Cartas al Director

Virus Vs Ser humano

El ser humano es capaz de proponerse las cosas más impensables, pero también de olvidar muy pronto lo vivido

Poner la televisión o la radio en estos tiempos del cólera que corren es un ejercicio peligroso. Esta afirmación parece en sí misma una estulticia máxima, ¿verdad? Me explico. No es que nos vaya a caer un meteorito disfrazado de marciano destructor. No es que vaya a explotar el aparatito porque le demos al botón equivocado. Tampoco es que nos vaya a tragar el monstruo del lago si están haciendo un documental en la 2. Eso no.

Pero cabe la posibilidad, y esto sí es muy probable, de que en dos minutos nos aplaste como gusanos la mole formada por las cien veces que vamos a escuchar la palabra de moda: Coronavirus.

Y eso que no todo lo que se dice sobre este “bichito” es negativo. Llevo varios días, semanas creo -qué más da si ahora el tiempo es una falacia universal- leyendo las consecuencias “positivas” que su aparición en pantalla tendrá sobre nosotros cuando esta pesadilla acabe (si mi amigo Gregor S. levantara la cabeza, bueno las patitas).

Que si nos va a hacer mejores personas; que si más solidarios; que la envidia será la hermana siamesa de la amistad y se mudará de dirección; que todos vamos a priorizar nuestras necesidades; que todos vamos a cambiar (de qué, de chaqueta o de todoterreno); que ya nada volverá a ser como antes (por supuesto, los muertos que está provocando seguirán estando muertos), que si patatín que si patatán. ¿Qué pensáis vosotros?

Estamos ante un panorama global que nos llevará, ya lo está haciendo, a una realidad existencial, es decir, individual. El ser humano es capaz de proponerse las cosas más impensables, a veces las realiza, pero también lo es, en mayor medida nos dice la experiencia, de olvidar muy pronto lo vivido, ponerse las botas sucias después de haber pisado el barro y volver a las andadas, como decíamos antes, a priorizar sus necesidades: yo, mío, para mí.

La envidia y la codicia y la avaricia y la venganza, le ganarán la partida a la solidaridad, la paz, la empatía, la amistad. ¿O no? El futuro nos dará el resultado de la batalla. Mi apuesta es clara, pero si un solo diputado hipócrita, un solo empresario tirano, un solo docente vanidoso, un solo médico petulante, un solo alcalde corrupto, un solo ciudadano nihilista, cambia un poquito, ya habrá merecido la pena este maldito virus.

Sea como fuere, a las ocho saldremos al balcón a dar unas efímeras palmadas al aire, a ver si así lo espantamos y sale por patas o, por el contrario, nos mira a la cara y se ríe de nosotros silente, altivo, eterno.

Por: David Tomás Maciá




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