De recuerdos y lunas

Miembro-Miembra

Hasta la fecha, cuando nos referíamos al miembro viril masculino decíamos, entre tantas cosas que podíamos decir: balano, bálano, capullo, chirimía, chirivía, cipote, cuca, dartos, dídimo, epidídimo, escroto, falo, flauta, glande, méntula, miembro pudendo, minga, nabo, pene, pichina, pijo, pilila, pito, polla, prepucio, rata, ratica, turma, pepino, príapo, verga, vesícula seminal, torillo, zafe... Todos ellos, sustantivos masculinos y femeninos, para referirse al miembro. Miembro, masculino singular.

Desde que la ministra Bibiana Aído de Igualdad, a la que ahora se le atragantan las croquetas hacendísticas de la mi Puri, se trajo mentirosamente de América un barco cargadito de "miembras" cabe que diferenciemos, al diferenciar miembro y "miembra", entre miembro viril masculino y "miembra" viril masculina, esto para cuando queramos decir, por ejemplo, el miembro pene o la "miembra" polla. Pretender meter con calzador palabras en el lenguaje, por mucho multiculturalismo ultramarino que se quiera poner como excusa, por mucho que se quiera traer como fundamento filológico expresiones de Chiquito de la Calzada, siempre cabe el riesgo de que el calzador se quiebre o que el zapato salga disparado. Como a la hermanastra en Cenicienta. También cabe el ridículo. Cuando la Ministra dijo lo de las "miembras" le dio un poco de risa. Viéndola en la tele le noté que sonreía cuando leyó la palabra, como si la palabra se la hubiera colado alguien bromista sin saberlo ella. Y le hizo gracia. Fue un buen estreno. Porque la palabra salió disparada. Y disparatada. Es lo que decíamos que pasa cuando se fuerza el calzador.

Como el lenguaje está vivo y lo hace el uso, no seré yo quien niegue vigencia a nuevos términos, pero no se pueden imponer usos lingüísticos tirando de caprichos y de BOE. La gente irá diciendo como quiera decir. Por otro lado, tampoco seré yo quien ofenda a una mujer intencionadamente con las voces, que cuando puedo ya procuro echar mano de conceptos como "alumnado", "profesorado", "personal", "ser humano", "ciudadanía"... para evitar lo que exageradamente dicen sexismo; pero no estoy dispuesto a pensar y repensar cada palabra que escribo porque ya me cortan bastante mis prejuicios personales para añadir más prejuicios sociales a mis escritos y después de lo de "miembra" sólo nos falta que nos digan que hay que decir, por ejemplo, "la alumnada", "la profesorada", "la personala", "la ser humana", "el ciudadanío"... Y así sin parar. Quienes exigen son insaciables. Les procuras la uña y pierdes el brazo.

Preocupándonos lo importante, no creo que se ofenda nadie cuando hable de los políticos de nuestro país para referirme a hombres y mujeres que se preocupan por lo público, porque si hablo de "las políticas de este país" es que me estaré refiriendo a las actuaciones públicas afortunadas o desafortunadas de quienes tienen la responsabilidad de ejercerlas. Y no puedo andar con eso de los hombres y las mujeres y los niños y las niñas porque el Carlos Prats que manda aquí me dice que sólo seiscientas palabras. Y yo soy muy cumplidor de esto. Porque luego, si nos pasamos, Pablo Domene tiene que hacer encajes para que quede bien el maquetado de la publicación. En EPdV importa mucho la estética. También, porque no me gusta hacer el ridículo.

La Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que se vanagloria de igualdades, en una comisión parlamentaria ante la que comparecía se pasó toda una tarde con aquello de Sras. Diputadas y Sres. Diputados. Pero luego no matrimoniaba el género al usar los adjetivos. Quiero decir que si decía Sres. Diputados y Sras. Diputadas no decía a posteriori comprometidos y comprometidas Sólo decía en masculino. ¡La miembra!

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