Abandonad toda esperanza

Los primeros hombres

Abandonad toda esperanza, salmo 637º
Quién lo iba a decir: después de haber sido considerada como una de las producciones más atropelladas y conflictivas de los últimos años, Bohemian Rhapsody se ha convertido en el fenómeno cinematográfico del año. Poco han podido hacer por evitarlo las reticencias que pudieran despertar el cambio constante de directores e intérpretes al frente del proyecto o el hecho de que la película la firme Bryan Singer en solitario cuando es bien sabido que fue despedido del rodaje y la acabó terminando Dexter Fletcher, frente al ansia por volver a ver -¡y en pantalla grande!- a los miembros de Queen reencarnados en su versión más joven y poderosa... incluyendo a ese Freddie Mercury que nos dejó demasiado pronto y al que ahora da vida un Rami Malek prodigioso y muy bien encaminado a la competición por el Oscar. Tampoco ha podido hacer mucho, una vez más, el juicio de los críticos, que (con razón) han señalado cierta suavización hagiográfica en el retrato que se hace de los cuatro miembros de la banda británica, muy especialmente de su ya mítico vocalista y figura en la que se centra el film (se contempla su historia personal al margen de los otros miembros de la banda, pero nunca al revés); así como han denunciado (con más razón todavía) la pleitesía de la cinta a las convenciones del biopic cinematográfico más domesticado, sometido a la estructura constante de auge, caída y renacimiento de la figura homenajeada. Frente a todas las advertencias de los especialistas, el público ha acudido en masa; algunos incluso lo han hecho con la predisposición de quien va a asistir a un concierto auténtico o al menos a una performance audiovisual. Servidor, que no es fanático de ningún músico en particular pero que sí ha admirado (más entonces que ahora) a Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon desde que los descubrió siendo un adolescente, confiesa haberse emocionado con algunos pasajes del relato; así como haber disfrutado especialmente de los últimos veinte minutos del film, que recrean la participación de Queen en el Live Aid de 1985 organizado por Bob Geldof, y que suponen por sí mismos -en su respeto casi ceremonial a la actuación original, al no fraccionar dicho episodio para alternarlo con otros vericuetos narrativos- la aportación más osada y radical de una propuesta tan inofensiva como cien por cien efectiva... particularmente para los seguidores del grupo responsable de tantos hits inolvidables, que acuden -acudimos- a los cines vendidos de antemano.

El considerable éxito del biopic de Queen contrasta con lo desapercibido que ha pasado First Man (El primer hombre) para el gran público, y eso que viene firmado por el oscarizado director de uno de los fenómenos del año pasado: La La Land. Pero si con aquel musical Damien Chazelle convenció a buena parte de la crítica y los espectadores de todo el mundo, con este retrato de Neil Armstrong el joven realizador ha pasado de puntillas por los cines a pesar de volver a contar con el protagonismo de Ryan Gosling encarnando al primer hombre que pisó la superficie lunar. No obstante, no es de extrañar su fracaso en estos tiempos sometidos al espectáculo vacuo: Chazelle opta por una aproximación intimista a la figura del astronauta con una presencia muy activa de quien fuera su esposa, a la que aquí encarna una excelente Claire Foy a quien no me extrañaría ver nominada al Oscar por su labor. Así, el director de la también estupenda Whiplash dedica la misma atención al retrato de su vida privada, marcada por la tragedia que supuso perder a su hija pequeña por culpa de una enfermedad temprana, que a las pruebas de la NASA previas a la misión espacial que convirtió a Armstrong en una celebridad mundial. Y a ambos espacios se aproxima con una cámara cercana, que concede buena parte del plano por igual a los cielos inabarcables que a los rostros humanos, en unas secuencias que recuerdan poderosamente a la poética de Terrence Malick. Eso sí: al igual que ocurre en Bohemian Rhapsody, esta First Man deja lo más espectacular (al menos, en términos puramente visuales) para el final; esto es, la llegada del Apolo 11 a la luna y ese pequeño paso para el hombre pero grande para toda la humanidad. Pero ni en ese momento hay concesiones a la galería: como me hizo notar Quim Casas en su reciente visita a Alicante, no se le dedica ni un plano fugaz a la bandera estadounidense que todavía debe permanecer allí clavada. Ahí queda eso, para escarnio del patriota yanqui.

Si Freddie Mercury y Neil Armstrong forman parte ya del acervo cultural del siglo XX, mucho menos conocido es el caso de Ron Stallworth... aunque la suya fue también una odisea de órdago: fue el primer hombre negro en formar parte de la asociación supremacista blanca Ku Klux Klan. Esto, que dicho así parece un titular extraído de El Mundo Today, no es sino parte de una investigación de la Policía de Colorado Springs que el propio Stallworth narró en un libro autobiográfico ahora llevado a la gran pantalla por Spike Lee en Infiltrado en el KKKlan. A nadie se le escapa que este realizador no estaba pasando por uno de los mejores momentos artísticos de su carrera profesional, y los logros de cintas como Haz lo que debas, Fiebre salvaje, La última noche o ese otro biopic excepcional que fue Malcolm X quedaban ya muy atrás. Pero su último film nos devuelve al mejor Lee: producida por Jordan Peele (artífice de Déjame salir, que ya suponía un discurso decididamente político sobre el racismo aunque en clave de cine de terror) y protagonizada por John David Washington (hijo de Denzel) como Stallworth y Adam Driver como su compañero (y álter ego de cara a la organización racista) Flip Zimmerman, Infiltrado en el KKKlan cuenta con un guion excelente que al trasladarse a la gran pantalla llega a recordar al cine de los hermanos Coen o del Steven Soderbergh más travieso. Ojo, no creo que la película sea la obra maestra que algunos han querido ver en ella, supongo que condicionados por la necesidad de volver a situar a su máximo responsable en la primera fila del panorama cinematográfico actual; pero atesora muy buenas interpretaciones de sus intérpretes (incluidos todos los secundarios) y varios momentos de puro cine. Un cine que, como también en el caso de Bohemian Rhapsody y muy especialmente First Man, merece sobresalir por encima de la mayoría de títulos que recientemente vienen agolpándose en las salas a razón de casi veinte estrenos por semana. Señores distribuidores: ni tanto, ni tan calvo.

Bohemian Rhapsody, First Man (El primer hombre) e Infiltrado en el KKKlan se proyectan en cines de toda España.

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