Vida de perros

Menos guarros, más limpios

Y que conste que pese al uso del masculino en el titular el caso también afecta a las chicas (¿mujeres, féminas…?). Ocurre a veces que algún refrán tiene razón y además no es favorecedor de ninguna tendencia política o religiosa, por ejemplo: “No es más limpio quien más limpia sino quien menos ensucia”. Y haciéndose eco de ello, la edil Mari Paz Poveda nos propone la Ordenanza sobre limpieza urbana. Una Ordenanza que dará que hablar, y así parece que lo espera el actual equipo de gobierno, ya que se valdrá de las opiniones de quienes nos reducimos mayoritariamente a esta Villena. Lo cierto es que no sé de dónde habrá importado la idea, no creo que seamos ciudad pionera en tal medida, pero vendrá bien lo poco o mucho que de ella se aproveche, como también vendría bien conocer las propuestas y desarrollos de iniciativas similares en otras poblaciones.
Y aún resultando a vistas del señor Beltrán o del partido Verde una ordenanza que no busca educar o reeducar a la ciudadanía en busca de comportamientos más decorosos (por limpios y civilizados) sino penalizar los hábitos contrarios, la medida tiene su jugo. La ordenanza en cualquier caso no está aprobada, ni siquiera fue presentada en el pleno, pues busca nuevos motivos de infracción que incluir en su lista. Y si da para realizar un juego incisivo pensar en lo que daría de sí satirizar con la palabra higiene teniendo todavía presente el despropósito que aquella Alemania llevó a cabo con la denominada higiene racial, también da juego pensar que la apuntación reeducadora de los partidos de la oposición nos puede acercar a la dichosa Educación para la ciudadanía que tanto molesta a la Iglesia mayoritaria y al Partido Popular. Para Rajoy, posiblemente esta ordenanza no deba estar en el punto central de ninguna iniciativa, el mundo se calienta aunque nadie sea capaz de adivinar qué temperatura tendremos mañana en Villena, las calles se ensucian aunque tiremos las colillas en los ceniceros públicos.

Lo que me preocupa del asunto no es tanto la amonestación sobre el abandono de pequeños enseres en la vía pública y demás, ni la prohibición de colgar pancartas anunciando el enlace de alguna pareja. Lo que me preocupa un poco es la parte que afecta al sentido estético de la ciudad y que incluye nuestros edificios y balcones. Y si me preocupa aunque sea poco es porque tal intervención se inmiscuye en un terreno personal. Dicen que en determinados ámbitos cuando una puerta se abre nunca termina de volver a cerrarse, queda entreabierta y puede volver a abrirse. Esto quiere decir que si aquella vivienda no puede tender la ropa en su balcón, quizás mañana usted no pueda salir a la calle con ese sombrero que tanto le gusta y que tanto disgusta a quienes nos cruzamos con él (véase Amanece que no es poco), quizás pasado mañana no pueda usted volver a maltratarnos estéticamente con esos calcetines blancos bajo los zapatos negros.

Quizás haya que dejar correr el asunto estético y centrarnos en actuaciones realmente necesarias como regularizar la invasión de aceras y calles por parte de las empresas constructoras, acción que la ciudad agradecería sobremanera ya que afecta a un amplio segmento de población que ve reducida más si cabe su movilidad. Y dejado de lado el asunto estético para reducirlo al particularmente higiénico queda pensar en el aumento de trabajo que tal ordenanza endosa a la autoridad, ¿o volverá la guardia de parques, o las multas las pondrá el personal que controla la zona azul, o se nos instará a multarnos a nosotros mismos? Si quieren una respuesta a la tragalá pregunten a Rajoy.

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