Vida de perros

Organización cultural

Pasa que en ocasiones se te mete alguna idea o alguna preocupación entre las cejas y no puedes dejar de pensar en ella. No es que no abandones la idea en ningún momento, sino que es ella la que no te abandona y surge de tanto en tanto, a poco que te encuentre distraído. La organización cultural de esta Villena, como la de cualquier ciudad, es una de esas obsesiones que me acompañan a lo largo del día. Reflexiones, como pueden suponer, que no son más que ideas propias para propia satisfacción.
Aparentemente la vida cultural de Villena parece encerrada principalmente en dos edificios, la Casa de la Cultura y el Teatro Chapí. En ellos se centraliza lo referente a las Artes: pintura, escultura, teatro, cine, danza y música (mejor no hablar de arquitectura). Ambos edificios son obviamente dependientes de la Concejalía de Cultura, por lo que también son asistentes de las necesidades de las asociaciones culturales de la ciudad, así como de las necesidades culturales de las asociaciones de los distintos barrios. Los barrios, tema en el que ahondaremos más adelante, suelen realizar sus actividades durante la semana del barrio y dichas actividades están co-organizadas con la Casa de Cultura, quien realiza según en cada caso diferentes gestiones: contratación, personal, promoción, etc. Del mismo modo la Concejalía de Cultura lleva a cabo actividades conjuntas con otras concejalías, aunque se trate únicamente de aportar personal o recursos. Para todo ello contamos en Villena con un personal limitado, con funciones limitadas que nos es necesario extender para cubrir todas las necesidades. Cualquiera de los dos edificios culturales cuenta con personal para cubrir los puestos imprescindibles para su buen funcionamiento, por lo que para la realización del resto de actividades es necesario que dicho personal deba realizar labores extraordinarias. Algo que se ha venido haciendo desde hace ya muchos años con resultados óptimos.

Entonces, dónde encontramos el problema. Como resultado del uso límite de las capacidades de todo el personal de Cultura, a nuestra ciudad le resulta excesivo soportar y dar cobertura a iniciativas culturales que no figuren entre las programaciones de nuestros edificios. De este modo no podemos evitar coartar o dejar de dar cobertura a muchas de las iniciativas privadas que se plantean: si no son las infraestructuras, es el personal o son los recursos técnicos los que limitan esta colaboración. Dicha situación impide dos importantes escenarios para el desarrollo cultural: la iniciativa privada –si es de tipo amateur todavía con más fuerza– y la participación ciudadana en la vida cultural de la ciudad.

Ya sé que esta columna no da para completar un análisis de la situación, pero tampoco es la intención. Aunque sí lo es llegar a conclusiones. Creo que tan sólo la creación de un puesto técnico de cultura dotado de personal propio puede aliviar el panorama. Un departamento que sirva para coordinar nuestros dos edificios, evitando así solapar actividades y pudiendo gestionar sus recursos; un departamento que se ocupe de las relaciones entre su área y el resto, así como de las relaciones con las entidades de nuestra comunidad; un departamento que asuma las tareas ajenas a las programaciones actuales y que pueda disponer de tiempo –sobre todo– y de recursos para dar pie a las iniciativas e ideas que se planteen desde fuera. Incentivando la ayuda en aquellas líneas más abandonadas y promocionando las más destacadas. Con un departamento cultural que contara con los distintos grupos y asociaciones, así como con creativos y creativas particulares, evitaríamos que nuestra ciudad funcionara en una única línea cultural, en ocasiones dependiente de los gustos de quien gobierna, en ocasiones dispersa y esporádica.

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