El Volapié

Los enemigos

Un joven e inexperto diputado conservador debutaba su intervención en la Cámara de los Comunes y se dirigió a Sir Winston Churchill, señalando emocionado a los bancos de los laboristas: Qué alegría, estar aquí a su lado, con el enemigo enfrente. No se confunda, joven -replicó Churchill-, los que tiene usted enfrente son los laboristas, que son sus adversarios. Los enemigos los tiene usted aquí detrás, en su propio partido.

La frase no puede ser más gráfica e ilustrativa y viene oportunamente a señalar una idea útil: cuida las debilidades internas y provoca la debilidad interna del contrario. Sin duda, el enemigo está siempre dentro.

Los enemigos de las reformas en la Constitución están formando parte -intrínsecamente segura- de los estamentos del régimen, los enemigos de las listas abiertas son los propios elegidos por las listas cerradas que se lo pasan pipa celebrando su fiesta de la democracia, los enemigos del movimiento esperanzador surgido el 15-M son sus violentos infiltrados, los enemigos del alcalde se hallan dentro de sus aguas jurisdiccionales y si me permiten que lleve este debate a la jurisdicción taurina, les mostraré como en este gremio todo este razonamiento cobra una cota muy alta.

Hay personas a quienes hiere la sensibilidad la lidia de un toro porque lo consideran una modalidad de maltrato animal y sufren con la visión de la sangre. Estos antitaurinos también militan contra el maltrato humano, llevan una vida de respeto al medio ambiente, su dieta se nutre de vegetales, huevos, leche y demás alimentos que no precisan el sacrificio animal.

Otras personas luchan por la abolición de las corridas de toros a la par que fomentan en la medida de sus posibilidades el aborto de humanos, conducen vehículos de gran cilindrada y no reparan en el sufrimiento de los caracoles chupalanderos, en el estrés de las golondrinas durante los fuegos artificiales de fiestas, ni en que muchos de estos polluelos se caen del nido debido al susto del estruendo y nunca más se sabrá de ellos. Otros afirman estar en contra de los toros y en cuanto pueden se sientan en un tendido bajo a fumarse un puro.

Todos ellos –unos más respetables que otros– solamente son adversarios de los que opinamos que los toros son una manifestación artística y cultural, entre otras cosas. Sólo adversarios, porque los enemigos de la tauromaquia se encuadran en las filas de los mal llamados taurinos, entre los que se encuentran los malos empresarios que sólo buscan las subvenciones, los fraudulentos ganaderos que acceden al afeitado de las reses, los toreros cobardes que exigen esto, los espectadores ignorantes que acuden a los festejos como si acudiesen a un burdo folletín…

Estos son y no otros los enemigos, porque entre todos logran que la tauromaquia desemboque en unas corridas de toros en las que las reses se encuentran mermadas de facultades, unos diestros que en vez de torear se dedican a tomar el pelo y otros empresarios engañando a los cenutrios que se dejan sacar el dinero.

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