Vida de perros

Me repita, por favor

Ay, queridas personas, aquí me tienen escribiéndoles cuando podría estar ingresado en un centro sanitario tratando de recuperarme. En ese trance pude hallarme debido al estado de shock al que me arrastraron ciertas palabras registradas vía ondas hertzianas. Y es que, en efecto, me encontraba escuchando la radio cuando de pronto el señor Esquembre, actual concejal miembro de la oposición, representante del grupo Verde, de los Verdes de Europa (denominación por cierto que me gusta y me parece un tanto a favor) realizó su comunicado.
La intervención estaba basada en la campaña que lleva a cabo la Junta Central de Usuarios contra el trasvase. El concejal reivindicó durante su comunicado el cierre de pozos en nuestro municipio. Y ahí es donde comienza nuestra historia, aunque el impacto que yo recibí al escuchar el comentario no tuvo en absoluto que ver con la opinión del concejal. Lo que motivó la turbación, el temblor en los miembros y la ceguera momentánea fue la rotundidad del flash-back, la intensidad del déjà vu. Mi cerebro era consciente de que aquellas palabras las había escuchado antes, y no ayer ni anteayer, que también, y no del mismo modo, ni con el mismo tono, ni con la misma voz. Pero en el extraño proceso que sucede allí donde la materia gris parece que ciertos cables se cruzaron al contener informaciones similares a lo largo de tanto tiempo y de tantas voces y ahí fue cuando todo se volvió gris para mí.

¿Acaso todavía no hemos dejado de explotar nuestros acuíferos? –Me hubiera gustado decir: “¿Todavía seguimos explotándolos?” En cambio lo único que se me ocurrió decir fue: ¿Quiénes pese a toda la opinión pública continúan explotándolos? ¿Y por qué? ¿Y por qué conocemos tantas posturas y opiniones y desconocemos autores, hechos y motivos? Probablemente la culpa sea mía, como tantas cosas, y de cualquiera que se encuentre en una situación respecto al asunto similar a la mía. Pero quizás no se trate de una postura similar a la mía, sobre todo en cuanto a inclinación se refiere, sino a una situación similar. Y dicho estado viene provocado por la falta de información, cosa que no deja de ser paradójica visto el caudal de comunicados, estudios, columnas y foros de opinión al respecto que hemos tenido al alcance desde hace ya tanto tiempo. Incluso quizás sea la ingente cantidad de información la que provoca tal estado. Siendo como sea lo que resulta del caso es una especie de contundente convicción que nace de la tierra que pisamos y atraviesa toda la carne desde nuestros pies a nuestra cabeza y dice: ¡no conozco la validez o no de las propuestas, pero sí siento que nuestra tierra debe dejar de sufrir las consecuencias mientras no se encuentre una solución! Y el instinto animal no dice: una solución idónea, dice: una solución, dice “deja de joder nuestros pozos”.

Es insufrible ese vaivén sufrido por quienes han intentado objetivamente posicionarse sobre el asunto del agua, hablo de quienes libremente y sin presión (nadie se salva de influencias) intentaron mantenerse en postura erguida masticando antes de lanzar una sílaba. Pero las circunstancias nos sobrepasan, la longitud temporal del caso es agotadora, y quizás es la pretensión: agotar la opinión pública para vencerla hacia la postura que quienes toman decisiones pretenden. Da igual, hay algo que he escuchado muchas veces desde hace demasiado tiempo, una determinación que cerraba conversaciones y discusiones, un exabrupto exento de ideología cuando se ha llegado a la cima del entendimiento, una brabuconada fanfarrona pero plena de sentimiento que se dirige hacia un mundo inconcreto, repito si me disculpan: “¡Haced lo que queráis, pero dejad de joder nuestros pozos!”.

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