Vida de perros

Ufff, Bufff e ¡Iiiiiiiiies!

No sufran, que hoy mismo, a lo sumo en pocos días más, estaremos toda la ciudad de digamos vacaciones. Y es que algunos por gusto y otros por obligación es lo que trae estas fechas. Claro que no vienen a ser tan malas para quienes las llevan esperando todo el año. Algo peores para quienes nos vemos en la obligación de tomar vacaciones a principios de septiembre en lugar de situar dicha semana de libertad en el mes que nos venga bien o apetezca. Salvo que trabajes fuera de Villena me dirán, por ejemplo, lo que además de ser un dato aceptable por impertinente o defensivo que se revele, puede convertirse también en sugerencia de exilio y/u ostracismo. A las malas yo vivo en esta ciudad y siento no tener la oportunidad de distribuir mi escaso tiempo libre allá donde me parezca.
Pero qué les voy a contar de las Fiestas que ustedes no sepan ya. Todo malo, susurran desde el ala detractora de mis líneas. No todo malo, no. Pero a veces todo peor. Trabajen ustedes junto al Pabellón de Festero y escuchen toda la tarde la musiquita de las narices repetida una y otra vez mientras las juventudes ensayan al modo paramilitar sus ritmos y directrices. O intenten sintonizar la Intercomarcal, ahora plagada de secciones inenarrables como la proyección de una reunión de la Junta Central de los tiempos en que mi abuelo tenía pelo. O sufran la inclemencia de las radios locales, si no tienen más remedio que escucharlas, con la musiquita de las narices en cada uno de los anuncios y dedicatorias, además de tragar los cortes especiales de fiestas donde hablan cada uno y una de los cargos (siete con el o la presidente) de cada una de las comparsas (por catorce = noventa y ocho), sin incluir Concejal, Junta Central de Fiestas y Junta de la Virgen.

Y si de invasión sonora hablamos me llega el recuerdo de los inconmensurables arcabuces, inagotables, extremos, cansinos, que un año más recuerdan una historia más cercana que la que intentan (la de los milicianos): la de las guerras que conozco por televisión. Tampoco es tan malo, podemos apretujarnos, caminar por las aceras invadidas por tribunas, ver cómo el dinero se quema en bombillas que algunos no veremos arder… Pero todo llega (y todo pasa) y pronto llegará al balcón el Presidente Don Ripoll, que peinado a lo Conde vendrá a expresarnos lo que alguien escribió en un papel sobre lo que debe de pensar y sentir por Villena. Y que vivan las habichuelas mágicas, ¡vivan!, que se planten y crezcan y nos lleven a un mundo mejor y al reino del gigante al que venceremos, etc., y que viva el preludio de lo que el Seco nos prometió: ¡Extraordinario evento sin par! Tarde de toros, a las cinco y media de la tarde –“Lo demás era muerte y sólo muerte, a las cinco de la tarde”–.

Pero no todo queda aquí, no todo son Fiestas y no era de ellas de las que vine en principio a hablar. Sólo que aunque ustedes puedan no creerlo, al final se hacen inevitables para toda alma que recorra día a día estas calles. En principio quise responder a la última del Observador, para que supiera que todavía le leo y que todavía discrepo en muchos asuntos. Y si él pensaba que detrás de los grupos que reivindican cambios sociales se esconde un interés político, vg. Antitaurinos / antiPP, tendrá que aguantar igualmente cuando la lluvia cae para el otro lado, si no escuchen al señor Beltrán y sus impresiones sobre las facturas que la señora alcaldesa ha de pagar a las Asociaciones “no políticas”.

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