El Ordenanza

Logic 4 (El circo de las sombras)

El Ordenanza. Capítulo 122

Escena 1

  • Le están esperando, señor Aligator333.
  • Gracias, Sylvana.
  • ¡Hombre, hermano Aligator333! ¡Nos ha hecho usted esperar un ratito! Espero que la demora merezca la pena.
  • Buenas noches, hermano Ju… digo… Lleva1centimoentubolsillo. ¿La familia bien?
  • Perfectamente, gracias. ¿Cómo va ese asuntillo que tenemos a medias?
  • Yo, señor… intento hacer todo lo posible para que los planes salgan como deben. Voy atrayendo gente a nuestro lado.
  • Pero el tiempo se nos está acabando.
  • Intento hacer lo…
  • ¿Sabe que, en otras poblaciones, estarían dispuestos a todo por tenernos allí? Imagine el desierto de Almería. Sol y viento todo el año. Kilómetros y kilómetros de nada, salvo sol y viento.
  • Sí, pero…
  • Hermano, este asunto se debe zanjar rápido. ¿Cuál es el verdadero problema?
  • … el alcalde contrató una auditoría medioambiental, o algo así y… los resultados no son muy beneficiosos para ustedes.
  • ¿Y cuál es el problema?
  • ¿Cómo que cuál es el problema?
  • ¡No hay problema, hombre! ¡Está usted en El Ateneo!
  • Aquí todo es sencillo. Los hermanos se ayudan los unos a los otros.
  • … no entiendo…
  • No hay mucho que entender, hermano: los problemas de uno, aquí se resuelven entre todos. ¿Cree que un alcalde progre y ecologista de un pueblito de Primera Regional es un obstáculo?
  • ¡Oye! No le iréis a hacer nada, ¿verdad?
  • Hermano Aligator, aquí nadie hace nada. El Ateneo tiene demasiado poder como para mancharse las manos de excrementos.
  • ¡Huy, huy, huy, huy! No me gusta un pelo el color que está tomando este asunto.
  • No tiene por qué preocuparse, hermano. El populacho es demasiado barato. ¿Conserva usted el céntimo que le regalé en nuestro primer encuentro?
  • Lo tengo en los otros pantalones, ¡cago en la mar!
  • Pues ese es realmente el problema, hermano Aligator333. No aprecia usted la oportunidad que puede estar perdiendo… ni lo que puede llegar a perder. Recuerde que no hay nada más odiado que un hermano que da la espalda a la familia. Buenas noches.

Escena 2

  • A ver, que yo me entere: ¿va la tía y se escribe mensajes llamándose perra?
  • Sí.
  • ¡No lo entiendo! ¡Algo tengo que estar pasando por alto!
  • Joder, alcalde, ¡qué pesao estás!
  • Pero… vamos a ver, vamos a ver… tres funcionarios le pegan una tunda a un preso, la muchacha esta… la subdirectora ¿no? La subdirectora filtra el vídeo de seguridad y semanas después, dice que ha sufrido una agresión y que le han mandado unos mensajes diciéndole lo típico: te vas a arrepentir de haber cruzado el Manzanares y toda esa milonga.
  • Justo la noche antes de ir a declarar.
  • Vale. Entonces va y declara.
  • Denuncia y declara.
  • Denuncia y declara… y luego va la Guardia Civil y le saca que lo de la agresión en la puerta de su casa era bromica y que los sms…
  • Whastapp.
  • Los whatsapp se los mandó ella desde un móvil que se había perdido y que apareció, me imagino, como el anillo en Airbag.
  • Más o menos.
  • No entiendo nada, Andrés.
  • Da igual.
  • Ya…
  • Por cierto, ¿cómo vas con Sira?
  • Genial.
  • Me alegro.
  • Gracias.
  • Oye, tenemos que hablar de lo de las fotovoltaicas.
  • Andrés, ya conoces mi postura.
  • Alcalde, hazme caso: piensa en el bien de todos… en el de Sira… en el tuyo…
  • ¡Anda, anda! ¡No te pongas besucón! Sabes que estoy totalmente en contra.
  • Reconsidéralo, por favor.
  • ¡NO!

Escena 3

  • ¿Usted lo entiende, Avelino?
  • Señor alcalde, yo…
  • Es que no me cuadra que sea mentira. ¿Para qué? ¿Para desprestigiar a los funcionarios? ¿Para salir en Telecinco discutiendo con Super Nanny? No me entra en la cabeza, la verdad.
  • ¿Sabe, señor alcalde? Creo que somos unos cuarenta y siete millones de españoles. Hay alrededor de cincuenta y cinco mil presos, repartidos en menos de setenta centros penitenciarios. Estos centros albergan, echando un cálculo rápido, a unas ochocientas personas que la sociedad ha decidido que no son aptas para vivir en libertad por atentar contra la comunidad, pero tienen capacidad para quinientas. Ya vamos mal.
  • Sí.
  • A este problema se le puede sumar que, el cuerpo funcionarial que se encarga de mantenerlos recluidos, es insuficiente y, para el riesgo al que están expuestos, no están bien remunerados. Alguien podría argumentar que, como funcionarios de prisiones, ya conocían a qué se enfrentaban y que, además, tienen el sueldo asegurado mes tras mes. El problema no es una niñata y su momento de gloria, si bien es muy de Berlanga. El problema es que estamos en el país de Berlanga.
  • Sí. Gracias, Avelino. Creo que me ha resuelto usted muchas dudas.
  • De nada, señor alcalde. Para eso estamos.

Escena 4

  • Pues, lo último que supe de Eduardo Zaplana es que había aprendido a resucitar con tal de no entrar en la trena y, ahora el tío pide que se anulen las pruebas por haberlas manipulado él mismo y no sé qué más, Veda. ¡Yo flipo!
  • ¡Wof, wof! ¡Déjate de rollos y sácame ya, que estoy que no me aguanto!
  • ¡Venga, va! ¿No esperamos a Sira?
  • ¡Grrrrrrrr! ¡Wof! Si tardamos cinco minutos humanos más, ya no hará falta que me saques…
  • Por cierto, ¿sabes que Eduardo Zaplana sigue teniendo su avenida en Benidorm?
  • ¡Sácame ya! ¡Sácame ya! ¡Sácame yaaaaaaaaaaaaa!
  • ¡Vaaaaaale! Voy a por la chaqueta. ¡Mira, la puerta! ¡Ya está aquí Sira, Veda!
  • ¡Wof, wof!
  • Buenas noches, cariño, has llegado muy tarde hoy.
  • Buenas noches, cielo. Voy a la ducha.
  • ¡Estás temblando! ¿estás bien?
  • No es nada. No te preocupes.
  • Pues me estás preocupando…
  • No es nada, por favor, no quiero hablar de ello.
  • Vale. ¿Te preparo la ducha y te relajas?
  •  Sí, gracias… aunque deberías sacar a Veda, que está desesperada por…
  • ¡Wof! Ya no hace falta…
  • ¿En serio, Veda? ¿En la entrada?
  • ¡Oh! Te ayudo a limpiar esto y me ducho.
  • ¡Ostras, Veda! ¿Qué has comido?
  • Pienso. ¡WOF!

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