El Volapié

Ni sangre ni arena

Metafórica antítesis de la carismática novela de Vicente Blasco Ibáñez en la que se redacta metafóricamente el perfil de la sociedad española al hilo de la fiesta de los toros. Se dice empleando la misma figura literaria que un sin sangre es alguien sin capacidad de reacción y sin resortes ante la vida. No abundaré por esta veta ni por ninguna otra de modo metafórico aunque sí escarbaré en la arena, pero en sentido tácito, porque no hay manera de conocer de un modo formal lo que urden y traman los miembros de este glorioso gobierno municipal.
La retirada de la arena del Monumento Plurifuncional La Plaza no es sólo una actividad de obras públicas, no es sólo la interrupción de algo, ni la extracción de elementos que se pueden reimplantar cuando se quiera. Esta acción pseudominera no se ha limitado a levantar polvo ni a levantar ampollas, sino que ha dado la puntilla a todos aquellos que todavía conservaban la esperanza de tener toros el próximo día 7 de septiembre, quedando patente que aquel punto del pacto de gobierno queda anulado, que no era tan importante como parecía y que el plato de lentejas no es una mala razón para seguir.

Si yo tuviera la posibilidad de ser Alcalde de Villena –no cabe más alto honor para un villenense– por el hecho de ser el presidente del partido minoritario más votado, y se diera la circunstancia de que los socios menos votados que integrasen el gobierno me exigiesen el compromiso de no celebrar corridas de toros en nuestra ciudad, considero altamente probable que pudiese aceptar. Aceptar exponiendo a mis leales la situación a las claras, mostrando el dispar peso específico de los dos platillos de la balanza: En uno quedarían supeditadas mis convicciones personales ante los intereses del gobierno y en el otro justamente al contrario. El fiel quedaría tensado por los sueldos y prebendas –por un lado– y la apertura del listón para que por él cupiesen el máximo número de ciudadanos en el contrapeso.

Incluso el motivo único de la ocupación de las concejalías y puestos de confianza, así como el reconocimiento personal que disfrutaría por el hecho insólito de que mi minoritario partido hubiese alcanzado la alcaldía de una ciudad como Villena, hubiesen sido determinantes. Mucho me temo.

Por tanto, la retirada de la arena –puede que el desmantelamiento no haya hecho nada más que empezar– sólo confirma la lógica de un gobierno que va a la suya, lo cual no convierte al de Villena en uno especial porque piense únicamente en sus votantes.

A pesar de la falta de transparencia que caracteriza al gabinete Esquembre, poco a poco el juego va aflorando y cada vez hay más cartas sobre el tapete.

Sin sangre, sin arena y esperemos que dentro de poco –y merced a la gran fiesta de la democracia– también se queden sin sueldos, aunque la pregunta es que si los que gobiernan ahora se quedan fuera por acción y efecto de las urnas, ¿qué perspectivas tenemos?

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