La Rockola de Fernando

La Rockola de Fernando: ¿Emprendequé?

Desde hace ya unos años para acá, se oye con insistente machaconería una palabra que se nos antoja casi como nueva: emprendedor, como si de golpe y repente nos halláramos ante un fenómeno de reciente creación. Y es que las palabras tienen más fuerza de la que nosotros somos capaces de darle.
Emprendedores nunca han faltado en este país ni tampoco en ningún otro. Villena misma es una buena muestra de ello con la de cientos de pequeños, medianos y grandes negocios o empresas que pueblan su geografía y que tienen un algo en común en su casi totalidad, una idea que se transformó en acción y que con el paso del tiempo se convirtió en las firmas que hoy todos conocemos. No obstante, este pequeño escrito no viene a reconocer el merito o la valía de estos empresarios, sino a hacer ver la diferencia que existe entre ellos y entre otros muchos que hoy en día y desde diferentes instancias oficiales nos quieren hacer ver como tales.

Hasta no hace demasiado tiempo, la palabra como tal casi que ni se utilizaba, simplemente aludíamos al nombre propio de alguien que, de una idea, creaba una empresa y a partir de ahí lo bautizábamos como empresario. José Barroso, Juan Roig o Amancio Ortega son un buen y exitoso ejemplo de ello; personas que tuvieron una idea y llevándola a cabo llegaron donde se encuentran hoy en día. Sin embargo, con la llegada de la crisis es cuando se empieza a oír más que nunca la palabra y lo más preocupante es que sea el gobierno, o mejor dicho, los gobiernos, tanto el central como los autonómicos, quienes desde esta palabra intenten esconder su más absoluto fracaso en materia de empleo.

2007 supuso el final de la enorme burbuja de la construcción que se había formado en España y con ello el principio de la crisis que nos ha asolado desde entonces. Con la caída en picado de la construcción, vino la caída de los muchos sectores que directa o indirectamente van ligados a ella y con ello, como lógica consecuencia, el aumento de las cifras del desempleo, y dentro de las mismas dos franjas de población que se ven más afectadas que otras. Por una parte el desempleo llamado juvenil y que es el que más preocupa a todo el mundo, y otro que muchas veces ni se menciona y que sin embargo y para mí es mucho más preocupante que el primero: el desempleo de los mayores de 45 o 50 años.

Y entonces, en un país que tradicionalmente había sido de funcionarios o de gente de esa que trabajaba en una empresa donde el empleo era "para toda la vida", se empieza a hablar de emprendimiento y se anima a esos sectores de población a que se atrevan a "emprender", y lo mejor de todo es que hasta ellos se lo creen. Así, mientras los más jóvenes, en su mayoría, se lanzan fuera de las fronteras de nuestro país a buscarse la vida, los mayores no tienen otra opción que, o malvivir de una ayuda de 426 € a todas luces insuficiente y esperar a que los jubilen y les quede una pensión que también será denigrante, o lanzarse a la piscina y con los pocos o muchos ahorros de que disponían, con las ayudas de los gobiernos a tal fin o con préstamos de familiares (los famosos prestamos ICO casi fueron como los billetes de 500, que sabemos que existen pero pocos los hemos visto) lanzarse a una aventura para la cual la gran mayoría de ellos no estaban preparados. Gente honrada y trabajadora, pero que siempre se había desempeñado en un solo puesto y que sí, conocían superficialmente un negocio, pero poco de sus entretelas. Así que con la fuerza que da la desesperación, se lanzan a crear microempresas, muchas de las cuales cierran en poco tiempo. A mayo de 2017, últimos datos que facilita el INE, en España se han creado en lo que va de año 8.783 empresas, esto supone una bajada del 0.3% respecto al año anterior, y han cerrado 1.508, lo que es un 11.5% más que el año anterior.

Todo ello bajo ese antifaz del emprendimiento que esconde, bajo mi modesta opinión, el gran fracaso de este gobierno, la incapacidad de dar respuesta a dos colectivos que por falta de experiencia en unos y por exceso de edad en otros, no son atractivos para unos empresarios que también fueron jóvenes y que sin lugar a dudas también se harán viejos. Solo espero que cuando tengan cincuenta años sus hijos o socios no les digan que ya son mayores y que deben dejar la empresa. Así que cincuentones en paro y jóvenes en la misma situación: intentad buscaros la vida, pero darle en los morros a quien os llame emprendedores.

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