Bien estamos, estamos

Nuestras madres, sus labores

Las labores suyas, las de la mayoría de nuestras madres, eran las labores del hogar. Todas las labores del hogar. En exclusiva

Hace una década titulamos "Sus labores" un artículo de los que radiamos en ONDA CERO Vega Baja y publicamos en DIARIO DE LA VEGA acompañándolo con una fotografía realizada por Joaquín Marín. Nombrando a Joaquín Marín, quede claro que en estos años su generosidad ilustrando nuestros escritos, como honrándonos con su amistad, es impagable. Además, lo he confesado alguna vez, en ocasiones no sé si antes escribo por conseguir una ilustración de Joaquín Marín que por decir lo que quería decir.

Aquel artículo era en A cara descubierta, sección así titulada por un párrafo en la novela El hombre duplicado de Saramago. En él recordábamos que en nuestra infancia escribíamos "Sus labores" cuando rellenando algún impreso se nos preguntaba por la profesión de nuestras madres. Y es que así era en la mayoría de los casos: sus labores. No era necesario especificar más porque el posesivo plural estaba claro para el común. Las labores suyas, las de la mayoría de nuestras madres, eran las labores del hogar. Todas las labores del hogar. En exclusiva.

Daniel Peres Díaz, investigador en la Universidad de Granada, en comunicación presentada al XII Congreso virtual sobre Historia de las Mujeres, bajo el título "Mujer y trabajo durante el franquismo. Una aproximación jurídica" recuerda que "en numerosas Reglamentaciones de Trabajo se establecía que la mujer que venía prestando servicios en la empresa debía, una vez contrajese matrimonio, o bien quedar automáticamente en situación de excedencia forzosa, o bien pasar a esta situación en virtud de una decisión de la empresa. En la mayoría de los casos, se le indemnizaba con una modalidad de indemnización de despido que se conocía como 'dote' (…) por razón de matrimonio".

Reglamentación no inventada por el franquismo pero sí recuperada en el Fuero del Trabajo de 1938. Así por lo menos hasta el decreto de uno de febrero de 1962 que suprimía dicha excedencia forzosa. Si bien, aún en los sesenta y setenta, la inercia social y la propaganda de la Sección Femenina invitaban al abandono laboral, acogiéndose al derecho regulado por el mismo decreto de rescindir el contrato a cambio de una indemnización.

Mi amigo Francisco Javier Romero Gálvez, farmacéutico en Orihuela, atento a nuestras inquietudes literarias, más de una vez nos ha sugerido que deberíamos escribir sobre nuestras madres. Con la convicción con que nos lo pide estoy seguro de que de haber tenido uno habilidades de escultor nos pediría un monumento. No eludo el compromiso porque intuyo en su deseo el honrar a nuestras progenitoras, ejemplares por muchos motivos.

Ángel Expósito ha escrito un libro, editado por HarperCollins Ibérica, titulado Mi abuela sí que era feminista. Mujeres superheroínas que desmontan el empoderamiento de postureo, libro que resulta una pasarela de mujeres (madres, hijas, hermanas, esposas, abuelas, vecinas…) que salvando distancias nos recuerdan a nuestras madres, mujeres que actuaron y/o actúan sin esperar que sus quehaceres sean validados como rol propio o impropio, oportuno o inoportuno. Sabedoras sí de las limitaciones impuestas por una sociedad pacata pero conscientes de la trascendencia de muchas de "sus labores". Por ejemplo, la crianza de los hijos –sisada penosamente a los varones–, el cuidado de la familia más allá de los hijos y… ¡Tantas cosas de tanta importancia!

Al tiempo recuerdo a Javier que hace diez años escribimos un artículo en homenaje a nuestras madres. Fue cuando en Villena mis conmilitones de Edad de Oro. Los 50, un Tesoro visitando el cementerio, honraron con una flor a las madres fallecidas y acudiendo a La Virgen celebraron una eucaristía en acción de gracias, en homenaje a todas las madres. Y aquel artículo fue… "Oración".

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Un comentario

  1. Merecido reconocimiento.
    Efectivamente, se rellenaba con Sus Labores y algo más tarde (cuando se usaban siglas) se colocaba un S. L. que venía a significar lo mismo.
    Pasados los años se escribiría esta función como AMA DE CASA. Así lo indiqué yo en una charla realizada a con motivo del 8 de marzo, ad sic : en mi opinión, que se escriba el término Ama supone un reconocimiento a todas las madres.
    Aunque en nuestra casa siempre fueron un pilar imprescindible como ecónomas, organizadoras, supervisoras, cuidadoras, educadoras y muchas funciones más, pero sobre todo admirables ejemplos para nosotros.
    Es curioso que, despues de estos cambios nominales, cuando la mujer se integra en el mundo laboral, se decide no indicar en el DNI las profesiones.
    Nunca lo entendí, la verdad.

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