Vida de perros

Cuarenta ¿qué?

Cuarenta grados será a los que lleguemos este cercano verano, desde luego, no cabe duda y no lo discuto. Cuarenta serán las columnas firmadas con mi pluma para esta Vida de Perros la semana que viene. Cuarenta los días desde Carnaval a Semana Santa. Cuarenta los ladrones a los que engañó Ali Babá. Cuarenta los días que Jesucristo se demoró en subir a los cielos. Cuarenta los principales que celebraron su aniversario este mismo mes. Cuarenta (40, XL) el número natural después del 39 y antes del 41. El número atómico del circonio. En años de matrimonio, el aniversario de rubíes tras la boda. El código para las llamadas telefónicas internacionales a Rumanía. El juego de barajas nacional de Ecuador. Y hasta aquí queda poco que discutir, aunque seguro que alguien estaría dispuesto a hacerlo. Pero llegamos al quid de la cuestión: cuarenta es la cuota porcentual que establece el Anteproyecto de la nueva Ley de Igualdad. Dicha Ley exige que los consejos de administración de todas aquellas compañías con más de 250 empleados, deben estar compuestos en un plazo de cuatro años por un 40% de féminas y un 60% de varones.
Como podrán ustedes entender no quiero postularme a favor del incansable crítico zetapeísta Paco Gracián, ni trabar amistad –en todo caso hacer negocios– con Ana Patricia (hija del señor Botín, empresario con oportuno apellido por cierto), presidenta de Banesto. Pero no por eso dejo de estar de acuerdo con la única presidente de las entidades financieras españolas. Una mujer que ha sido una de las principales defensoras del papel de la mujer en el mundo directivo y que se manifestó en contra de la discriminación positiva que recoge el Anteproyecto. Ana Patricia está a favor del posicionamiento de la mujer en papeles directivos “por su talento y no por cuotas”, y yo me pregunto: ¿no es ésa una de las máximas más coherentes en tal sentido? Pues parece que no. Y no pretendiendo adentrarme en temas polémicos, tal y como le ocurrió al viejo Aureliano con el Consejo de la Mujer, pues estos entran en un debate de sordos en el que una parte no responde a la pregunta formulada y la otra parte responde sin responder a la pregunta que formuló, sin llegar, obvio, a una conclusión, ni una respuesta al menos, me gustaría posicionarme frente al abuso que supone la discriminación positiva. Tal término me recuerda a otros como “daños colaterales”, prisión o asesinato preventivo –cuando se refiere a encerrar o matar a alguien por ser potencialmente peligroso–, etcétera. Hablando en estas circunstancias no me quedaría otra que decir: “la obligación que establece la dichosa ley es una mierda. Mi casa es mía y hago lo que me da la gana (se suponen los límites). No entiendo que los ladrones anden sueltos –no sólo los mendicantes yonkys, o los rudos rumanos, también y sobretodo los de Malaya y similares que llegarán (porque llegarán)– y el gobierno se preocupe por joderme a mí”.

Conclusiones: las mujeres del Consejo de la Mujer aprovecharon el tirón de Aureliano para largar sus ideas, bien aprovechado dicho sinceramente, pero no respondieron a la cuestión planteada: la de la exclusión de los hombres a optar al premio del cartel del día de la mujer. Con ello no respondieron a una cuestión que por mi parte todavía tengo que madurar: la de la discriminación positiva. Y hubiera agradecido –a modo individual también lo agradecería– una respuesta, que considero será valiosa, hacia tal discriminación. Por el momento, continúo pensando en ello, no en el carné por puntos, puesto que me librará de conductores temerarios, aunque ya hablaremos del problema que les supondrá a los profesionales.

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