Al Reselico

La caña que precede a la tormenta

Una petición, un ruego, una súplica. Quería disfrutar en calma de mi mañana de sábado

Las cervezas con los amigos del sábado al medio día siempre son divertidas y didácticas. Pienso en eso cerrando la puerta de mi piso. Botas, bufanda, sudadera de Arya Stark, Amaral en los auriculares y dirección “Salón de la Cerveza”, sitio típico de peregrinación sabática. Pocas cosas me producen tanta felicidad como este paseo semanal y estas cañas en el Mercado. El sol está en to lo alto, el frio es soportable y no hay ni rastro de nubarrones. Por las calles de nuestra ciudad pasean familias con niños, personas mayores o pandillas de chavales, como si toda Villena hubiera decidido salir hoy, a disfrutar del calorcillo de esta estupenda mañana de otoño.

Dirección “Salón de la Cerveza”, típico sitio de peregrinación sabática

Llego temprano al Salón de la Cerveza. Me doy una vueltecilla previa por los puestos del mercado y elijo tranquilamente dónde sentarme, antes de que se llene hasta los topes. El ritual se repite: Toñi me explica los barriles que hay ese día y yo pido siempre una IPA. Van llegando los amigos. Alguien pide unas croquetas y unas tablas de embutido del Leo. Cuando estamos todos les hago una petición. Un ruego. Una súplica. Mi única condición para disfrutar en calma esta mañana de sábado. A cambio, prometo invitar yo a la siguiente ronda. El grupo, después de meterse razonablemente conmigo, acepta a regañadientes.

Mientras degusto mi pinta de Indian Pale Ale junto a media Catacroket de gachamiga, dos de mis amigos, a mi izquierda, pongamos que se llaman Ale y Jona, hablan de la paternidad. Son dos tíos corpulentos, trabajadores, cachondos y divertidos. Muy buena tropa. Entre los tres existe una encarnizada lucha por ser el miembro del grupo con más anécdotas, aunque ninguno las cuenta como Alejandro. Es entretenido verles y escucharles discutir sobre ese extraño virus que afecta a la gente de mi edad. «Ya me estoy preparando para eso de ser padre, estoy mentalizado, que se nos pasa el arroz. ¿Cuándo te vas a animar tú?» pregunta uno; a lo que el otro, ocurrente y guasón, contesta: «A mí no me metas en berenjenales. Hablemos de cosas importantes: el mundial de rugby».

La paz y felicidad de visitar el Mercado...

Pego otro sorbo a mi zumo de cebada. Dos de mis amigas, a mi derecha, pongamos que se llaman Sandra y María Elena, hablan de las Fiestas (como bien dice Antonio Sempere, en Villena no es anacrónico hablar de fiestas en cualquier mes del año). Ellas son dos chicas menudas, con un “pelín” de carácter, dicharacheras, sociables y simpáticas hasta decir basta. Muy, muy buena gente. Entre los tres existe una endiablada pugna por ser el miembro del grupo que acude a más actos entre el 4 y el 9 de Septiembre. Es animado verlas y escucharlas debatir sobre esa maravillosa locura llamada “día cuatro que fuera”. «A mí me parece bien lo de hacer dos Cabalgatas, un desfile no puede durar tantas horas» sentencia una; a lo que la otra, tranquila y socarrona, responde: «La cuestión aquí es quejarse. Por larga o por corta. Que este año parecía que habían pasado el cross nocturno a la noche del día 6».

Remato la cerveza. Otros dos amigos, delante de mí, pongamos que se llaman Torres y Javi, hablan de dinero. Son dos tipos elegantes, afables, educados y muy buenas personas. Entre ellos existe una maldita competición por ser el miembro del grupo que menos artículos de Al Reselico se ha leído. Es pedagógico verles y escucharles conversar sobre esa meta imposible titulada “llegar a fin de mes”. «Entre hipoteca o alquiler, comida, luz, calefacción, agua, internet, móviles, seguros, coche,  cochera, gimnasio, cuota de masero, hobbies, salir… ¿Es o no es imposible sobrevivir?» pregunta uno; a lo que el otro, sevillano de Paradas, añade: «Y zuerte que aquí no tienen uztedes Feria. Se ahorran rebujito, manzanilla y pezcaito».

Alguien pide unas croquetas y unas tablas de embutido...

Está siendo una gran mañana de sábado. Paseo bajo el frío sol, conversaciones y risas entre colegas alrededor de buenas croquetas y birras artesanas. Relax, paz y descanso. Tranquilidad, sosiego y gozo. En esas ando cuando me tocan la espalda. Me giro. Dos hombres a los que creo que no conozco de nada. No me suenan sus caras. «¿Te poemo marea un rato?» me dispara a quemarropa uno de ellos. Mis amigas me miran con cara de pena, mis amigos divertidos con el inesperado abordaje. «Faltaría más, ¿para?», respondo yo, inconsciente e iluso. «E´que queríamo preguntarte por la eleccione generale».

Ale. A la mierda mi súplica. Al carajo mi ruego. Al pozo de la amargura mi petición y mi deseo. Una ronda pagada para, sin remedio posible, a pesar de todo, terminar hablando otra vez de lo mismo. Hay mañanas que la calma que precede a la cerveza se termina convirtiendo, sin saber bien cómo, en la caña que precede a la tormenta.

Está siendo una gran mañana de sábado. Paseo bajo el frío sol, conversaciones y risas

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