De recuerdos y lunas

Plaça Prado

Hay veces que un gesto, o un hecho, que pueden entrar dentro de lo cotidiano, te llevan a un mundo grato de sorpresas en una espiral de sorpresas. Sea por ejemplo el acudir a una conferencia sobre un tema que te preocupa como el de la violencia escolar, o el asistir a una manifestación ciudadana pidiendo luz sobre asuntos que te desvelan como la falta de transparencia de un ayuntamiento entonces dirigido por un muerto. Y conoces a gente. A veces a la misma gente. Y cuando por la familiaridad de las coincidencias te descubres y dices las cosas que te gustan, resulta que a estas personas con las que coincides también les gusta lo que a ti te gusta. Y uno se da. Y viceversa. Así, por estas trochas humanas llegamos hace dos años a Gandía. Quién nos lo iba a decir.

Hay territorios que desaparecen de nuestros ámbitos colectivos. Que dejan de formar parte de ese hinterland o área de influencia que dicen los geógrafos y los urbanistas. En este mundo en el que creemos todo tan cerca hay ciudades que se nos han perdido si las comparamos con las ciudades que vivieron nuestros antepasados. Así lo vi hace años en Cieza, así lo vi hace dos años en Gandía. Porque mis abuelos me hablaban de Gandía o de Cieza como quien hablaba de ciudades muy próximas. Aquí, el Chicharra, tren de espartos y amores, jugó un papel vertebrador que, hoy perdido, nos ha extraviado estas poblaciones. Así, hemos marginado destinos pasados como marginamos otras ciudades en las circunvalaciones o en las rotondas, acaso rozándolas, acaso intuyéndolas cuando asoma algún campanario que se rebela contra los anticlericales rascacielos que denunció Pemán como desamortización inmobiliaria. O cuando despunta en alguna montaña algún castillo. O sus ruinas.

A Gandía nos llevó la presentación de una admirable publicación en la que colaboramos: En trànsit. Ese era el título del llibret de la falla Plaça Prado para dos mil seis. En él compartimos cartel con muchas personas que estimamos. Hasta un autógrafo dedicado había de Lluís Llach. La invitación a participar en el libro nació de la profesora Ana Mas, filósofa, hoy también metida en quehaceres de la cosa pública y a quien deseamos los mayores éxitos que reconozcan su constancia currante. Hasta la fecha su voz es cordura sensible en defensa de un patrimonio en una ciudad patrimonial. A Ana la conocimos, por aquello de los hechos cotidianos que decíamos, conferenciando con lucidez sobre la lacra de la violencia escolar, esa "violencia silenciosa" que ella dice cuando desmenuza con clarividencia los entresijos de este dolor joven que nos preocupa. De ello ya hablamos, desde la Ocarasa, en Villena.net.

Si traigo estos recuerdos por estas fechas es porque, desde aquel febrero en que invitados por Ana Mas acudimos a Gandía para la presentación de En trànsit, ya no veo la celebración de las fallas por San José sin acordarme de esta ciudad y de las gentes de la falla Plaça Prado que tan hospitalarias estuvieron con nosotros.

Falla, playa e historia se confabularon para traernos momentos exquisitos de fiesta, luz, pasado, amistad y poesía. Digo fiesta porque la hubo en el casal fallero. Digo luz porque nos despertó, después de la noche de cálidos protocolos y la presentación, el Mediterráneo. Digo pasado porque paseamos, Mari Carmen y yo, por las calles de la histórica ciudad de La Safor. Por el Palacio Ducal. Digo amistad porque hubo mucho afecto. Digo poesía porque estuvimos mucho tiempo con José Luis Zerón, poeta que trenza las palabras con sus delgados dedos de trovador para devolvérnoslas hermosas.

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