El Ordenanza

Nueva normalidad

El Ordenanza. Capítulo 46

Escena 1

  • Señor Alcalde, el jefe de la Brigada Forestal de la zona está al teléfono.
  • Pásemelo, por favor, Avelino. Muchas gracias.
  • No hay de qué. Se lo paso.
  • Buenos días, Rodolfo. ¿Cómo va todo?
  • Pues no muy bien, alcalde, no muy bien.
  • ¿Y eso?
  • Con el avance de la desescalada, los ciudadanos se han lanzado desesperadamente al monte, arrasando todo lo que se cruza en su camino. Con toda la basura que están esparciendo en sus salidas y el calor que ya comienza a asomar, tenemos un problema y muy grave.
  • ¿Qué soluciones propones?
  • Debemos desbrozar y limpiar todo el sotobosque del término, debemos mantener y crear nuevos cortafuegos e intentar concienciar a la población de que sean responsables en sus salidas a la naturaleza.

Escena 2

  • Eugenio, ¿qué se te ofrece por aquí?
  • Varias cuestiones, alcalde...
  • Bueno, pues empieza por una.
  • Creo que ya has hablado con Rodolfo, ¿No?
  • Sí, hace un rato...
  • Vale, pues me ha llamado para solicitar que abramos una bolsa de empleo, desde la Concejalía de Medio Ambiente, para crear una brigada de limpieza de los montes del término municipal.
  • Me parece bien.
  • Sí, sí, buena idea parece pero, ¿con qué dinero pagamos los sueldos de los que vengan a desbrozar el monte? ¡Vamos a tener que tirar de voluntariado!
  • ¿Voluntariado? ¿Seguro que es una buena idea? La gente está muy cansada de tener que apechugar mientras hay quien se lo lleva calentito.
  • ¿Qué sugieres?
  • Que hables con la Diputación, a ver si, por una vez, nos sirve de algo.
  • Vale. Otra cosa: lo de la laguna y la acequia no puede esperar más. Las fumigaciones para acabar con las plagas de mosquitos no están siendo todo lo eficaces que cabía esperar. Los vecinos se quejan. La acequia está taponada y sucia. Los pro-laguna no paran de meter presión sobre su mantenimiento y, a todo esto, una pareja de garcillas se ha instalado en los humedales para anidar y...
  • ¡Joder!
  • Y luego están los laguneros, haciendo valer sus escrituras...
  • ¡Vaya lío! Habrá que hablar con la Confederación Hidrográfica, con los propietarios y con los pro-laguna, a ver si podemos llegar a un acuerdo entre todos. Y con la empresa que ha fumigado, para que nos explique por qué no ha hecho efecto.
  • Perfecto.
  • ¿Te encargas tú?
  • Sí, yo me encargo.

Escena 3

  • Buenos días, señor López.
  • Buenos días, Avelino, ¿sabe usted si el alcalde está arriba?
  • Creo que está reunido con el concejal de Medio Ambiente, don Andrés.
  • Tengo que hablar con él urgentemente: los policías locales se quieren poner en huelga porque deben hacer horas extra para controlar que la desescalada se lleve a cabo de manera cívica.
  • Pues, con la mañana que lleva el pobre...
  • Yo los entiendo: ayer mismo, un paisano iba por la calle con una hoja de col como mascarilla. Los agentes, naturalmente, lo denunciaron y el tipo ha interpuesto una demanda contra ellos por abuso de poder. Si los ciudadanos no dejan de hacer este tipo de tonterías, vamos a tener que tomar las cosas de otra manera. No nos ha servido de mucho tener que estar recluidos en nuestros domicilios durante tanto tiempo.
  • ¡Mire, por ahí baja!
  • ¡Mala cara traes, alcalde!
  • No estoy teniendo mi mejor mañana, Andrés.
  • Pues, siento seguir con malas noticias, pero la Policía Local se quiere poner en huelga.
  • ¿Lo puedes gestionar tú?
  • Sí, no te preocupes. ¿Te encuentras bien?
  • Avelino, ¿puede usted llamar al 112, por favor?
  • ¡Alcalde! ¡Alcalde!

Escena 4

  • ¡Alcalde! ¡Alcalde! ¡Despierta!
  • ¡Oh, qué dolor de cabeza! ¿Dónde diablos estoy?
  • Estás dentro de tu subconsciente. Te ha dado un apechusque y estás flipando.
  • ¿Y tú quién eres, voz con reverb?
  • Soy la cabeza de Immanuel Kant.
  • ¡Ostras! ¿Estoy muerto?
  • ¡No, hombre, no! ¡Estás flipando! ¡Ya te lo he dicho hace cuatro frases!
  • Pues es un alivio, la verdad. Y, ¿puedo saber por qué has venido a mi delirio, Immanuel?
  • Para ayudarte y que tengas el coraje de usar tu propia razón. Ese es...
  • … el lema de la iluminación, sí.
  • ¡Oye! ¡No me pises las frases!¡Encima que acudo a echarte una mano!
  • Perdona, es la costumbre. No quise ser ingrato: la ingratitud es propia de la maldad en el mundo.
  • Al final, me voy a cabrear contigo, alcalde. Ya decía yo que “de la torcida madera de la humanidad no se ha hecho ninguna cosa recta”.
  • ¡Mira que eras profundo, macho!
  • Bueno, ya sabes que, en la búsqueda de la inmortalidad, todos los filósofos dejamos citas para que se nos recuerde. Fíjate en el rollo de Coelho con lo de que “cuando quieres algo, el Universo conspira para ayudarte a conseguirlo”...
  • Ese se quedó descansao, sí. Entonces, ¿crees que debo sacar alguna enseñanza de este tabardillo?
  • ¡Claro! ¡Para eso me tiré toda la vida filosofando!
  • Pues date prisa, por favor. Tengo al consistorio alborotado con esto de la desescalada y se acaba el capítulo.
  • ¡Menudas prisas llevas! Resumiré todo en tres enseñanzas: vemos las cosas no como son, sino como somos nosotros; los nuevos prejuicios servirán, igual que los viejos, para apresar a las grandes masas no pensantes y la más importante, vive tu vida como si cada una de tus acciones fuera a convertirse en ley universal.
  • Pues muchas gracias, Immanuel. Intentaré hacerte caso. Ha sido un placer poder hablar con tu cabeza, aunque haya sido bastante raro todo.
  • ¡No hay de qué, hombre! Cuídate.

Escena 5

  • ¡Ya despierta!
  • ¿Se encuentra bien, señor alcalde?
  • Sí, sí, aunque he tenido como una visión muy extraña...
  • ¿Una visión?
  • Déjelo, Avelino. No daría crédito a mis delirios.

Ahora dejemos, amigo lector, que el alcalde se vaya recuperando del pijiritate y metámonos, entre oreja y oreja, esta canción de los islandeses Sigur Rós. Y recuerden: atrévanse a pensar.




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