Tradicionalmente, la poesía foránea más influyente en la lírica castellana fue, en primer término, la italiana del Renacimiento, a través de las figuras de Juan Boscán y Garcilaso de la Vega; una puerta de entrada que daría acceso a que dicha influencia fuese luego determinante en nuestro Siglo de Oro gracias a los sonetos de, por citar solo los tres nombres fundamentales y conocidos por todos, Lope de Vega, Góngora y Quevedo. Posteriormente, sería la poesía francesa la que más incidencia tendría en la evolución de nuestra versificación durante al menos un par de siglos. Pero desde hace varias décadas, la lírica de origen anglosajón ha venido impregnando la cultura española de múltiples formas, y hoy en día nombres como los de Ezra Pound o T. S. Eliot ya no son los desconocidos que fueron antaño.
Una herramienta indispensable para disfrutar con mayor profundidad de esta tradición lírica es, desde ya mismo, El ruiseñor y la alondra, una antología de la mejor poesía en lengua inglesa -tal y como especifica su subtítulo- armada por Carlos Clementson, profesor, traductor y poeta cordobés que recorre toda su historia desde William Shakespeare a Wilfred Owen. El título del libro alude precisamente a unos versos de Romeo y Julieta, y es su autor el primer poeta antologado en las casi seiscientas páginas de este contundente volumen. Pero no crea el lector que estamos ante una mera recopilación de versos rescatados de aquí y de allá y colocados unos detrás de otros; un modo de proceder este que, por cierto, es el de casi todas las antologías poéticas que en el mundo han sido. Muy al contrario, Clementson -a la sazón también responsable de la traducción al castellano de los textos recogidos en el libro- nos propone un erudito recorrido por la tradición lírica anglosajona que es tanto una personal recopilación poética como un riguroso ensayo académico; puesto que -además de comentar la presencia de todos los poetas antologados y, en ocasiones, desarrollar su contexto histórico y literario- inaugura el libro con unas páginas dedicadas a la recepción de la lírica inglesa en nuestro país y al papel jugado en tal menester por Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda y el poeta y traductor catalán Marià Manent.
Tras el concurso del responsable de Hamlet van siendo convocados un gran número de autores en retahíla, cuyas obras aparecen recopiladas aquí en varias ocasiones en versión bilingüe, y de entre los que cabe destacar a John Donne, John Milton, William Blake, William Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge, Alfred Tennyson, Oscar Wilde, William Butler Yeats o, de forma excepcional, los norteamericanos Walt Whitman y Emily Dickinson... por citar solo algunos de los rapsodas más ilustres. Pero no faltan a su cita escritores más reconocidos por otras facetas de la creación literaria: el también estadounidense Edgar Allan Poe de normal vinculado a los cuentos de terror y misterio, el Thomas Hardy de sus trágicas novelas de finales del siglo XIX, el Robert Louis Stevenson popular por sus historias de corte fantástico y aventurero, el Rudyard Kipling epítome de las peripecias en ambientes exóticos bajo el gobierno del Imperio Británico, el Gilbert Keith Chesterton de El hombre que fue Jueves y los relatos protagonizados por el padre Brown, o el D. H. Lawrence de la escandalosa El amante de Lady Chatterley. El resultado de tal amalgama es, ni que decir tiene, una obra que no puede faltar en la biblioteca de ningún amante de la poesía que se precie de serlo.
Imagino que llegado a este punto, a muchos de ustedes les sorprenderá que no haya citado a tres de los poetas más destacados de entre todos los surgidos de la antigua Albión. No se escandalicen tan pronto: John Keats, Percy Bysshe Shelley y lord Byron también están presentes en El ruiseñor y la alondra; pero por otro lado son los absolutos protagonistas de La muerte de Adonais, suerte de novela de no ficción (no entraremos aquí a tratar lo complejo y discutible de esta etiqueta) que Fernando Valverde dedica a los últimos días de estos tres poetas de los que ya les he hablado en diversas ocasiones: del primero, al hilo del ensayo laudatorio que le dedicó Julio Cortázar y de la reciente edición de su Poesía completa a cargo de José Luis Rey; del esposo de Mary Shelley, la autora de la mítica novela Frankenstein, con motivo de la publicación de una selección de sus mejores versos responsabilidad del mismo Rey; en cuanto a Byron, y al igual que los Shelley, me ha acompañado desde la adolescencia de la mano del cineasta Gonzalo Suárez y su maravillosa Remando al viento. Y los tres son, todos ellos, poetas que fallecieron entre el invierno de 1821 y la primavera de 1824 sin haber llegado a cumplir los cuarenta años de edad, y que ahora vuelven a cobrar vida de la mano de este joven poeta y docente granadino.
La muerte de Adonais, que ha sido calificada de “obra maestra” y “un monumento a la poesía” por parte del poeta Raúl Zurita, iba a ser en un principio un relato centrado en los últimos días de John Keats en la ciudad de Roma, pero Valverde ha señalado que en el proceso de documentación previo a la redacción de la novela se topó con una carta de Shelley que incluía una cita de su amigo Byron, y que esta misiva despertó su obsesión por ambos. Así, lo que pretendía ser una historia centrada en un solo poeta se convirtió en una narración coral sobre tres figuras clave de la estética romántica; la de la última generación que no conoció la luz eléctrica y el ferrocarril, y también la última de la que no tenemos testimonios fotográficos; tan solo retratos como los que ilustran la presente columna. De este modo, La muerte de Adonais puede leerse como una elegía consagrada a un mundo pasado que si no se ha extinguido del todo es precisamente gracias a la pervivencia del arte que se cultivó entonces: a la música, a la pintura y a la literatura; y, en particular, a los versos de los poetas cuyo legado y memoria Carlos Clementson y Fernando Valverde honran hoy resucitándolos y poniéndolos a nuestro alcance. Leerles sería la mejor forma de agradecérselo a ambos.
El ruiseñor y la alondra. Antología de la mejor poesía en lengua inglesa y La muerte de Adonais están editados por Berenice y Planeta respectivamente.