El Ordenanza

¡No me llamo alcalde! (Parte última)

El Ordenanza. Capítulo 155

Escena 1

  • ¡Pues aquí es!
  • ¡Qué bonito lugar!
  • Y lo mejor es que no hay nada de contaminación lumínica.
  • ¡Perfecto! Definitivamente, es el mejor sitio para contemplar el cielo nocturno.
  • Donde mejor se ve el cielo nocturno es en tus ojos, Sira.
  • ¡Oh! ¡Qué bonito es eso!
  • Tú sí eres bonita.
  • Gracias, cariño.
  • ¿Qué me dirías si, ahora mismo, una de estos puntitos de luz, comenzase a moverse en zig-zag ante nosotros a la velocidad del rayo?
  • ¡Sería aterrador!
  • ¿Saldrías corriendo?
  • Tan rápido que no se me verían las piernas.
  • Pues ve calentando, porque esa viene derechita hacia aquí.
  • ¿Qué?

Escena 2

  • ¿Cómo que me tranquilice? ¿Dónde está Sira?
  • Su compañera está en un lugar seguro. No se preocupe usted.
  • ¿Qué no me preocupe? ¿Cómo que no me preocupe? ¡Sira!
  • En estos momentos, no puede oírle: está siendo sometida a un rutinario examen médico. En una breve sección de tiempo terrestre, podrá usted reunirse con ella.
  • ¿Cómo? ¿No me irá usted a decir que le están injertando una cabeza de caniche o algo, verdad?
  • ¡No sea bruto, hombre! ¡Somos una civilización pacífica! Basamos nuestra existencia en el Método Científico. ¿No creerá usted que hemos tardado miles de años en cultivar la sabiduría para emplearla en hacer daño a otros seres vivos? ¡Sería de locos!
  • ¡Bienvenido a mi mundo, señor marciano!
  • Vulcaniano, exactamente.
  • ¿Vulcaniano?
  • De Vulcano.
  • ¿Vulcano?
  • … sí.
  • Pero… ¿el Vulcano de Star Trek o el hipotético planeta intramercurial que creyeron descubrir el director del Observatorio de París, François Arago, y el matemático Urbain Jean Joseph Le Verrier, en 1840, basándose en su explicación sobre la variación de 43 segundos que se había detectado en el perihelio del planeta Mercurio?
  • La b.
  • ¡Siempre es la b!
  • En lo concerniente al caso que nos ocupa, sí.
  • ¡Un momento! ¿Me quiere usted decir que, la explicación basada en la Teoría de la Relatividad con la que, el mismísimo Albert Einstein dio a tal variación, estaba equivocada?
  • Ustedes, los humanos, están acostumbrados a dar demasiadas cosas por sentado. Cuando algo les encaja, simplemente lo toman como dogma.
  • Ahí sí que ha estado fino, señor vulcaniano: a alguien se le ocurrió decir que los mozalbetes están guapos con la coletita esa en todo lo alto y ¡ahí los tiene a todos! ¡Con el rabillo de la boina en el chirle!
  • ¿Lo ve usted?
  • Bueno, que nos vamos del tema. ¿Me puede decir usted para qué nos han abducido?
  • Periódicamente, abducimos a alguno de ustedes para cerciorarnos de que no han evolucionado lo suficiente como para destruir el Universo.
  • ¡Vaya por Dios!
  • ¡No hay más que ver cómo tienen su planeta! ¡Hecho una lobera!
  • Eso tiene sentido, sí.
  • ¡No se les puede dejar solos! El último espécimen que chequeamos, nos preocupó bastante. Se trataba de un varón de unos 67 años terrestres y una mala baba que no se puede usted imaginar.
  • ¡Los hay que son de miedo!
  • Varios de nuestros colaboradores resultaron heridos de diversa consideración y, una prima segunda del piloto de la nave interestelar fue agredida sexualmente de palabra.
  • ¡Oh! Lo siento.
  • Tranquilo, hombre. Al principio nos enfadamos un poco, no le voy a engañar: hubo quien se cagó en el Mar de la Tranquilidad y eso, pero luego se nos pasó. Además, como el muy animal le dio el número de teléfono a nuestra colaboradora, lo tenemos más o menos controlado.
  • Mejor.
  • Sí.
  • Esto… perdone que me impaciente, señor vulcaniano pero, ¿nos van a tener mucho tiempo aquí?
  • No, hombre, no. Me responde usted a un breve cuestionario y, en cuando se dé cuenta, está de vuelta, viendo las estrellas con su churri.
  • Pues… cuando quiera…
  • ¡Vamos allá! ¿Nombre?

