Desde el acantilado

Progreso

En España nos encontramos con una serie de partidos políticos que ellos mismos se cuelgan el cartel de fuerzas progresistas: PSOE, IU, LOS VERDES, ERC, etc. Aquí se excluye, como no podría ser de otra forma, al PP y a cualquier partido que no comulgue con las ideas que los citados partidos de izquierdas defienden. El progresismo, por definición, es mirar hacia delante, avanzar, que es lo que pretenden la mayoría de los partidos políticos en la actual democracia española. Estoy convencido de que cualquier partido político, sea del signo que sea, tiene como objetivo principal el que la sociedad avance. Sin embargo, desde la mayoría de izquierdas que nos “gobierna” se intenta hacer ver que el PP está dirigido por una derecha “extrema”, lo que equivale a decir que este partido quiere volver al pasado en vez de progresar.
No seré yo, Dios me libre, el que tenga que dar lecciones a nadie de progresismo, pero ya está bien de aguantar que a cualquier simpatizante o militante del PP, por el simple hecho de serlo, se le tilde de facha, fascista o intentos de insultos parecidos. Si se aceptase la estupidez de que todos los que simpatizan o militan en el PP son fachas o de derecha “extrema”, como el presidente del gobierno quiere poner de moda, el PP no sería el partido moderno que es hoy en día y habría quedado reducido a un grupúsculo residual y prácticamente sin representación en las instituciones como les ocurre a Alianza Nacional, Plataforma 2000 o partidos que tienen planteamientos ultraderechistas. Con expresiones de este tipo se intenta poner en duda su espíritu democrático, y ahora que pronto tendremos elecciones, volveremos a escuchar los manidos temas de que son los herederos de la dictadura, volveremos a la Guerra Civil y serán de nuevo insultados ante la falta de argumentos, programa y propuestas serias, que es lo que el pueblo necesita.

Son muchas las voces que instan al PP a defender sus propuestas con mayor dureza y que les acusan de ser unos acomplejados por no responder con los mismos insultos que reciben. A todos estos hay que decirles que la política no es o no debe ser una taberna de camorristas donde todo vale y en la que un golpe se devuelve con otro más fuerte. Si me llaman fascista, no se me ocurre responderle a otro diciéndole comunista, que para el caso, y como doctrina totalitaria que es, también se podría considerar insulto. Lo mejor que se puede hacer es ignorar esa forma de hacer política barriobajera y rastrera e intentar hacer que la ciudadanía llegue a comprender el mensaje que cada partido ofrece. Quizás esto sea algo utópico desde el momento en que tenemos un presidente del gobierno que no hace mucho más de un año se definía como “rojo”, pero debe ser la aspiración de cualquiera que se dedique a la política si se quiere recuperar la confianza de una ciudadanía cada vez más alejada de sus gobernantes.

Los que hemos nacido a principios los 70 nos hemos educado en los valores de la democracia y con ella hemos crecido. La mayoría no entendemos, para eso están los libros, que se nos quiera recordar machaconamente, elección tras elección, la batallita de aquel que fue fusilado hace 70 años por fulano que era rojo o por mengano que era nacional. Lo que queremos que se diga es en qué va a cambiar mi ciudad y cómo se va a mejorar, es decir, como va a progresar, y para que progrese no hace falta ser de izquierdas, ¿verdad?

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