De recuerdos y lunas

Madre tierra

El G-8, que reúne a las grandes potencias mundiales, reuniéndose este verano en L'Aquila nos recordó la tragedia que resquebrajó la tierra y vidas en aquella provincia italiana. Como en toda tragedia, al principio, los datos nos emborracharon en su imprecisión: más de 150 muertos, unos 1.500 heridos, aproximadamente 50.000 personas que perdieron su hogar, que si la magnitud escala Richter fue de 6,3 ó 5,8 ó 6,7... Avalancha de datos que cuando se precisan no empequeñecen la tragedia. La realidad suele ser más aguda. Finalmente la cifra oficial de muertos fue de doscientos noventa y nueve. Ocurrió, camino de la Semana Santa, en la región de los Abruzos. Tembló la madre tierra y fue la tragedia y... Y por aquello de que a perro flaco todo son pulgas creíamos que estas cosas sólo pasan en los países pobres. Pero también pasan en los ricos. Voilà.

Todos los cursos en clase dedicamos algunas sesiones de la asignatura "El entorno: Taller del geógrafo y del historiador" a los terremotos. La asignatura, optativa, cuyo nombre aparatoso se debe a que nació en los años de la LOGSE es conocida por el alumnado como "Taller del geógrafo" o, abreviando con el vicio impertinente de las siglas, como TGH. Lo que se pretende con esta materia es que el alumnado conozca los aspectos físicos y humanos (geografía, historia, tradiciones...) del espacio más próximo, el entorno. Entre los aspectos geográficos que tratamos en la Vega Baja está el de la geografía de los riesgos que tanto ocupa con inteligencia a nuestro admirado catedrático y amigo Jorge Olcina. Y dentro de la geografía de los riesgos, los terremotos. Como punto de partida utilizamos un magnífico artículo-reportaje que el periodista David Pamies publicó en INFORMACIÓN en marzo de 2002. En él, al tiempo que rememoraba el fatídico seísmo que asoló la Vega Baja el 21 de marzo de 1829, hacía balance de los temblores superiores a tres grados que desde 1996 se habían producido en la provincia de Alicante. En un ilustrativo y didáctico cuadro recogía con precisión y mucho orden los datos, corroborando un carácter endémico de los movimientos telúricos en la provincia.

Los terremotos de 1829, detalladamente glosados por José Agustín Larramendi, el primer ingeniero de caminos español, en su "Memoria y relación circunstanciada de los estragos que la terrible catástrofe de los terremotos de 21 de marzo y siguientes, principalmente el del sábado santo 18 de abril hasta el presente día, han causado en Torrevieja y demás pueblos de la Gobernación de Orihuela y sus inmediaciones, en la ciudad de Murcia y algunos pueblos de la provincia de este nombre", destruyó las ciudades de Torrevieja, Benejúzar y Almoradí y causó estragos en Murcia, Orihuela, Guardamar... Y provocó 389 muertos y 375 heridos... Unas dos mil casas quedaron destruidas... Trayendo la desolación a la Vega.

Pero David Pamies en aquel memorable y documentado artículo decía más porque en el mismo escrito denunciaba con valentía que el cumplimiento de la normativa sismorresistente es teórico. Es decir, que aquello que de cumplirse evitaría o reduciría la magnitud de la catástrofe puede que no se cumpla. Acaso en la obra pública. No en la privada.

Jorge Olcina insiste en sus libros y conferencias en la importancia de discriminar entre lo que sería propiamente natural del riesgo, unas veces previsible otras veces no, y el componente humano que en ocasiones agudiza el propio riesgo. Ese componente humano que sí se puede contemplar. Sólo se trata entonces de tomar conciencia de las características del espacio geográfico en el que vivimos para adaptarnos a sus exigencias planificando con responsabilidad. Sólo eso.

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