El Volapié

¿Todos iguales?

Se puede jugar a ser aficionado a los toros o serlo de verdad y exigir un espectáculo íntegro, aunque por lo primero y por lo segundo uno se gane enemistades. Se puede jugar a intentar mejorar un sistema democrático de pastel que parece muy mejorable, aunque por ello las derechas te llamen rojo y por lo mismo las izquierdas te etiqueten como fascista. Se puede jugar a considerar que la república es más justa que la monarquía y más bonita si luce la bandera roja y gualda, so pena de que te etiqueten como comunista y facha al mismo tiempo. Se puede jugar, pero entonces los aburguesados te consideran un exaltado, los extremistas tibio, los integristas ateo y los ateos beato, los ricos te tomarán por un perroflauta y los otros por un señorito que vive como Dios.
Por estar convencido –a pesar de que soy consciente de que moriré sin verlo– que el poder no debe ser un objeto de conquista sino un bien que debe distribuirse adecuadamente, y que la sociedad humana ha de basarse en la libertad de los seres y no en el dominio de unos sobre otros, lo pueden tomar a uno por lo primero que les venga a la cabeza.

Se puede jugar con la justicia domesticada por el gobierno y que no nos trata a todos por igual, con una pistola escondida en el cajón del escritorio y teniendo más posibilidades de éxito que los que sólo usamos la pluma. Se puede jugar, pero no todos los que usan el 9 parabellum están igual de cómodos en el banquillo del palacio de justicia.

Se puede jugar a arruinar a la empresa y a despedir al personal, e incluso se puede jugar a afirmar al mismo tiempo que se tiene el remedio para haber evitado eso, pero que se ha preferido optar por la quiebra. Pero en ese caso el juego finaliza con una sentencia condenatoria, salvo que usted fuese el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba –no olvidarán jamás a este personaje, quizá el más oscuro de la Historia de España–, quien afirma dominar la fórmula para crear empleo siete años después de estar sacudiendo sandeces. A este presunto mentiroso compulsivo atiborrado de Faisán, ningún juez va a imputarlo porque ningún fiscal va a ver indicios de presunto delito por actuar contra el interés general que supone casi cinco millones de parados. De modo que la jugada es votar a Rubalcaba porque tras dos legislaturas va a sacar de la manga el bálsamo de Fierabrás contra el paro. Pues maldita la gracia que hace, salvo que este remedio conlleva el ingreso en el paro de ZP y que dejará al PSOE previsiblemente por debajo de los noventa escaños cuando hará mucha falta una fuerte oposición con Soraya y Mariano en el poder absoluto.

El Vicepresidente del Gobierno ha pasado de encamarse con banqueros y sgaeros a fustigarlos y acometerlos, llegando incluso a propugnar las listas abiertas para cuando vuelva a estar en el poder.

Veremos si todos los tontos somos iguales.

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