Cartas al Director

De Franco y sus miserias

Quien grita “Viva Franco” y canta “Cara al sol” es súbdito y no sabe qué es la libertad

El hecho de que se haya tardado más de cuarenta años en exhumar a Franco de su mausoleo personal y propagandístico dice mucho del arraigo –no muy interiorizado– de la democracia española en la ciudadanía. Pero no es de esto sobre lo que expongo las siguientes líneas.

Franco se sumó al golpe de Estado de julio de 1936 porque –al igual que muchos militares de rancia tradición– pensaba que el Ejército debía intervenir en la vida política si España se sumía en el caos de su desunión territorial –ya existía el Estatuto de autonomía catalán y se estaban preparando otros similares– y religiosa –la II República garantizaba el laicismo–. Con ayuda civil, eclesiástica y de potencias internacionales fascistas, Franco ganó la Guerra Civil.

Todo régimen autoritario es corrupto de por sí, desde el momento en el que el grupo dirigente obliga al resto de la sociedad a seguir forzosamente sus medidas. El régimen franquista no podía ser menos añadiendo, además, un toque sangriento porque quería demostrar que con la sangre que se derramaba diariamente, todo el mundo entendería qué debía hacer y cómo comportarse. Era de sobra conocido el dicho: “la letra, con sangre entra”.

Y aquí encontramos el leitmotiv del escrito. Jurídicamente, el régimen franquista definió a la ciudadanía española como súbdita, eso es, sujeta a una autoridad superior a la que debía obediencia y lealtad. Esto, en la práctica diaria franquista, significaba la anulación completa de la dignidad humana, la mutilación de los derechos que todo ser humano posee por haber nacido como tal. El régimen franquista consideró consciente y legalmente que todo el mundo era un cero a la izquierda, esto es, nada.

Pero no entendamos que ser súbdito –es decir, nada–  afectaba únicamente a la población vencida en la guerra; también a quienes apoyaban a Franco y su régimen. Las personas vencedoras de la Guerra vendieron su libertad personal con tal de conseguir medrar y prosperar económica y socialmente en el ámbito local, provincial o nacional que ofertaba el régimen franquista. Buscaron seguridad a sabiendas que perdían lo que todo ser humano siempre ha anhelado y desea tener: dignidad, es decir, que su vida tuviera valor y así vivirla humanamente –sirva este juego de palabras–.

A la gente que perdió la guerra la dignidad humana le fue arrebatada con humillaciones públicas mediante cabezas rapadas y aceite de ricino; también con represión profesional, encuadramiento social, hacinamientos en las cárceles, trabajos forzosos para realizar carreteras, canales, aeropuertos o el mismo Valle de los Caídos y fusilamientos. A quienes vencieron, con prebendas, presencias públicas en los primeros lugares para que se les viera bien, contratos económicos sustanciales por haber tocado ciertas teclas ministeriales o conocer a alguien que, a su vez, conoce a otro alguien que muy bien podría ayudar….

Quien grita “Viva Franco” y canta “Cara al sol” a viva voz está manifestando que quiere no ser dueño de su destino vital, no ser protagonista de su vida, y está deseando que alguien le diga qué debe hacer porque es súbdito y no sabe qué es la libertad.

Por: Fernando Ríos Soler

(Votos: 27 Promedio: 3.4)

Un comentario

  1. «El viejo Goya lo pintó mejor que nadie: dos gañanes enterrados hasta las corvas, matándose a garrotazos. La sombra de Caín es alargada, en España. Lo fue siempre, y la guerra civil que se narra en este libro es cumplida prueba de ello. Juan Eslava Galán nos cuenta —en realidad nunca ha dejado de hacerlo— una historia trágica, violenta, retorcida en ocasiones hasta el esperpento con esos trágicos quiebros de humor negro que también, inevitable­mente, son ingredientes de nuestra ibérica olla. Una república desventurada en manos de irresponsables, de timoratos y de ase­sinos, un ejército en manos de brutos y de matarifes, un pueblo despojado e inculto, estaban condenados a empapar de sangre esta tierra. Luego, prendida la llama, la arrogancia de los privile­giados, el rencor de los humildes, la desvergüenza de los políticos, el ansia de revancha de los fuertes, la ignorancia y el odio hicieron el resto. No bastaba vencer; era necesario perseguir al adversario hasta el exterminio. Murió más gente en la represión que en los combates; en ambos lados, analfabetos presidiendo tribunales gozaron de más poder que magistrados del Supremo. Hubo valor, por supuesto. Y decencia. Y lecciones de humanidad e inteligen­cia. Pero todo eso quedó sepultado por las pavorosas dimensiones de una tragedia que todavía hoy necesita reflexión y explicacio­nes. Este libro se aventura a ello, y lo consigue con amenidad y con una extraordinaria, abundante y rigurosa documentación que —ésa es quizá su principal virtud— ni siquiera se nota. Juan lo ha escrito a su manera, como suele. Como quien no quiere la cosa. Sin darle importancia y casi sin pretenderlo. Y por supues­to, sin buenos ni malos. Las dos Españas mamaron la misma le­che. Estas páginas lo ponen de manifiesto de forma apasionante y estremecedora. Por eso se trata de una historia de la guerra civil que no le va a gustar a nadie. Ya era hora. »

    Arturo Pérez-Reverte

    Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie / Juan Eslava Galán — Ed. Planeta

    Supone para mi una tranquilidad, que mi nieta tendrá la oportunidad de aprender la Historia de España en Londres, evitando así caer en manos de «profesores» con manos tan manchadas de ideología.

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