Lo que pienso de

El silencio de los mosquitos

Ayer vi una película que me dejó impresionada. No les puedo decir en este momento de quién era, me la dejó mi sobrino que es un entendido y sabe un montón de películas raras. Y ésta lo era, y tanto que lo era. Miren, a estas alturas no sé si lo que vi fue una película o un documental.
Lo cierto es que desde ayer que me la puse en la tele no dejo de pensar en ella. Se llama, por si alguno de ustedes la quiere buscar, “El silencio de los Mosquitos”. El asunto va de un pueblo que es atacado periódicamente por una extraña clase de insecto el “Anosfeles Lagunensis Electoralis”. Todo comienza hace no sé cuantos siglos, cuando un rey manda desecar una gran charca, o una pequeña laguna, porque la población se veía afectada por numerosas enfermedades que les transmitían los insectos que por el lugar campaban a sus anchas. Pero no todos los insectos se marcharon. Una vez fue desecada la laguna una especie rara de mosquito sobrevivió a los ataques de los humanos: el “Anosfeles Lagunensis Electoralis”, un insecto que se muestra más fiero y más voraz según la tendencia de quien gobierne el lugar.

En este punto la película da un salto desde siglos atrás y sitúa al espectador en la época actual. Cuenta el director que durante cuatro duros años de sequía el “Anosfeles Lagunensis Electoralis” se reproduce, nace, engorda hasta el punto que su vida media puede alcanzar al doble que cualquiera de los mosquitos comunes que suelen poblar aquellas tierras. A diferencia de sus semejantes, el “Anosfeles Lagunensis Electoralis” no le tiene miedo a la ausencia de lluvias, nada tiene que ver la humedad con él. No valen venenos que acaben con él. Como bien se puede comprobar en las siguientes escenas de la película, la vida del “Lagunensis” no depende de los caprichos de la Madre Naturaleza, sino que la supervivencia del “Lagunensis” depende de los avatares de la política. Así se ve en la película como el “Anosfeles Lagunensis Electoralis” comienza a desaparecer de aquellas castigadas tierras una vez pasan las elecciones y el gobierno cambia de manos. Se ve en la película cómo en el año más lluvioso de la década, cuando muchos de los insectos y los reptiles vuelven, tras muchos años de ausencia, a aquella vieja laguna desecada, el “Lagunensis” comienza a desaparecer y su población va disminuyendo hasta alcanzar unas cifras casi testimoniales. Hay una imagen bastante espeluznante, porque el bicho se las trae de feo: unos cientos de bichos se arrimaban a las farolas del pueblo, pero lo más curioso es que pasaban de picar a los humanos. Cada vez que algún atrevido “Electoralis” osaba arrimarse a algún ser humano, éste simplemente pronunciaba “ahora ya no hay mosquitos”. Y fíjense, el mosquito agarraba las alas y se iba volando por donde había venido.

El final de la película me pareció a mí un poco raro, no lo he llegado a asimilar todavía: hay una toma desde el cielo de la laguna en cuestión, como si quien llevara la cámara de cine fuera un pájaro, y se oye la misma cantinela: “ahora ya no hay mosquitos”. La última toma antes de los títulos de crédito es muy artística. Aparece una gaviota que parece que hubiera salido de la propia cámara y poco a poco se va alejando hacia el horizonte.

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