De recuerdos y lunas

No se arrastra quien quiere

Permitidme que no diga los nombres. Vuestros nombres marruecos. Sois demasiados y habéis sido conmigo demasiado. Gracias. Lo que me disteis no lo merezco. Habéis exagerado porque sois generosos pero yo no merecía el honor que me ofrecisteis el viernes pasado en esa tradicional cena de vísperas de Todos los Santos que los Marruecos celebráis desde antaño y que en estos años en los que la Fiesta se renueva en tantas cosas habéis adornado con protocolos para honrar más a los vuestros. Yo no merecía ningún honor. Os recuerdo que soy Marrueco, pero renegado.

Fue una noche hermosa. Os agradezco la invitación y homenaje porque me permitió estar allí viviendo vuestras emociones. Los discursos de los cargos que se despedían y de la Presidenta que también se despedía fueron sinceros, trabados desde el corazón, cada uno con su estilo, por eso emocionaron y gustaron mucho. Y conste que yo no soy ñoño para estas cosas, que soy mucho de la cáscara amarga contra los tópicos, contra los lugares comunes. Allí, cuando los hubo, estuvieron bien traídos.

Vuestra invitación me permitió compartir vuestras emociones pero me permitió mucho más. Me permitió encontrarme con muchos conocidos. Muchos. Por eso, excusadme los nombres. Que no cabéis. Porque a los familiares marruecos y a las amistades marruecas de siempre tengo que añadir amistades de ahora, incluso de aquella noche. Que valga que conocí personalmente a gente que conocía de vista o de haberlas oído nombrar y fueron muy desprendidos en amistad y simpatía conmigo, derramando esa hospitalidad villenera que yo sólo he visto derramarse, con la mucha generosidad que se derrama, en Villena. Si os dijera, si os pudiera decir uno por uno, una por una, vuestro nombre y las gracias... La retahíla ocuparía más de una columna. Excusadme entonces que no os diga como os dicen quienes os quieren. Daros todos –y todas– por evocados y evocadas en estas letras que quiero de agradecimiento a una Comparsa en la que es verdad que tengo mucho.

Pero desde la confianza que me disteis aquella noche, os tengo que confesar una cosa que no he ocultado pero que no he publicado hasta ahora: Yo he vivido muchos años huyendo de la llamada "arrastrá". He vivido muchos años escapándome de vosotros porque vosotros me traéis nostalgias. Especialmente las nostalgias por mi padre que se fue demasiado pronto. Porque como os dije cuando la presentación del primer tomo de vuestra historia, la lectura de este libro escrito por vuestro infatigable cronista me había despertado al Marrueco que fui. Y yo tenía miedo de esto y además temía que pasara lo que ha pasado, que frecuentándoos y recibiendo vuestro calor se iba a agitar ese festero que dejé de ser para refugiarme en el mirón que había sido. Y esto me da miedo. Me da miedo porque aún me acuerdo de mover el brazo con la marcialidad y garbo que exige vuestro desfilar y... "Y no se arrastra quien quiere." ¡Qué bien lo dijo vuestra Madrina!

Quisiera nombrar cada uno de vuestros nombres pero no me caben. Lo que sí que cabe es, otra vez, mi agradecimiento por vuestra atención. La Fiesta la hemos complicado mucho. Quien me lo corroboraba el día de la cena, cercano a tantos trajines y responsabilidades, bien lo sabe. Yo a más de uno le dije aquella noche, y era broma, que tendríamos que volver a aquellas Fiestas que se organizaban en una tarde de agosto escribiendo números en un papel de estraza arrancado al envoltorio de la merienda. Tanto cuesta, tanto hay que poner. Por cabeza. Y el músico a casa. Tiempos.

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