De recuerdos y lunas

Memoria histórica

Lo he dicho muchas veces y siempre he tenido que dar alguna explicación: entre mis esculturas preferidas están las monumentales de los cuatro evangelistas que hizo Juan de Ávalos para pie de la gigantesca cruz del Valle de los Caídos. Magníficas. Dieciocho metros de altura por barba. Especialmente lograda y hermosa me ha parecido –sobre todas– la de San Juan, con la alegoría del águila. Y no menos las dedicadas a la Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. También es bella la Piedad que completa el conjunto.

Se ha tenido que morir el escultor para que lo descubramos sin prejuicios. Fue este verano: Don Juan de Ávalos García-Taborda. Escultor. Falleció en Madrid, el día 6 de julio de 2006, a los noventa y cuatro años de edad, habiendo recibido los santos sacramentos. D.E.P —decía una esquela. Y en el descubrimiento del escultor que han hecho los periódicos, fue mucha la sorpresa para quienes se interesaron por el personaje. Juan de Ávalos, el escultor del Valle de los Caídos, fue socialista.

Vivimos en el país de las etiquetas y una acción que hagas o una opinión que digas te sirve para que te encajonen y te lleven al chiquero. Así, yo he dicho muchas veces lo que he dicho al principio y me han dicho facha. Y yo insistía en que el conjunto escultórico es hermoso. Pero Ávalos para muchos era el escultor del régimen dictatorial y, por tanto, más allá de cualquier criterio artístico, era un escultor abominable. Es más, voces ha habido que han defendido el dinamitar su obra. En el país de los sambenitos te lo cuelgan y... ¡Dios te libre! Es verdad que entre sus obras más famosas está el mausoleo de los amantes de Teruel en la Iglesia de San Pedro y que de la comunista URSS había recibido cumplidos honores en los setenta, pero cuando uno decía Juan de Ávalos, la gente, si veía algo, no veía más allá del Valle de los Caídos. Y por esto, siempre lo vieron franquista. Pero... Ávalos fue militante socialista desde su juventud. Y en la guerra, cuando Mérida cayó en manos de los sublevados, un cura le salvó de la vejación, o quién sabe si de la muerte en aquella espiral de violencias y represiones que se dieron en uno y otro bando durante la Incivil. En 1942, por desafecto al régimen, Ávalos fue depurado. Y se marchó a Portugal. Pero en Portugal, o se mira al océano o se mira a España. Y el escultor no dejó de mirar a España. En 1950 presentó una escultura, la del héroe muerto, en la Exposición Nacional. Y dicen que Franco dijo: "Este es el gran escultor que necesita España". Sí, ya se sabe que los biógrafos siempre apuntan frases rotundas a sus biografiados, como si estos siempre hablaran para la posteridad. Pero de cualquier modo la frase muestra que la escultura llamó la atención del Caudillo. Poco después, Ávalos ganaba el concurso internacional que se convocó para la estatuaria del Valle, lo que motivó protestas y dengues de los afectos. Pero a pesar de las zancadillas el proyecto obtuvo el visto bueno del Régimen.

La carga ideológica del Valle de los Caídos pesó sobre el artista a los ojos de quienes nunca ven más allá de los corsés. Si algún día consiguiéramos ver ciertas cosas sin prejuicios y apreciarlas en su dimensión y valor, aprenderíamos que los hombres y las mujeres, afortunadamente, somos más allá de las apariencias, más allá de los sambenitos que nos cuelgan. Y que en el arte, la belleza no tiene por qué tener servidumbres constrictoras.

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