Escena 3

  • Avelino, ¿ha visto usted al alcalde?
  • Hoy no, don Andrés.
  • ¡Joder! ¡Con la que tenemos liada y va el tío y desaparece!
  • ¿Le ha llamado usted?
  • Unas diecisiete veces.
  • ¿Ha hablado usted con su padre o con la señorita Sira?
  • Sí, Avelino. Nadie sabe dónde está.
  • ¡Oh, vaya!
  • ¡Andrés!
  • ¿Sabes algo, Juanjo?
  • Acaba de llamarme Sira. Ha encontrado una nota en la que dice que va a encontrarse consigo mismo.
  • ¿Consigo mismo? ¡La madre que lo parió!
  • Ya sabes lo jipi que está últimamente.
  • Si me lo permiten, creo que sé dónde encontrarlo.
  • ¿Cómo?
  • ¡Cómo no, Andrés! ¡Dónde!
  • ¿Dónde?
  • Va a ser un largo camino, lleno de peligros… Santiago, he de salir: si no he vuelto cuando haya que cerrar, ¿puedes cerrar tú?
  • ¡Por supuesto, Avelino!

Escena 4

  • Buenos días, Maestro Po.
  • Buenos sean, Avelino-San. Estaba esperando tu regreso.
  • No he venido para quedarme, Maestro.
  • Lo sé.
  • ¿Está aquí?
  • Está encontrando su camino. «No puedes guiar el viento, pero puedes cambiar la dirección de las velas».
  • ¿Puedo hablar con él, Maestro?
  • No sé si deberías, Avelino-San. Es una montaña que debe escalar sólo. «El agua hace flotar el barco, pero también puede hundirlo». Alcalde-San es un hombre juicioso. Solo hay que darle tiempo.
  • ¡Hombre, Avelino! ¿Cómo usted por aquí?
  • ¡Señor alcalde! ¿Cómo se encuentra?
  • ¡Nunca he estado mejor! ¡Esto de la meditación es mano de Krisnha, oiga!
  • «El que regresa de un largo viaje, no es el mismo que lo inició».
  • ¡Madre mía, Maestro Po! ¡Parece usted Paulo Coelho con tanta frasecita!
  • Alguém me ligou?
  • (Los tres) ¡¡¡NO!!!
  • Bem, então eu vou embora. se você precisar de mim, tudo que você tem a fazer é dizer meu nome três vezes…
  • ¿Cómo que tres veces, tío plomo? ¡Si aprovechas cualquier rendija para meter la perilla!
  • Déjelo, señor alcalde. No creo que le haya oído. Va a la suya siempre. Dudo que cambie.
  • «Es más fácil variar el cauce de un río que cambiar el carácter de un hombre».
  • Bueno, ¿nos vamos?
  • Pero… su camino… su nombre…
  • Avelino, en el poco tiempo que he estado aquí, el Maestro Po me ha bombardeado una y otra vez con el Refranero popular chino. Esto me ha forzado a escuchar a mi yo interno para no perder los nervios. Al final, aunque el Maestro se ha llegado a poner realmente molesto, he encontrado la solución: he llegado a la conclusión de que la sabiduría consiste en saber que se sabe lo que se sabe y saber que no se sabe lo que no se sabe. Sé que, aquí soy el alcalde y sé que no sé cómo me llamo, pero me llamo.
  • Me deja usted de piedra.
  • Alcalde tampoco está tan mal. Creo que he encontrado lo que buscaba.
  • «Hay una historia detrás de cada persona. Una razón por la cual son lo que son».
  • Maestro Po, me ha gustado volver a verle.
  • Y a mí, Avelino-San. Buen viaje.
  • ¡Hale, Maestro Po! ¡Hasta otra!
  • Que la luz ilumine tus pasos, Alcalde-San.
  • Gracias, Maestro. ¡Ábrase un Facebook!

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