
Hoy vuelvo a recomendarles, como tantas otras veces, algunos cómics inspirados en obras literarias; si bien en este caso se trata de aproximaciones bastante libérrimas a los originales en los que se inspiran. Tanto es así que la primera ni siquiera es una adaptación propiamente dicha, sino una suerte de homenaje al poder evocador de la letra escrita. Me refiero a La biblioteca de Turpín, obra de Max publicada por entregas a finales de los años ochenta en el para muchos añorado suplemento infantil El Pequeño País, y que recientemente se ha recopilado en un solo volumen para el disfrute tanto de nuevos lectores como para aquellos nostálgicos que aprendieron a amar la literatura de la mano de sus protagonistas: los jóvenes Óscar y Cris, siempre en compañía del coleccionista turco que ha inventado una tinta mágica que le permite viajar por los muchos mundos recreados en las obras escritas con ella.
Con estos tres personajes, un Max cuyo estilo gráfico todavía estaba lejos del minimalismo del que haría gala en obras posteriores como Vapor o Fiuuu & Graac recogía el testigo del Pulgarcito de Jan -una obra con la que nos ocupa presenta bastantes concomitancias- y acercaba a los más jóvenes de una forma amena y lúdica diversos clásicos de la literatura universal: el primero en aparecer en sus páginas es precisamente uno del que hablamos la semana pasada, el Libro de las Maravillas de Marco Polo; al que siguen títulos (por citar solo algunos) como El hombre invisible y La guerra de los mundos de H. G. Wells, las dos entregas de la Alicia de Lewis Carroll o las aventuras detectivescas de Sherlock Holmes. Pero el autor de Bardín el Superrealista no se detiene ahí: el empleo de un libro sobre el color, un atlas o un libro que reproduce dibujos animados le permite dar rienda suelta a su creatividad visual consiguiendo algunos pasajes memorables plasmados en viñetas de gran fuerza expresiva. Completa la propuesta la sección “El abecedario de Turpín”, especie de libro-juego a base de ilustraciones, una por cada letra del alfabeto.
Otra de las obras más populares de la literatura infantil y juvenil es Peter Pan, de James M. Barrie; tan popular que quien más quien menos o la ha leído o al menos la conoce de forma indirecta gracias a la película de la factoría Disney, el Hook de Steven Spielberg o cualquier otra versión escrita o filmada de las muchas que se han realizado. Lo que no todo el mundo sabe es que la primera aparición del niño que no quería crecer tuvo lugar en una obra temprana del mismo autor: El parajito blanco. Ahora, José Luis Munuera se acerca a este texto de compleja definición genérica de una forma tan libre a como ya adaptó Bartleby, el escribiente o Cuento de Navidad: el resultado es el álbum Peter Pan de Kensington, en el que fusiona aquel texto primitivo de 1902 con el posterior y más célebre Peter y Wendy para crear algo totalmente nuevo. Estamos ante una historia ambientada en el parque de Kensington Gardens de Londres y protagonizada por una niña de seis años que se ha extraviado; un relato que no elude los apuntes más siniestros del material literario del que parte y que puede leerse de forma independiente, sin necesidad de conocer nada de aquel. El resultado es un hermosísimo cómic en el que, como era de esperar, destaca especialmente el trabajo gráfico del autor de La carrera del siglo, aquí una vez más con la inestimable colaboración de Sedyas al color.
Más fiel resulta la aproximación del gran Will Eisner, creador de The Spirit y considerado como el progenitor de la novela gráfica moderna, precisamente al padre de la novela moderna entendida como tal: me refiero, claro está, a Miguel de Cervantes y su inmortal Don Quijote de La Mancha. La particularidad de su versión reside en que el autor de Contrato con Dios resume las muy extensas dos partes de la odisea cervantina en una historieta de apenas treinta páginas. La razón que explica esta labor titánica de síntesis es muy sencilla: como otras adaptaciones suyas, su Quijote no estaba pensado en principio para ser publicado en formato libro, sino que fue concebido para una serie de televisión de naturaleza divulgativa destinada, en sus propias palabras, para “acercar los placeres de la lectura a jóvenes malos estudiantes y a adultos analfabetos”. Cuando dicho proyecto acabó en agua de borrajas, Eisner recicló su trabajo publicándolo en formato álbum o incluso, en el caso de Oliver Twist, desarrollándolo para acabar dando pie a novelas gráficas más extensas como Fagin el judío. En cuanto a su Quijote tal y como podemos disfrutarlo hoy: se trata de una estupenda aproximación a los inmortales personajes de Cervantes que es también, como no podía ser de otra forma cuando hablamos de Eisner, una lección de narrativa secuencial de la primera a la última página.
La última recomendación de hoy es más una relectura de un film que de una obra literaria, si bien realizar una adaptación del Nosferatu de Murnau es versionar la novela Drácula que el maestro del cine expresionista adaptó cambiando diversos aspectos con el único objetivo de no tener que pagar royalties a la viuda de Bram Stoker. En los últimos meses se han atrevido a emprender tan osada misión tanto el cineasta Robert Eggers (el director de La bruja y El hombre del norte ha sumado un nuevo y exitoso remake al que Werner Herzog realizó en los años setenta) como el guionista y dibujante Javi Alfonso, que con la colaboración de Majo Giménez al color (con virajes cromáticos que homenajean a los del celuloide del film original) ha parido Nosferrata: una versión humorística que protagonizan animales antropomórficos y donde vuelve a repetir la hazaña del anterior Catbeth (según esa obra de Shakespeare que ya se imaginan ustedes); esto es, construir una historieta para todos los públicos y que se lee con una permanente sonrisa dibujada en la boca sin malograr muchos de los logros del texto original. Recomendabilísimo pues, sobre todo para esos primeros lectores para los que las obras comentadas de Eisner, Max e incluso Munuera también fueron especialmente concebidas.
La biblioteca de Turpín, Peter Pan de Kensington, El Quijote y Nosferrata están editados por Brúfalo Lector / La Cúpula, Astiberri, Norma y Aleta respectivamente.