovación, se lanzó al ruedo el renombrado Ayelo para ejecutar con garbo y salero un tercio banderillas que haría sentir envidia al alicantino Luis Francisco Esplá. Realizó quiebros y requiebros, entró por los adentros y en el último par fue de cara al toro llevándose un pequeño susto; cuánto valor demostró. Dª Vicenta realizó una faena desigual terminando con una estocada caída y cuatro descabellos, desde el tendido se escuchaban los primeros pitos de la tarde.

El tiempo empezó a estropearse cuando apareció el segundo de tarde, llamado Aparcamiento, aparecieron los primeros nubarrones y el graderío empezaba a temerse lo peor. El maestro Pastor no tuvo una de sus mejores tardes, se notaba que podía ser una de sus últimas actuaciones antes de su despedida el próximo 27 de mayo. A su vez los subalternos tampoco se encontraron cómodos a pesar de los ánimos que desde algún sector del público gritaban “Montilla, Montilla”. El toro terminó volviendo vivo a los toriles puesto que ninguno de los tres de la terna rojiverde se atrevió a matarlo. La bronca seguía en aumento y el ambiente olía más a espantá que si hubiera toreado Curro Romero.

Cuando apareció el tercer toro, zaíno, astifino y al cual le pusieron de nombre de Adjudicación, el semblante de Dª Vicenta y su cuadrilla ya no era el mismo. Aun así, Ayelo seguía intentando ver la forma en la que podría darle un pase. Lo probó al recibirlo de rodillas y recibió un primer revolcón; rápidamente salió toda la cuadrilla en su ayuda y la cosa no pasó de un susto. Sin embargo, desde la posición de comentarista apreciamos cómo el enfado en el callejón era monumental; de repente la cuadrilla rojiverde se retiró, “nosotros ahora no” se les oía decir. La faena de Dª Vicenta transcurrió con más pena que gloria, las almohadillas caían al albero, la bronca era histórica. No pudieron entrar a matar y la segunda plica tuvo que salir a dar la puntilla. La corrida no pudo ni terminar, tanta expectación para nada, y así los últimos cuatro años.

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