La Rockola de Fernando

La Rockola de Fernando: Los otros valencianos

Hace muchos años, cuando este que ahora pinta canas no era sino un escuálido infante (sí, escuálido, no siempre he sido de generosa anatomía) que a la sazón contaba tres años, fui el protagonista de una anécdota que no es que recuerde, sino que la recuerdo a través de la memoria de mi madre, que junto con mi abuela forman parte de esa historia hablada que espero poder un día transmitir a mi nieta, ya que a mi hija ya se la estoy transmitiendo hace años.
La cosa sucedió en un horno. Yo, con esos tres años que ya he mencionado, me educaba en casa y en la calle gracias a las vecinas y que éramos una vecindad pequeña (15 pareados en la calle) en la que dominaba completamente o casi el valenciano, me expresaba perfectamente en dicha lengua a la par que iba dominando el castellano, que es como mayormente se llamaba al español entonces.

Una mañana, al acompañar a mi madre al horno a por el pan nuestro de cada día, nos encontramos allí con una desconocida que, eso sí, era castellanoparlante, no como la señora Inés, la panadera, que se había criado en Ruzafa y era valenciana por los cuatro lados y que siempre me dedicaba unas palabras a las que yo siempre contestaba. Pues bien, esa desconocida parroquiana, al oírme expresarme en valenciano, preguntó por mi edad y al contestar mi madre que tres años, la exclamación o contestación fue: y ya habla valenciano... pobrecito. Y es que en aquellos años, en la capital del Reino, hablar valenciano era algo que tan solo se suponía entre las clases más bajas de la sociedad, no estando bien visto entre aquella fauna capitalina que, con un sello de nuevos valencianos, se jactaban de hablar el castellano como si del mismo Madrid se tratara.

Los años fueron pasando y con ellos la dictadura y la llegada de la democracia, con una izquierda que rápidamente quiso adueñarse de ese valenciano para empezar a cambiarlo hasta el punto de que un servidor, que lo habla desde hace casi 60 años, hoy es el día que a veces debe echar mano del diccionario, pues encuentro palabras en valenciano "normalizado" (léase catalán) que jamás en mi vida había oído. Hace ya más de dos años que la Comunidad se ve gobernada por un tripartito que, con unas ansias tremendas de revancha, está haciendo del idioma arma que junto con la educación nos transite hacia unos Países Catalanes inexistentes, pero que son bandera de separatismo y de separación. Este gobierno, con un empuje muy claro por parte de Compromís (léase Cumprumís), jaleado por la marca valenciana de Podemos y el servilismo del PSOE, intentan por activa y por pasiva meter el valenciano por donde sea, a pesar de que los tribunales le van tumbando a Marzá invento tras invento.

En este país del que ya nada me asombra, creo que todo es posible, sobre todo dada la necedad de muchos de sus dirigentes, desde el PP hasta la más pequeña formación política; lo malo es cuando la necedad viene acompañada de esa ceguera ideológica que impide ver con claridad la realidad de la sociedad en que vivimos. Como podréis imaginar, no tengo nada en contra del valenciano, el bueno, el de toda la vida, no el que estas izquierdas catalanistas llevan años imponiéndonos, pero sí estoy en contra de que se imponga en poblaciones donde nunca se ha hablado. Con una población cercana a los 5 millones de habitantes, la Comunidad Valenciana cuenta con cerca de 2,5 millones que no hablan valenciano y eso es algo que se debería respetar por parte de nuestros gobernantes. No entiendo ni admito que para poder aprender un buen inglés (dicen ahora) en un colegio público, se tenga que pagar el peaje de una educación en valenciano en poblaciones en donde en casa se habla el castellano, en la calle se juega en castellano y hasta el maldecir se hace en castellano; quiero y amo a mi Comunidad, pero la quiero y amo tal y como es y me gusta hablar el valenciano en la Ribera, tanto como el castellano en Villena o en el Rincón de Ademuz, porque la lengua forma parte de las muchas cosas que crean la identidad de un pueblo, y no podemos permitirnos el lujo de que por hacer una identidad "valenciana" neguemos la lengua de los abuelos a los cientos de pueblos que de siempre, desde que ellos conocen y desde que su historia oral recuerda, han hablado el castellano.

Desde aquí insto a nuestros gobernantes a que se dejen de marear la perdiz y permitan que cada pueblo hable lo que tenga por costumbre. A fin de cuentas, ni saber inglés nos va a convertir en dandys, ni aprender valenciano en ser más valencianos que nadie. Defendamos la multiculturalidad regional y centrémonos en hacer grande la comunidad, sea en castellano o en valenciano.

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