El Ordenanza

Noviembre

El Ordenanza. Capítulo 20

Escena 1

Noviembre es lo que llamamos al largo período que transcurre entre el puente de Todos los Santos y el de la Purísima. Un intervalo insulso, sin días rojos en el calendario en casi cinco semanas de luz tenue, cansina y parduzca. Para muchos, es la oportunidad perfecta para que las cuadrillas de amigos organicen comidas campestres “antes de que empiece el frío”, pero cuando ya ha llegado.

Para Elisa Fuster, íntima amiga de Anna, la hija de Avelino, es un mes de tránsito, no demasiado bueno ni muy enconado. Es mes de comer castañas y palomitas. Es un mes neutral, como Suiza... como “November rain”, de los angelinos roqueritos.

La alarma del despertador del teléfono suena, como cada martes, a las 6:40 a.m. Tiene clase a primera hora y no le gusta llegar tarde. Introduce una rebanada de pan de molde en la tostadora y pone la cafetera en marcha, mientras se prepara una ducha rápida. ¡Vaya! Parece que el calentador se ha averiado y la ducha debe ser fría. Se arma de valor y se coloca bajo el chorro helado. Adopta la técnica ninja de contraer todos los músculos de su cuerpo para no lanzar un grito y se da prisa con el champú y el gel, para acabar dando pequeños saltitos con el aclarado.

Se envuelve en una toalla y mete una cápsula de Colombia en la cafetera. El aroma a café lo envuelve todo. La tostadora empieza a calentar el pan mientras se desenreda el cabello y lo seca. A sus orificios nasales llega un intenso olor a quemado y, dejando a medias su tarea, corre hacia la cocina para comprobar que su desayuno está totalmente calcinado. Una vez más, la tostadora le ha gastado una broma pesada. Olvidó comprar galletas. Deberá tomar una rebanada de pan sin tostar. Dos contratiempos no hacen un mal día.

Carga rápido su mochila, coge su bicicleta y sale al rellano, donde comprueba que el ascensor tampoco funciona. Hace acopio de paciencia y baja los seis pisos que la separan de la calle con el vehículo a cuestas. Hay un viento fino y frío, lo suficiente para llegar al instituto sin una molécula de sudor.

Las tres primeras clases, con los alumnos adormecidos, pasan rápido pero, al llegar la hora del almuerzo y, para su sorpresa, descubre que ha olvidado la fruta que tenía preparada encima de la bancada de la cocina. Bueno, vista la suerte que anda teniendo hoy, posiblemente la cantina del insti estará cerrada.

Efectivamente: encuentra una nota en la puerta explicando que hoy va a permanecer cerrada por “motivos personales”. Aun así, dispone de la siguiente hora libre. Resuelve acercarse a una cafetería cercana y, ahora sí, se toma un buen zumo de naranja y media tostada con aceite de oliva.

Tranquila, a las personas buenas les pasan cosas buenas.

Escena 2

-Elisa, ¿tienes clase libre ahora?

-¡Qué va! ¡Tengo dos horas de ciclos formativos!

-¡Madre mía! ¡No te envidio! ¿Te quedas a comer para el claustro?

-¿Claustro?

-¡Claro! Lo convocaron ayer a última hora. Creo que es porque viene el Inspector o algo así. Es a las cuatro de la tarde.

-¡Vaya! Ni me da tiempo a ir a casa, ni me he traído nada, la cantina está cerrada...

-Nosotras nos vamos a ir a comer a un bar, si te quieres venir...

-Lo que pasa es que termino a las 2. Me tendréis que esperar, ¿vale?

-No te apures por eso, mujer.

Escena 3

-… la mayoría de los verbos irregulares tienen dicha irregularidad en los tiempos de pasado y participio de pasado...

-¡Joder, maestra! ¿Y a mí de qué me va a servir eso para podar setos?

-¡Oh! ¿Tan pocas aspiraciones tienes en la vida, Izan? Imagina que eres el mejor jardinero de Europa y te llaman de Buckinham Palace. ¿De verdad te gustaría tener que llevar a un intérprete para hacer tu trabajo?

-¡Mejor! ¡Me llevaría una traductora que estuviese bien buena! Jajajajaja

-¡Silencio todos! Mira Izan, por comentarios como ese no llegarás a ser el mejor jardinero de Europa. Ha sido desagradable y machista.

-¡Tía! A mí no me digas machista que te reviento la bici, eh?

-No me das miedo. Recoge tus cosas y baja al despacho del Jefe de Estudios. ¡Ahora!

Escena 4

 De vuelta a casa, tras más de hora y media de claustro plomizo, piensa en el mal día que ha pasado, como si la hubiese mirado un tuerto. Desde la ducha de por la mañana, el día ha sido descarnado con ella. Y mira que lo ha intentado ¡que conste!, pero estas cosas pasan cuando tienes buena voluntad y la suerte se tuerce. Si a las personas buenas les pasan cosas buenas, ¿qué es lo que está haciendo mal?

-¡Mierda!

Embebida por sus pensamientos, no ha visto a un corredor que acaba de invadir el carril y se lo lleva literalmente por delante. Ha caído con su bici justo encima de él.

-¡Oh! ¡Perdón, perdón!¿Se encuentra usted bien? No le he visto cruzar y...

-Creo que estoy bien. ¿Puede retirar la bicicleta? Me está clavando la rueda en la espinilla.

-¡Señor alcalde! ¡Cómo siento todo esto! ¿Está usted bien?

-Sí, sí, no se preocupe. Sólo levántese para que me pueda levantar yo...

-¡Oh, sí! ¡Disculpe!

-Ha sido culpa mía, que me he metido en el carril sin mirar, de verdad. Iba pensando en que mi día ha sido horrible desde primera hora ¿Se encuentra bien, Elisa?

-Sí, sí, descuide, mi día tampoco ha sido demasiado bueno pero, ¿sabe una cosa? Los días, como los libros, nunca son tan malos como para no tener una página buena.

-Pues, es cierto. Además, pienso que a las buenas personas le deben pasar cosas buenas.

Y mientras nuestros personajes se sacuden el polvo de su aciago día, nosotros nos alejamos del punto del encontronazo y subimos el volumen para que nos invada todo el espíritu del viejo y desgastado mes de noviembre. That´s all, folks!

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