Vida de perros

Unos vienen, otros se van

Viene a resultar que el sacerdote más mediático de nuestra ciudad se marcha a otro destino. Don José Abellán, como bien sabréis, se traslada a Castalla –ahora ya lo sabemos– dando paso a un nuevo sacerdote que se ocupará del cuidado de su “hijo”, desafortunada metáfora que dispuso rumores creados por seres morbosos, tomateros, tontos o paletos por no entender o no querer entender su referencia al Centro San Agustín. Y no es que el señor Abellán sea centro de mi afecto –más bien ha provocado en mí indignación y/o aburrimiento en sus discursos televisivos y en sus artículos– pero una marcha provoca una despedida: no pensamos igual, no creemos lo mismo, pero un adiós debe ser cordial y correcto.
Aquí se queda Villena y sus gentes, en este año de gracia en el que jamás nos hemos separado de aquello que sólo debería ocurrir del 4 al 9. Las jornadas Entrefiestas, por mucho que al compañero JA Conca le entusiasmen, no me llevan a las conclusiones que él mismo expone: “Las nuestras son (…) unas fiestas participativas, democráticas, abiertas, igualitarias; mientras que las de otros lugares son elitistas y diferenciadoras de estatus y pedigree. […] Mantener esa identidad, junto al reto de conseguir que unas fiestas tan exitosas y participativas no se tornen anárquicas (ese “cambio de actitudes” que se reclamó en las conclusiones) son los desafíos que deben afrontar los festeros venideros”. Estaré yo equivocado o no pero la mayoría de calificativos con los que se habla de nuestras fiestas me resultan extraños y poco oportunos. Será por la sensación que tengo –y hablo por muchas otras personas– de aparecer excluido en aquello que todos celebran. Por si fuera poco, resultado de las jornadas, tenemos el reproche –con sanción económica– al comportamiento de los festeros durante los desfiles, que busca – ¿qué cosa?– imagino la representación fidedigna de yo qué sé. Espero que en uno de esos años en los que vuelvo a ver algún desfile, no me encuentre con desfiles-procesión y poder así adentrarme en la emoción de aquellos que toman la fiesta como diversión, y hablo de diversión total. Momentos en los que a todos “se nos va la pelota” y disfrutamos junto a nuestros vecinos. Porque de eso, en la mayoría de los casos, es de lo que más he escuchado hablar al terminar “nuestras” fiestas.

Y a todo esto, antes de que se me escape el hilo del asunto, ¿quién es el que viene, puesto que ya sabemos quien se va?¬ Pues bien, el que viene y sigue viniendo es Benedicto 16. Un Pontífice que va a pasar de visitar una ciudad de alegría, de nuevas estructuras y de embarcaderos tipo Copa de América, para visitar una ciudad desolada por la catástrofe acontecida esta semana. Un hecho en el que no me voy a adentrar más que para mostrar mi indignación con la cobertura ofrecida por todos los medios de información. Las televisiones son únicas para demostrar en dichas situaciones que no son más que negocio, que nuestras vidas no valen nada, que la noticia, los minutos ganados al insustancial verano, son más importantes que nosotros. Matías Prats, metido a poeta, recitó en su telediario con el falso pesar de la más hipócrita Ana Rosa los tópicos menos oportunos, tópicos más manidos que los de la apertura de la presentación de cualquier madrina. Los micrófonos se echaron a las calles a entrevistar a quien pasara, que a falta de saber qué decir, recurría nuevamente a tópicos dramáticos. Cínicamente diría que para quienes no te esperan, tal desgracia puede ser un signo más de que no has de venir.

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