La Rockola de Fernando

Low cost

Para aquellos que no estén duchos en la lengua de Shakespeare, aclararé que low cost tan solo significa bajo costo, aunque en la cultura popular se ha asociado más a precio bajo, un concepto que, desde la crisis actual y sobre todo a partir del 2008, se ha ido introduciendo cada día más en nuestras vidas.
Como concepto no es novedoso, pues antes incluso de la crisis, ya hacía años que teníamos en nuestras calles esas tiendas que se llamaron de “todo a 100” y que también tenían su antecedente en el pasado: en muchas grandes ciudades fueron tiendas llamadas “el 0.95” y en otras recibieron también nombres diferentes, tales como “decomisos” o “bazares indios”, si bien es cierto que en estas dos últimas se comerciaba más con relojes y electrónica de consumo.

Este que escribe recuerda con cariño un 0.95 allá por una de las transversales de la entonces Avda. del Oeste, hoy conocida como Barón de Cárcer, en Valencia. Recuerdo con nostalgia como cuando siendo un niño (ese 0.95 se refería a los céntimos de una peseta), rara era la salida al centro que no terminara con el paso por aquel paraíso, en donde siempre me aguardaban unos cajones enormes llenos de vaqueros y otros llenos de indios, que ayudaban a agrandar ese fabuloso “far west” que recreaba cada día en el jardín de mi casa, intentando emular las hazañas vistas el domingo, en el cine de reestreno, de John Wayne o del general Custer y su muerte con las botas puestas. Y es que esos 0.95 se dedicaban por allá entonces al mismo negocio que nuestros actuales chinos. Salvo ropa, encontrabas casi de todo y siempre a ese precio tan económico.

Luego llegó la subida de carburantes y el encarecimiento con ello de los precios de los viajes en avión, hasta que alguien empezó a romper los precios, en esa guerra que aún hoy no ha terminado, y se empezó a hablar por primera vez de la palabreja: vuelos low cost. Al principio tan solo se ciñeron a ese campo aeronáutico, pero poco a poco, con la llegada de la crisis, se fue extendiendo a prácticamente todos los campos, acompañada por otra palabra de origen sajón: “outlet”, si bien esta palabra se ha utilizado más para tiendas de calzado y ropa.

Tampoco es nada nuevo. La creación de los outlets como forma de comercialización se le atribuye a D. Harold Alfond (1914-2007), hombre de negocios americano, fundador de una marca de calzado, Dexter Shoe. En la década de los 60 abrió su primer local outlet en la ciudad de Maine (USA) y desde allí se fue extendiendo el concepto por todo el país y más tarde por todo el mundo.

Aquí al final, entre chinos, low cost y outlets, la gran verdad es que todos los comercios y de una forma u otra y unos más que otros, han tenido que adaptarse a la crisis y a la competencia y bajar precios. Así nos hemos ido acostumbrando a otro conceptos tales como SPB, servicio exprés y todo subterfugio que sirva para poder ofrecer precios más económicos.

La gran pregunta surgirá cuando previsiblemente llegue el final de la crisis y los comercios y fabricantes quieran volver a recuperar sus márgenes habituales. ¿Qué hará entonces el consumidor? Acostumbrado como lo está, como lo estamos, a que los precios se nos hayan rebajado tanto, ¿cómo aceptaremos el que en pocos años se vayan añadiendo euros a los precios ya conocidos? Después de años, por ejemplo, pagando un corte de pelo a 9 o 10 euros, ¿se podrá volver a los precios de antes?

Esta es la pregunta que desde ya deberían estar haciéndose nuestros comerciantes y fabricantes. China está despertando y está creciendo y será cuestión de tiempo el que sus costes aumenten y con ellos, los precios a los que exporte sus fabricados, y entonces no quedará más remedio que subir los precios. Entonces el consumidor será el que empiece a marcar terreno, pues es muy fácil bajar un precio, pero subirlo ya es harina de otro costal.

A lo mejor nos toca utilizar una de esas líneas low cost y emigrar a países tercermundistas en los que los precios sigan siendo bajos y nuestras pensiones, para entonces muy reducidas, sean más de outlet que de tienda de lujo. Mientras tanto aprovechemos esos menús a 9 euros, esos hoteles a 25 euros y todos los bajos precios que la crisis nos ofrece. Ya llegará el momento en que se acabe la fiesta.

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