El Diván de Juan José Torres

La vida sigue igual en la política española

Tras las elecciones del 26-J todo sigue igual respecto a las celebradas el 20 de diciembre. Escasas variaciones con pequeños trasvases de unos a otros pero, en el fondo, el mismo escenario: nadie cuenta con la mayoría suficiente para conformar un gobierno estable. El PP ha ganado catorce escaños pasados seis meses, procedentes de C´s y probablemente del PSOE. Al partido de Albert Rivera se le esfumaron asientos a favor de los populares, al de Pedro Sánchez se le fueron cinco, aunque lo reconocen como éxito al no haberse producido el temido sorpasso de la coalición Unidos-Podemos, que ha fracasado por una torpe campaña electoral, manteniendo los setenta y un diputados que tenían por separado.
La interpretación más concluyente es que el país sigue apostando por el inmovilismo, pesando mucho más la supuesta estabilidad del tópico “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, que la serie de encadenamientos de fraudes fiscales y corrupción escandalosa que no ha sabido atajar a tiempo el gobierno, ni ahora ni cuando gobernaba en mayoría. Fracasado en su intento de conformar un gobierno con el apoyo de los partidos constitucionalistas, el mensaje de Rajoy en su campaña fue contundente, avisando de los enormes peligros que suponía el voto masivo a los populistas podemitas, recado que ha calado en la sociedad, alimentado además por la incapacidad de la coalición de izquierdas de desmontar las misivas engañosas de esos partidos mal llamados constitucionalistas.

El probable efecto multiplicador de la alianza Unidos-Podemos no ha alcanzado las expectativas por sus propias contradicciones. En primer lugar parecía indicar un matrimonio de conveniencia, y además exprés. ¿Por qué en esta ocasión sí y en diciembre no? Por otra parte con discursos discordantes, pues Pablo Iglesias se empecina en ocupar un espacio socialdemócrata que reivindica el PSOE, Alberto Garzón alardea de su militancia comunista e Iñigo Errejón, en medio de los dos, reclamando a los socialistas su papel indispensable para el cambio; por no citar la sensación de que cada cual iba por su lado y coincidiendo en actos públicos en contadas ocasiones. Desde mi punto de vista este pacto deberá seguir existiendo porque ocupan el mismo espectro político, salvo matices diferenciadores.

Si su lucha en las calles como presión social es la misma, no entiendo por qué no pueden seguir cogidos de la mano en los parlamentos públicos que otorga el Estado. Pero su discurso debe ser de izquierdas, no virando hacia el centro, porque esta dimensión ya está ocupada por Ciudadanos y socialistas. Esa es la gran contradicción del PSOE y su gran debilidad. Un partido fragmentado en dos mitades: la de los pesos históricos pesados que propugnan un gran pacto con la derecha (Felipe González, Alfonso Guerra, José Bono, J.L. Rodríguez Zapatero, Joaquín Leguina, José Luis Corcuera…) y los críticos que apuestan por una política de centro izquierda, pero con menos protagonismo mediático.

En realidad, cuando el señor Iglesias apuesta por la socialdemocracia no le falta razón. Ésta expiró en Europa cuando desaparecieron del mapa Olof Palme, Willy Brandt, Mario Soares, Bettino Craxi o François Miterrand. Desde entonces los socialistas europeos se han ido reconvirtiendo en fieles escuderos de tecnócratas provenientes de la Banca y de poderosas fuerzas financieras que potencian un neoliberalismo en las instituciones europeas. Si no fuese así no silenciarían los pelotazos del BCE a los grandes Bancos, denunciarían los intereses ocultos que esconde el TTIP, votarían en contra de grandes acuerdos militares que desestabilizan Oriente Medio, estarían en desacuerdo con la venta de armas a países conflictivos, no justificarían las nocivas puertas giratorias y pondrían un freno al capitalismo puro y duro desde el control de los Estados a la especulación financiera.

Entretanto todo sigue igual. El PP sin conseguir los apoyos suficientes, suspirando por el apoyo de los nacionalistas que los populares delimitaron como líneas rojas, la izquierda real sin fuerza suficiente, C´s estableciendo códigos variables según se tercie el panorama y el PSOE sin aclarar qué es lo que piensa hacer, en el mismo punto que tras los comicios del 20-D: no a Podemos, no a los nacionalistas y no al PP. ¿Habrá terceras elecciones? Mientras se despeja la situación o se desbloquea el puzzle la casa sin barrer y los partidos sin hacer sus deberes. ¡País más raro!

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